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PAZ EN EL ULSTER

Euskadi se mira en el espejo norirlandés

El reconocimiento de víctimas y presos, y la apuesta de todos los partidos, claves para la paz en el Ulster

Las guías de viajes aconsejan a los visitantes paciencia con el tiempo en Irlanda. Si llueve, algo muy habitual, lo mejor es sentarse a esperar a que desaparezcan los nubarrones; en un tiempo razonable volverá a salir el sol. Parece que, en la actual realidad norirlandesa, la receta que vale para el tiempo ha encontrado su acomodo en la política: desde 1998, fecha del Acuerdo de Viernes Santo, el proceso de paz muestra en la pizarra claros dientes de sierra, de nubes y claros. De hecho, el viaje realizado por la delegación del Gobierno vasco esta semana coincide con un momento de bloqueo entre los partidos del Ulster, embarcados en una carrera negociadora contrarreloj para lograr un acuerdo que les permita recuperar sus instituciones autonómicas, suspendidas desde octubre de 2002.

Azkarraga: "Nadie vence o sale vencido. Es toda la sociedad la que gana con un acuerdo inclusivo"

La delegación vasca, encabezada por el consejero de Justicia, Joseba Azkarraga, se ha colocado ante el espejo para ver, ocho años después, los efectos del acuerdo de Viernes Santo en temas tan espinosos como el futuro de la nueva Policía norirlandesa, el tratamiento de presos y víctimas o la evolución de los principales grupos paramilitares republicanos y lealistas.

El miércoles, durante la presentación en Belfast del último informe de la comisión independiente de verificación del proceso, el comisionado John Alderdice dijo sobre la evolución de los grupos paramilitares que ésos también son los mimbres con los que hay que construir el futuro. "La gente no se ha ido, ni se va a ir. Todos forman parte de la comunidad del Norte de Irlanda". Daba entender así que nadie sobra, siempre que se abracen las vías políticas. Es en ese discurso "inclusivo" donde la delegación vasca se ha sentido más cómoda y mejor reflejada. "Nadie vence o sale vencido. Es toda la sociedad la que gana con el acuerdo", resume Azkarraga como lección. Con la memoria, la justicia y la verdad como mejor salvoconducto de "todas las víctimas" para alcanzar la necesaria reconciliación.

El informe ha verificado que el IRA ha dejado definitivamente las armas, pero también que los grupos paramilitares lealistas siguen empuñándolas. El asunto del desarme del IRA ha sido un escollo importante en todos estos años, aunque los representantes de ambas comunidades han explicado que lo importante con las armas era "el compromiso de no usarlas", algo que casa bien con el discurso del Gobierno de Zapatero para el caso vasco. "No matan las armas, matan las personas", reflexionaba esta semana un ex preso lealista.

Harold Good, un pastor protestante bien considerado también por la comunidad católica. ha sido uno de los verificadores de la inutilización de los arsenales del IRA. "Vivimos en un mundo de simbolismos, y el desarme es muy importante simbólicamente", dice descartando que se puede plantear como condición previa para el acuerdo.

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La zona oeste de Belfast, donde se extiende la arteria católica de Falls Road y la lealista de Shankill Road, enseña a sus visitantes unos murales militantes reconvertidos ya en objeto de consumo turístico para visitas guiadas. Aunque toda Belfast está salpicada de iglesias de lo más variopintas, el componente religioso no es la clave en el siglo XXI . La pobreza y exclusión, evidentes aún en el barrio católico, muestra mejor las diferencias entre ambas comunidades. El espejo no aguanta la comparación con Euskadi, donde la existencia de dos comunidades férreamente enfrentadas por motivos religiosos, sociales e identitarios, resulta ajena a una sociedad mucho más mestiza y con sentimientos de pertenencia más plurales y transversales.

