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Arrullos nupciales

Apenas se conoció la disolución anticipada del Parlamento de Cataluña y la convocatoria de elecciones para el 1 de noviembre, varios partidos catalanes comenzaron a conducirse como tantas especies animales que, cuando entran en periodo de celo, ejecutan elaborados ritos de cortejo para atraer y seducir a sus congéneres del otro sexo. Permítanme que, cual modesto Rodríguez de la Fuente de la política, transcriba algunas de las anotaciones recogidas a este propósito en mi cuaderno de campo.

Así, el presidente de la Diputación de Barcelona, el socialista Celestino Corbacho, mostró ya el 1 de julio sus preferencias de futuro por "un Ejecutivo del PSC con acompañamiento de Iniciativa per Catalunya", "un Gobierno sin estridencias y dedicado a resolver problemas". "El Tinell con el mismo contenido, las bases, las personas, es evidente que es irrepetible", enfatizó con la autoridad del cabeza de lista José Montilla el 9 de julio. En la misma fecha, el vicesecretario del PSC Miquel Iceta proclamaba: "No gobernaremos con quien ponga en duda la necesidad de hacer el Cuarto Cinturón", y Montilla, en otra entrevista del 23 de julio, remachó: "Yo no podría gobernar con partidos que estrangulen nuestro crecimiento económico. Y esto quiere decir infraestructuras, y también interconexión eléctrica con Francia".

No resulta muy edificante ver en el mismo Ejecutivo a los que semanas antes se tachaban de desleales o irresponsables, de aprovechados o inútiles, de fatuos o entorpecedores

Los destinatarios implícitos de tales requiebros no los han dejado sin respuesta. "Después del 1 de noviembre, Montilla no estará en condiciones de imponer nada", contestó desdeñosamente Joan Saura (23 de julio). "El Cuarto Cinturón tiene un impacto ambiental tan grande que formalmente ya no lo defiende nadie"; en cuanto a la interconexión, "Francia ya ha dicho que no la quiere, por tanto no sé si tiene sentido continuar el debate", manifestó Josep Lluís Carod Rovira el 1 de octubre.

Impermeable a los desaires, el Partit dels Socialistes no ha cejado en su estrategia de seducción. Por boca de Miquel Iceta, que el 4 de agosto advertía: "ERC no será tan importante como lo fue en el pasado, por la propia gestión que ellos mismos han hecho de su poder y de su capacidad".

Y en palabras de José Montilla, según el cual "el tripartito dio una imagen de poca estabilidad en determinados momentos de confrontación con el resto de los pueblos de España. El tripartito no es reeditable en las condiciones del pacto del Tinell" (27 de septiembre). Tres días después, el presidenciable socialista avanzaba un paso más en los piropos hacia el partido republicano: "La gestión del Gobierno catalán es muy buena. Ahora se empieza a ver, porque ahora ya no existe el ruido del Estatuto que hacían el PP y los miembros del Gobierno que ya no están y que provocaron la ruptura del Ejecutivo y el adelanto de las elecciones". Carod Rovira, por su parte, sostiene: "El pacto del Tinell es nuestro y lo reivindicamos como patrimonio. Nosotros pusimos las ideas y los proyectos, y el PSC se ocupó del control del poder. Más tarde, el Gobierno en minoría de Cataluña ha estado incumpliendo el pacto del Tinell". Por añadidura, "ninguna de las crisis del tripartito se puede asociar a ERC" (entrevistas del 29 de septiembre y el 1 de octubre).

Mientras el idilio del PSC con Esquerra -o de Esquerra con el PSC- echa chispas, el amor también está en el aire entre quienes fueron socios menores del "Gobierno de izquierdas y catalanista". Después de que Iniciativa per Catalunya Verds publicitase su eslogan Hi ha una manera intel·ligent de ser d'esquerres. Hi ha una manera decent de fer política, el secretario general de ERC, Joan Puigcercós, manifestó de Iniciativa: "Inteligente no sé, pero inútil seguro, porque su contribución es cero", y le reprochó un "fundamentalismo ecologista que ha traído graves problemas al mismo Gobierno". La respuesta del presidente de ICV, Joan Saura, no se hizo esperar: "Es difícil ver en política una inutilidad mayor que el no de Esquerra al Estatuto" (19 de septiembre). Carod, por los republicanos, contrarreplicó el pasado domingo: "PSC e ICV son dos variantes de lo mismo, una es la extensión del otro, una no tiene sentido sin el otro". Saura tampoco permanece mudo: "Somos la única fuerza de gobierno que ha demostrado coherencia con sus ideas, convicción y seriedad en la forma de gobernar" (1 de octubre).

Si un hipotético analista sueco, desconocedor de la idiosincrasia política local, procesara el cruce de reproches, descalificaciones y juicios negativos que acabo de resumir, concluiría que, sea cual fuere el resultado aritmético del escrutinio del 1 de noviembre, la repetición del acuerdo de gobierno entre el Partit dels Socialistes, Esquerra Republicana e Iniciativa es un imposible metafísico. Los que no somos suecos y procuramos no hacernos el sueco sabemos que, bien al contrario, la reconstrucción del tripartito es una hipótesis perfectamente plausible a poco que se den condiciones para ello. La izquierda verde la desea con genuino fervor; el PSC la contempla con pereza, como una píldora amarga pero tal vez imprescindible para salvar la cohesión del partido, y Esquerra no la excluye en absoluto, pese a las dudas en su vértice y a los resquemores que dejó la ruptura del pasado mes de mayo.

Bastará que las tres fuerzas sumen 68 escaños y estarán legitimadas para formar gobierno. Pero, vista la alegría con que llevan varios meses intercambiándose acusaciones, improperios y amenazas, que no se extrañen luego si la credibilidad de los políticos sigue en caída libre: deben entender que, para el público profano en general, no resulta muy edificante contemplar reunidos en el mismo Ejecutivo y al servicio de un proyecto común a quienes, hasta pocas semanas antes, se tachaban mutuamente de desleales o irresponsables, de aprovechados o inútiles, de fatuos o entorpecedores.

Joan B. Culla i Clarà es historiador

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