El fantasma del Oeste

Lleva toda su vida huyendo. Sin mirar atrás. En la realidad y en la ficción. Y su última cabalgada se produce, como no podía ser de otra forma tratándose del rudo vaquero que siempre ha sido, a lomos de un caballo robado en el último rodaje donde se parodia a sí mismo.

Es la última incursión del alemán Wim Wenders en el universo americano, la notable Llamando a las puertas del cielo, protagonizada por un John Wayne de pacotilla, un Clint Eastwood venido a menos que no ha logrado evolucionar y que, al borde de la jubilación, aún interpreta el mismo papel de 30 años atrás. Wenders nos viene a decir que el mundo es un lugar inhóspito del que hay que huir, al que hay que evitar.

Pero, como ya ocurría en Flores rotas (Jim Jarmusch, 2005), la noticia de que el casanova de la pradera tiene un hijo del que nada sabía provoca que, por una vez, el juerguista decida mirarse al espejo.

"No sabía que el tiempo pasaba", dice el cowboy interpretado por Sam Shepard en una frase escrita por él mismo, también guionista. Los tiempos han cambiado, un gimnasio llena el lugar que antiguamente hubiese ocupado un saloon del Oeste, pero los westerns siguen poblados de antihéroes.

Unos personajes con los que Wenders recupera su poesía visual y su talento para que la música acaricie sus imágenes.