Tampoco es necesario detenerse en la evolución de la policía norirlandesa (la denostada RUC, ahora PSNI) para intentar buscar similitudes con Euskadi. De hecho, el nuevo paso que el Sinn Fein está a punto de dar para comprometerse aún más con el proceso es el reconocimiento de la reformada policía norirlandesa, según confesó el dirigente republicano Martin McGuinness a Azkarraga en su entrevista. La delegación vasca ha puesto en valor el compromiso de los partidos con el proceso para deshacer los nudos del conflicto. Y está persuadida de que la mediación internacional -que tanto ha ayudado en el caso irlandés- serviría también en Euskadi para "engrasar la maquinaria" del diálogo político. Algunas formaciones sugieren ya la idea de sentar a la mesa de partidos vasca a un dinamizador internacional.

Una pareja pasa ante un mural de apoyo a ETA en Falls Road, en el barrio católico de Belfast.
Una pareja pasa ante un mural de apoyo a ETA en Falls Road, en el barrio católico de Belfast.EFE

De la cárcel a la reinserción en sólo dos años

Dominie Adams habla a trompicones ante la atenta mirada del reverendo protestante Harol Good, quien participó junto al padre redentorista Alec Reid en la verificación de la inutilización de los arsenales del IRA. Adams es un ex preso del movimiento republicano. Pasó siete años en la cárcel y en su historial hay un par de asesinatos. Fue uno de los 500 presos que se beneficiaron de la reinserción recogida en el Acuerdo de Viernes Santo de 1998. Dos años después, las cárceles estaban vacías. Y en 2002, el IRA pidió perdón por las víctimas civiles de sus campañas.

Las heridas se van cerrando lentamente, pero cuando Dominie toma un poco de aire para aliviar su tartamudez, reconoce la "falta de apoyo emocional" en algunos momentos y repasa los dramas familiares. "Las personas con un familiar preso tienen que empezar a vivir la vida de otra manera", dice. Hoy comparte mesa, mantel y discusión con dos ex presos lealistas de la UVF, Tom Roberts y Tom Winstone. A su lado está Rosie Mc Corley, también ex presa republicana (nueve años) en la famosa prisión de Maze, donde estaban agrupados los reclusos del IRA. Lo primero que sorprende en las palabras de los lealistas es la sensación de orfandad política que arrastran. El reverendo Ian Paisley pasa por ser el enfant terrible de los unionistas del UDP (Partido Democrático del Ulster) mayoritario en la comunidad unionista. Su verbo truena allá por donde va. Pero los presos de las organizaciones paramilitares lealistas, grupos que a diferencia del IRA mantienen aún su actividad terrorista y seudomafiosa, no son sus presos.

"Los lealistas no tenemos un brazo político como tiene el IRA. Nos sentimos olvidados y marginados porque no hay un partido que nos defienda". Tom Winstone formó parte del equipo negociador del Acuerdo de Viernes Santo y, con su cabeza brillante como una bola de billar, ha guardado silencio durante la mayor parte de la entrevista con los venidos de Euskadi. "Los partidos utilizan a los presos como pelotas políticas", afirma abruptamente.

Donde los republicanos ven impunidad policial - "la suma de las condenas de los presos republicanos suman 100.000 años, las de los cuerpos policiales o militares 20 años"- o políticas vengativas hacia los presos y familiares, los lealistas ven un olvido consciente por parte de la Administración a la hora de su reinserción. "Las promesas de reinserción que hicieron ambos gobiernos no se ha cumplido y por eso arrastramos claras discriminaciones en materia de empleo, acceso a créditos y seguros. Queremos que nos borren los antecedentes penales para tener los mismos derechos que los demás", exige el lealista Tom Roberts.

El lenguaje, los elementos simbólicos de estos ex presos son muy similares a los de las organizaciones de apoyo a los reclusos etarras. "El acuerdo de Viernes Santo reconoció la naturaleza política del conflicto", admiten desde ambos bandos, un guante que gustosamente ha recogido Azkarraga a la hora de ver similitudes entre ambos conflictos.

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