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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Acerca del ácido bórico

Me hace gracia que unos peritos de la policía hayan confesado ante un juez, para luego quejarse de haber declarado la verdad bajo coacción. Incluso en El Mundo se ha llegado a escribir que los interrogatorios de Garzón son como los que practicaban los nazis.

Policías españoles... interrogados ante su abogado, dos fiscales, una secretaria del juzgado... Tiene gracia. No sé qué edad será la de estos policías peritos. Recuerdo interrogatorios de policías... También cuando se introdujo en la Ley de Enjuiciamiento Criminal los artículos tan novedosos entonces sobre la asistencia al detenido y la particular interpretación que se hacía en dependencias policiales. ¡Asistí como abogado a tanta gente joven verdaderamente coaccionada en las comisarías de Oviedo, Gijón, Avilés...! No me puedo creer lo de los policías coaccionados mientras declaraban sobre las propiedades del ácido bórico y las fechas de firma de unos informes.- Antonio Masip Hidalgo. Eurodiputado.

Durante mi tierna infancia, vivida allá entre las décadas de los cincuenta y sesenta en un cortijo de la sierra de Aracena, mi abuela tenía una alacena llena de botes de ácido bórico, que recuerdo como un polvo blanco de aspecto escamoso. Lo utilizaba para conservar tomates para el invierno, para fabricar un desinfectante suave llamado agua boricada, para lavarse los ojos y arañones y para evitar que la leche se agriase.

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En aquella pequeña habitación estuvo oculto y atendido durante semanas un maquis que una mañana de niebla apareció con la ingle atravesada por el disparo de un guardia civil. Bajo los botes blancos durmió, comió, compartió conversaciones miedosas con mi abuelo y, para distraerse, recuerdo que confeccionó con letra de calígrafo etiquetas para los frascos. El maquis era, por supuesto, un malvado y revolucionario comunista desestabilizador, y un día, ya medio curado, pudo levantarse del camastro bajo los botes de ácido bórico y se marchó de noche abrazando a todo el mundo.

Hoy día, recordando todo esto tras leer la prensa y oír la radio, y que tenía injustamente olvidado, me he sentido obligado a contarlo, para demostrar a quien proceda que la relación terrorismo y ácido bórico viene de muy lejos.

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