Los dioses se encuentran a salvo en el Teatro Real
'Ariadne auf Naxos', de Strauss, inaugura la temporada
Esos dioses tan fieramente humanos, tallados en carne, música y sangre, elevados por el arte poético de Richard Strauss y su maravilloso libretista Hugo von Hofmannsthal para Ariadne auf Naxos, la ópera con que se inauguró ayer la novena temporada del Real, se encontraron en su salsa sobre el escenario madrileño y sin visos de amenazas tal y como están los tiempos.
Fue un estreno de gala y pompa, como todas las aperturas de temporada y a la poca expectación que había levantado la programación de esta ópera tan fascinante como desconocida -estrenada en una primera versión en Stuttgart y en una segunda y definitiva en Viena en 1916- le salvó la comidilla que dio entre el público y en el descanso la polémica suspensión de Idomeneo, de Mozart, en Berlín, por miedo a represalias terroristas.
La comidilla entre el público fue la suspensión de 'Idomeneo' en Berlín
El trabajo delicado y certero de Christof Loy, director de escena en esta Ariadne auf naxos, no tiene nada que ver con la provocación sistemática y como tal necesaria del temible Hans Neuenfels, que ha espantado a la mitad de los públicos de toda Europa con propuestas tan salvajes como refrescantes. Jesús López Cobos, director musical del Teatro Real y ayer encargado de la orquesta en la apertura de temporada, conoce bien a Neuenfels, y también la Deutsche Oper de Berlín, donde ocupó el mismo puesto que ocupa hoy en el Real durante diez años. Por eso, López Cobos se siente especialmente preocupado con la decisión anunciada por el teatro ayer: "He trabajado con este director de escena. Hicimos una forza del destino que fue un escándalo, y en la que se dejaba en muy mal lugar a la religión católica, pero a nadie se le ocurrió suspender la ópera por eso. Ésta es una decisión muy peligrosa, más cuando afecta a un público que entra en un teatro pagando una entrada. No puedes censurar por miedo".
López Cobos fue uno de los indiscutibles triunfadores ayer con su trabajo orquestal en una ópera, Ariadne auf naxos, que requiere mucha exigencia y mucha pulcritud a la reducida orquesta de 37 músicos que deben ejecutar la partitura exigente y bellísima de Strauss. El director musical teme por el futuro de las óperas en las que se hagan alusiones religiosas o de cruce de culturas. "Como sigamos así no vamos a poder hacer ni Raptos en el serrallo ni Turcos en Italia, porque todo el mundo se nos echará encima".
Antonio Moral, director artístico del Teatro Real, también se mostró preocupado por la decisión del teatro de Berlín: "No tiene sentido que una producción que se ha hecho ya dos veces en ese mismo teatro (se estrenó en diciembre de 2003 y estuvo en cartel hasta mayo de 2004) sea objeto ahora de una cancelación abrupta. Esto lo que nos viene a indicar es que cambian los tiempos y no las producciones o el arte". Ciertamente hace cuatro años los ánimos no estaban tan encendidos con las amenazas terroristas y las sensibilidades andaban más calmadas. De hecho esa exhibición de las cabezas cortadas de los dioses en escena que propone Neuenfels pasó más o menos desapercibida. Por allí desfilaron las cabezas de Jesucristo, de Buda y de Mahoma, una imagen que hoy provoca terror por adelantado.
Pero la decisión también levantaba comprensión entre alguno de los asistentes. Por allí anduvieron ayer las dos ex ministras de Cultura, Carmen Alborch y Pilar del Castillo. Por cierto, de la actual no había ni rastro. Carmen Calvo volvió a demostrar con su ausencia que no ha superado la alergia que parece producirle la ópera. Pilar del Castillo estuvo contundente: "Si se empieza por ahí se cede con todo. Son tiempos difíciles, pero hay que tomar decisiones que no supongan hincar la rodilla de manera preventiva, porque todo eso no produce más que confusión", aseguraba la ex responsable de Educación y Cultura del PP.
Carmen Alborch, que fue ministra socialista en la última etapa de los gobiernos de Felipe González, añadía: "Es una situación complicada, entiendes todas las razones. Hay que tener claro que el terrorismo no puede conseguir sus objetivos en el mundo, pero a la vez comprendo que a los responsables de un teatro les entre miedo, aunque por otra parte me fastidia", aseguraba.
Músicos como José de Eusebio, director de orquesta, también se mostró disconforme con la suspensión de Idomeneo. "Cancelar por miedo una ópera es lo último. Ya no nos van a quedar foros donde expresarnos libremente y buscar la provocación sin miedo. Desde el escenario lo que debemos hacer, ahora más que nunca, es una labor educativa que nos enseñe a respetar, pero también a poder criticar lo que no nos gusta". Parecía haber unanimidad en la condena a la actitud acobardada del teatro berlinés. Lo mismo que suscitó la representación de Ariadne auf naxos. Si el montaje escénico fue una demostración de trabajo sutil a las órdenes de la sencillez, hubo aplausos para los desconocidos pero contundentes miembros del reparto. En el prólogo de la obra, donde se tocan asuntos referentes a la creación artística con una honradez de exposición por parte de Strauss y Hofmannsthal, que resultan increíblemente lúcidos, la que más aplausos despertó fue Joyce DiDonato con su papel de compositor, un auténtico alter ego de los dos creadores austriacos. Pero fue Diana Damrau, con su papel de Zerbinetta, la que arrancó la mayor ovación de la noche con su endiablada aria en la segunda parte.
Fueron las dos triunfadoras de un reparto bastante compacto, de una ópera en la que las mujeres se enamoran de dioses de carne y hueso, con sus dudas, sus miedos y sus limitaciones, pero que parecen ajenos, todavía, a esa especie de locura fanática que se nos viene encima.
Babelia
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