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Tribuna:INMIGRACIÓN Y MUNICIPIOS
Tribuna
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¿A quién pedimos dinero?

Estábamos acostumbrados a la emigración que desangraba nuestra tierra; posteriormente a una moderada inmigración. Venían los llamados inmigrantes climáticos, pero la afluencia masiva de inmigrantes a nuestro país es un hecho nuevo que requiere respuestas innovadoras. Hay muchas dudas al respecto, pero evidentemente sí tenemos algunas certezas. La primera es el papel central que los municipios desempeñamos en este asunto. La segunda es que debemos abordar el fenómeno migratorio con mentalidad positiva.

Nuestra época se caracteriza por cambios sociológicos sin precedentes donde destacan la igualdad entre hombres y mujeres, el envejecimiento de la población y los flujos migratorios. Deben ser oportunidades de una vida mejor para las personas, pero pueden transformarse en nuevas fracturas sociales. Sin duda, si no intervenimos y lo dejamos a su libre evolución, surgirán problemas. Si la mujer se incorpora a la sociedad y no la apoyamos, tendrá el problema de una segunda o tercera jornada laboral. Si no queremos morir, es normal que cada vez haya más personas mayores fruto de los avances científicos y la mayor calidad de vida. Pero si no desarrollamos dispositivos de responsabilidad pública para la atención a los mayores como merecen, surgirán problemas.

Las migraciones han existido siempre y son un problema en los países de origen que pierden a su gente, normalmente a los más preparados y en esta sociedad de la información y el conocimiento la mayor riqueza es la inteligencia humana, pues la información está en libros y soportes digitales, pero el conocimiento, materia prima de esta sociedad, sólo está en las personas. Los inmigrantes son personas que vienen a aportar a esta sociedad, por ello es un error vincular inmigración con delincuencia. Es verdad que muchos delincuentes, y muy peligrosos, son extranjeros, pero esos normalmente no vienen en pateras ni cayucos. Yo prefiero vincular inmigración con desarrollo económico y protección social. Los inmigrantes levantaron Estados Unidos y la reconstrucción europea tras la II Guerra Mundial le debe mucho a españoles y otros nacionales. Pero si la inmigración se empieza a ver como el mayor problema de la población española significa que algo no estamos haciendo bien.

El mundo, por desgracia, tiene muchas injusticias. Hemos pasado de un orden bipolar donde dos superpotencias imponían un cierto orden en su esfera de influencia, a un desorden monopolar donde una superpotencia dicta su política sin contrapeso y con cada vez más desorden internacional, conflictos, hambre, subdesarrollo, guerras, terrorismo y tragedias humanas. Recientemente se nos decía que ya hay más obesos, 1.000 millones, que hambrientos, pero no podemos olvidar que estos son 800 millones de seres humanos. Nunca se había creado tanta riqueza y nunca se había repartido de forma tan desigual.

Un reciente estudio de UN-HABITAT ponía de manifiesto la imparable migración del campo a la ciudad en todo el mundo, no sólo en el desarrollado. En la India las personas van a Bombay, en Nigeria, a Lagos. En el 2007 más del 50% de la población vivirá en ciudades porque allí hay más oportunidades de una vida mejor.

Igualmente, y por razones semejantes, existe una migración creciente de países pobres a ricos. El efecto llamada es el vergonzoso gradiente de riqueza y lo que podríamos llamar solidaridad democrática. Los inmigrantes vienen porque encuentran trabajo y solidaridad. Y lo que es una oportunidad positiva, puede transformarse en un problema si no existe integración y en su caso hay marginalidad, pobreza extrema, y exclusión.

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Es evidente que hay que actuar en los países de origen con ayuda al desarrollo. Habrá que cuestionarse cómo la Unión Europea dedica la mayor parte de sus fondos a subvencionar una agricultura no rentable cuando la forma de desarrollar estos países es no competir deslealmente con su agricultura. Por supuesto, hay que tener una política creíble de control de fronteras que suponga que quien entre de forma irregular salga de forma regular. Habrá que plantearse qué sucede con los menores que vienen a trabajar, no pueden trabajar aquí por ello porque son menores y sabiendo quienes son sus familias, estas no los quieren porque la inversión de su vida fue mandarlos en una patera.

Todo esto hay que hacerlo, pero por una razón u otra, cuando un inmigrante está aquí, está en algún municipio. Las causas son globales, pero las consecuencias locales. Está aquí y es un vecino más con derechos, y utiliza los servicios públicos. Habrá por tanto que reforzar los servicios públicos como la sanidad y la educación. Pero el papel de los municipios en la cohesión social y creando una convivencia positiva es decisivo. Aprovechar las sinergias de los servicios sociales comunitarios.

Sabemos que el Gobierno de la nación pide recursos a Bruselas, que las comunidades autónomas piden recursos al gobierno de la nación, pero los municipios ¿a quien le pedimos recursos?

Por eso, hay que apoyar con más recursos económicos el papel de los municipios en la atención e integración de los inmigrantes. El año pasado el Gobierno de la nación dedicó por primera vez un fondo de 120 millones de euros, más el 30% aportado por las comunidades autónomas. Este año han sido 183 millones de euros, de los que Andalucía ha recibido 20,5 millones y una parte de ellos han ido a los municipios. Esta iniciativa se ha mostrado muy positiva, pero es claramente insuficiente y por ello, los municipios reclamamos que se incremente el fondo notablemente y que sea mediante transferencias directas que permitan crear estructuras estables, pues el fenómeno migratorio no es algo coyuntural.

Antonio Souviron Rodríguez es vicepresidente de la Federación Andaluza de Municipios y Provincias.

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