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Crítica:LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Toreo de antes y de ahora

Algunas nubes en el cielo de Madrid uniformaban los tendidos -ayer y casi llenos- y limaban diferencias. En el paseíllo Luis Francisco Esplá andaba decidido. La mirada alta, al frente, el paso ligero en el precioso vestido grana al que hacía honores el soberbio capote de paseo. Aplaudía un aficionado dando la tarde por buena. Madrid en Sevilla.

No hay feria de otoño sin Esplá. Su presencia en Las Ventas legitima su existencia. Toros de Victorino en los que ha desplegado la sabiduría antigua de la lidia, series inolvidables de naturales en el centro, son ya memoria viva de esta feria. Y ahora, asomando por la estación el medio siglo, de nuevo en el ruedo. Estuvo cómodo y torero en su lote el maestro alicantino. Al primero, con mucha cabeza, y que se iba suelto, lo fijó en el tercio. Atento como siempre, como un chaval, no descuidaba a un animal que no estaba para nadie, se dolió en varas y dobló las manos.

Puerto de San Lorenzo / Esplá, Tejela, Perera

Toros de Puerto de San Lorenzo, La Ventana del Puerto: flojos, nobles; 1º manseó, 2º, 5º -aplaudido en el arrastre- y 6º bravos, 4º sustituido por sobrero de José Luís Pereda. Luis Francisco Esplá: pinchazo y estocada casi entera (silencio); pinchazo, media larga y descabello (silencio). Matías Tejela: media caída y trasera (ovación y saludos); estocada (ovación y saludos). Miguel Ángel Perera: estocada atravesada y cuatro descabellos (silencio); estocada atravesadilla (oreja). Plaza de Las Ventas, 7 de octubre. Tercera de feria. Casi lleno.

No hay feria de otoño sin Esplá. Su presencia legitima su existencia

Daba gusto verle ir sosegado a las banderillas: cuarteó en lo alto en el primero; luego, en las rayas, buscó su querencia, se dejó ver y clavó -sabio y sobrio- por dentro los dos pares. Junto al reloj, en tablas, jugando las piernas, lo recibió de lujo. Lo mejoraba por segundos, en series valiosas, muy torero, con una estampa añeja de alegre ligereza. Dos derechazos, uno de pecho, y sin más adornos, cuadró con trinchera, cambió de mano y acabó de pinchazo y estocada.

En su segundo, un sobrero de Pereda, siguió haciéndolo todo (qué placer ser de su cuadrilla). Animó desde el centro con navarras, una airosa media y lo llevó andando por chicuelinas al jamelgo. Tras dos rehiletes espeluznantes por dentro, hablando al público, como Reverte, se destocó en la ovación. Volvió la montera a su sitio y allí se fue, de las tablas al tercio, paseándole la tela, animándose solo, con torería y solera; pero el bicho, justito, no le dejó cuajar. Medios pases, cambios, buenos andares... Pinchazo, media, verduguillo y a otra cosa.

El primero de Tejela, negro salpicado, muy veleto, con puñales, salió abanto y lo quitó Esplá -esos detalles- de un caballo perdido. Tapó el piquero la salida y dobló. Se coló en la chicuelina y, a la segunda, lo dejó Matías en el penco con garboso recorte. Hábil con la pañosa, lo templaba a su ritmo, enroscándole, bien humillados los dos sables, tonto tras la muleta. Aunque dobló dos veces se aplaudía al torero, que instrumentó dos naturales largos y una trincherilla. Volvió al derechazo y, tras coreada serie, le dejó media trasera y se fue a echar a tablas. Mientras saludaba desde el tercio, un entusiasta, cubata en mano, aprovechó para dar rodillazos al respetable.

Saltarín entró el quinto a la vara. Chicuelinas, medias y lo corrió a una mano para dejarlo, rematando a la cordobesa. Cuando torea el maestro alicantino toda la lidia suele ir bien. Se puso espesa la tarde y la intentó romper brindando. En el platillo, abrió el compás, lo embarcó humillado, y vinieron las palmas. Con más técnica que gracia, sin cruzarse del todo, sacándole un poco afuera, gustaba sin entusiasmar. Mató a ley.

Perera fue el triunfador de la tarde. El tercero, que perdió manos y se estrelló en tablas, blandeaba de cuartos y se encogió en el caballo. No hubo respuesta de la presidencia y -curioso- alguien debió verlo bueno, porque enseguida Luis Francisco lo sacó de la vara con cuidado, levantando la tela, que no se cayera. Y, en efecto, aguantó en banderillas. Aunque no estaba alegre para los estatuarios de recibo, los derechazos en los medios -dos muy templados-, que recogían en corto al torete sin nervio, no prendieron la emoción. Unas filas delante, padre e hijo de Puebla del Prior, con las manos calientes de aplausos y la mirada húmeda, acusaban la carencia.

El sexto, más ligero y equilibrado de trapío, se llevó dos verónicas despaciosas. La tarde se moría, nada era bueno ni malo, y el extremeño cargaba con la piedra. Así que también brindó, qué menos. Así es Badajoz. Y en mitad del anillo lo recibió con dos cambiados, intercaló dos de pecho, y rompió la plaza. Luego el toro bebía franela, y sus paisanos pudieron llorar. En seguida flojeó y empezó a enganchar, a colarse, a quedarse en la mitad, pero Miguel Ángel, ahogándole a ratos entre los pitones, aún sacó pases largos y lentos, se adornó con manoletinas ante el toro sin viaje, y se hizo con los deseos del respetable, que pidió silencio cuando se dispuso a matar y sacó los pañuelos cuando lo fulminó de una estocada atravesada, mientras brillaban las luces de su vestido, encendidas por los focos de la plaza. Paseó triunfal la oreja por la plaza.

El otoño le devolvía el trofeo que una cogida le escatimó hace un año en este ruedo y en estas fechas.

Luis Francisco Esplá, en su segundo toro.
Luis Francisco Esplá, en su segundo toro.ULY MARTÍN

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