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La abstención va a Mas

La abstención de los electores del PSC que no votan en las autonómicas, más la de aquellos que no piensan votarlo por varios motivos, favorecerá como siempre a la derecha el 1-N. La abstención irá a Mas. Ésa es la clave de una posible victoria de CiU, y a provocarla dedica todos sus esfuerzos. Mas no ganará por sí mismo. La sociovergencia es imposible porque ni Montilla ni Mas aceptan ser segundones del rival. Si ERC se uniera a CiU, Carod tendría que renunciar por idéntica razón. Sólo Piqué admite la primacía de Mas y es su único apoyo. La renuncia ante notario al pacto (no a los votos) no lo impedirá en secreto si lo necesita el ansiado poder. Sólo caben tres fórmulas: alianza de las derechas, frente nacionalista o gobierno socialista, con o sin participación de ICV y ERC, pero en alianza. Las derechas no suman mayoría. El frente ERC-CiU derechiza a ERC, la divide y amenaza el futuro de Carod. Aunque el tripartito sigue siendo mayoritario en las encuestas (lo que pierde Carod lo gana Saura), si Montilla pierde mucho, el conjunto de la izquierda puede perderlo todo. De ahí que sea básico para CiU dividir y reducir el voto del PSC confiando en los maragallistas descontentos, los peseceros anti-ERC y los tradicionales abstencionistas de la antigua emigración.

La clave de una posible victoria de CiU es la abstención, a la que dedica sus esfuerzos

Yo creo que los auténticos maragallistas no dejaremos de votar a Montilla. Las legítimas simpatías personales no pueden separar y enfrentar al líder del gran proyecto de política social emprendida con el candidato que va a continuarla y tiene mayor influencia que CiU en el PSOE y en el Gobierno para que éste cumpla sin retraso ni recelo con el nuevo Estatuto. Sobre todo, los maragallistas no podemos permitir que CiU tire por tierra la política renovadora y justiciera del PSC. Me extrañaría que alguno cayera en la trampa de la derecha antinacional. En cuanto a los socialistas que culpan a ERC del supuesto fracaso del tripartito y de la caída de Maragall, hay que recordarles la buena opinión de éste sobre los cambios progresistas impulsados por los republicanos desde su Gobierno. Los errores de un partidismo pretencioso y un maximalismo nacionalista imprudente los han pagado y aprendido. La mejor manera de que ERC siga colaborando en un Gobierno catalanista de izquierdas sin presiones que parezcan chantaje es que Montilla tenga votos suficientes para gobernar sin hipotecas y aprovechar lo mucho positivo que, pese a todo, debiera aportar el sector más progresista de ERC.

La tradicional abstención de alguna población metropolitana se explica en el pasado por estar la Generalitat en manos del falso nacionalismo conservador. Pero desde que el PSC acabó con él hace tres años, la gente ha comprobado lo que es el "patriotismo social" de la izquierda, lo que es poner la autonomía catalana y la Generalitat al servicio de las necesidades populares. Si una política conservadora y egoísta de CiU desinteresó a muchos trabajadores de origen foráneo, la de Maragall y Montilla les tiene que interesar del todo, pues ahora no está en juego la Cataluña de unos, sino la de un solo pueblo. La propia personalidad de José Montilla expresa y simboliza esa unidad popular. Ya lo profetizó Ernest Lluch con asombrosa clarividencia al escribir hace unos años que una posible victoria de Maragall sobre CiU abriría paso a la plena normalización de la patria catalana cuando, tras su presidencia de la Generalitat, fuera ésta presidida por un catalán nacido en otras tierras. Un catalán al que las encuestas juzgan, pese a ser menos conocido que Mas, más honesto que él. Y ahí está un indecente DVD para confirmarlo.

Por todo lo dicho, la abstención sería un acto irresponsable. Lo sensato es dar a José Montilla y a su lista nutrida de consejeros del Gobierno maragalliano el mayor número de votos para que no se pierda lo ya logrado por el presidente. Volver atrás sí sería la verdadera decepción. Tiene razón Maragall en su queja de que en la historia de este país las pocas veces que la izquierda gana, dura poco ante los ataques de una derecha sin ética, con su poder económico y de corrupción mediática. Pero ¿no será culpa también de la división de la izquierda, alentada por sus enemigos, y de ese descontento purista del "ja s'ho faran", típicamente nuestro? No votar el 1-N es votar en la práctica a CiU y jugarnos el futuro del país. Un ejemplo paradigmático: la integración humana y social del colectivo emigrante no español. Los incendios desesperados del extrarradio parisiense y otras ciudades francesas podrían repetirse en la Cataluña futura si no creamos ya ahora las condiciones de vida, trabajo y cultura que lo impidan. Sobre esto sabemos lo que piensa CiU y lo que nunca hará por su miope visión egoísta y xenófoba. La izquierda ya ha demostrado con hechos y no meras palabras lo que piensa hacer en este y otros problemas sociales. Mas ha dicho que es una tontería seguir hablando hoy de izquierdas y derechas, pero ensucia el país con un DVD feroz y paranoico que deslegitima la política social de izquierdas del Gobierno de Maragall. Esa "tontería" es justo la gran fuerza que aún moviliza a la gente honrada contra los eternos aprovechados del bien común. El reto del 1-N es muy serio. ¡Por todos los santos, seamos serios también nosotros ese día!

J. A. González Casanova es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.

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