Carmen Caamaño, fundadora de la FUE
Fue gobernadora civil de Cuenca en 1939
El inicio del verano y el silencio en que vivió los últimos años de su vida han favorecido que su muerte haya sido ignorada y luego difundida lentamente, frenada por el paréntesis estival. Una muerte demasiado discreta para una vida que recorre todo el siglo XX y el primer recodo del XXI. A pesar de haber coincidido -por simple lógica cronológica, dada la avanzada edad de Caamaño, que este año había cumplido 97 años- con el 70º aniversario del golpe militar de julio de 1936, que desencadenó la tragedia personal y colectiva en la vida de esta universitaria madrileña y en la de miles de españoles contemporáneos suyos.
Coetánea de María Zambrano, Carmen Caamaño, nacida el 11 de abril de 1909, fue una inquieta estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid, que tuvo la fortuna de acceder a la educación superior en una época en que ésta era un camino minoritario para las mujeres. Caamaño formó parte del núcleo fundacional de la FUE, el movimiento estudiantil que combatió la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. Fue también secretaria en la Unión Federal de Estudiantes Hispanoamericanos. En 1929 terminó Filosofía y Letras, trabajó en el Centro de Estudios Históricos con Claudio Sánchez-Albornoz y entró por oposición en el Archivo Histórico Nacional.
En este puesto le sorprendió el golpe militar contra el Gobierno republicano, y con él la súbita y radical transformación de su vida. Comprometida con la defensa de la República frente al bando insurgente, Caamaño ingresó en el PCE en 1937, y en la etapa final de la contienda fue gobernadora civil de Cuenca, un cargo en el que fue pionera, junto con Julia Álvarez Resano, gobernadora civil de Ciudad Real.
Por aquel entonces había conocido ya a su pareja, el pintor y dibujante comunista Ricardo Fuente Alcocer. Embarazada, dio a luz poco antes de que finalizara la Guerra Civil. En su intento de salvar su vida y la de su hijo de pocos días, trató de ser evacuada fuera de España a través del puerto de Alicante, convertido en pocas horas en una ratonera. Como otros tantos, cayó en manos de la brigada italiana Littorio y fue encarcelada con su bebé. Cuando pasó el tiempo reglamentario para que el niño pudiera estar con su madre, y dado que Ricardo Fuente estaba también en la cárcel, una pareja de ideología afín se hizo cargo del niño. Para Caamaño esta separación fue una mutilación de la que nunca se recobró.
Al dejar la cárcel volvió a su elemento, el mundo de la cultura, aunque sin recuperar su condición de archivera hasta la democracia. Había formado parte del núcleo inicial de la Asociación Española de Mujeres Universitarias, fundada por María de Maeztu y Clara Campoamor en 1920 como Juventud Universitaria Femenina, y volvió tras su refundación en 1953, junto a Soledad Ortega, Pilar Lago e Isabel García Lorca, entre otras. La AEMU fue un rescoldo de tolerancia y de incipiente feminismo durante la dictadura.
Carmen Caamaño llevaba varios años varada en la enfermedad, despidiéndose lentamente de un mundo al que había tratado de mejorar desde su juventud desde una residencia de mayores en los alrededores de Madrid. Cuánta historia almacenaba Carmen Caamaño en sus pupilas para quien supiera leer en ellas. Con ella ha muerto una heredera del refinado y doliente espíritu del 98 y de la labor intelectual de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y una pionera en la historia de los derechos de la mujer.
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