Marruecos, a través de sus reyes

El libro de Ignace Dalle es, por extraño que parezca, el primero que aborda in extenso toda la etapa del medio siglo del Marruecos independiente. Los autores marroquíes todavía no han salido de su amnesia y, en parte por miedo, en parte también por pretextos como que la historia del presente no puede hacerse por falta de perspectiva, se han abstenido de hacer este balance que nos efectúa ahora este periodista diplomado en Lille y en estudios árabes por la Universidad Saint Joseph de Beirut, corresponsal de la Agencia France Presse en Rabat entre 1992 y 1996.

Es cierto que hace ya algunos años historiadores como Maati Monjib comenzaron a hacer introspecciones en el pasado reciente aun a costa de soportar una marginación académica. Y que en estos años de reinado de Mohamed VI cierta prensa independiente ha comenzado a exhumar expedientes históricos conflictivos con la participación de una nueva generación de historiadores, presentes también en la reconstrucción histórica necesaria para ese ejercicio de restitución de memoria de la comisión por la equidad y reconciliación (IER) que ha investigado los "años de plomo" hasta la llegada del nuevo rey. Aunque escasea aún la literatura de memorias en el país, no hay que olvidar que, también en estos últimos años, prohombres como Abdallah Laroui han comenzado a publicar sus testimonios (como su libro Marruecos y Hassan II) haciendo uso de un sentido crítico y autocrítico, ayudando así a reconstruir y a interpretar la historia de Marruecos en las últimas décadas.

Los especialistas franceses

como Leveau, Santucci, Clément y otros habían sido tentados más por la politología que por la historia (aunque un excelente trabajo como el de Palazzoli estaba a caballo de ambas), y los americanos como Hart, Geertz, Waterbury, Eickelman o británicos como Gellner lo hicieron por la antropología. Cierto que sin ellos no podría comprenderse el Marruecos de hoy y este libro de Dalle es tributario de estos autores como se reconoce desde el segundo renglón de la obra.

Por todo ello es de saludar la aparición de Los tres reyes, obra que, aunque demasiado urgente en el repaso de tantos acontecimientos acumulados en medio siglo (a veces se tiene la impresión de una intensiva cronología comentada), es casi exhaustiva en el tratamiento del reinado de estos "tres reyes". El análisis que se hace de las políticas llevadas a cabo por los tres monarcas alauíes y de la labor de tantos protagonistas que aparecen en el libro no está exento de apasionamiento y de un apoyo decidido al cambio necesario de las estructuras de fondo del país.

Este extenso libro de Ignace Dalle, al que precedió una dura obra de su autor sobre el reinado de Hassan II aparecida unos meses después de la muerte del monarca (Maroc 1961-1999. L'espérance brisée), abarca toda la historia de Marruecos desde la negociación de la independencia por Mohamed V a finales de 1955 hasta la promulgación del nuevo código de familia en Marruecos por Mohamed VI y la conmemoración de la independencia este año.

Bien construida siguiendo la armadura cronológica de los hechos (apoyada sin duda en un excelente archivo que sólo una agencia de prensa como la AFP podía contar), pero también en los fondos documentales del Quai d'Orsay, con los innumerables despachos de embajadores y cónsules del país que más han influido en el Marruecos contemporáneo, la obra se centra en los grandes personajes que han hecho la historia marroquí, sin olvidar a un amplio friso de "actores secundarios" sin los que no podría entenderse este largo periodo. El libro está apoyado además en testimonios de primera mano de buena parte de la amplia galería humana que aparece en el libro.

Se trata de una obra muy ne

cesaria, que completa para la segunda mitad del siglo XX el balance que para la primera realizara Claude André Julien en su Le Maroc face aux imperialismes, inexplicadamente sin traducir aún. Hay que señalar, sin embargo, la escasa insistencia en algunos temas, como los acontecimientos del Rif de 1958, o el encarcelamiento de la extrema izquierda de Ila al Amam, entre otros. Una crítica final a la transcripción de los nombres propios en la edición en español: una cosa es la necesaria castellanización, suprimiendo diptongos inútiles, y otra es hacer irreconocibles algunos nombres en aras de criterios mal definidos.