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¡Felicitaciones, señor Aznar!

Si la lección magistral de Benedicto XVI en Ratisbona se ha prestado a críticas, menos doctrinales que en razón de su oportunidad, la del ex presidente del Gobierno en el Instituto Hudson de Washington merece sin duda un aplauso cerrado. ¡Pocas veces una percepción de la historia tan honda como la suya ha sido expuesta con tanta brillantez conceptual! Si el mundo islámico reclama que el Pontífice pida perdón por sus palabras, ¿cómo explicar que ningún musulmán le haya pedido perdón a él "por conquistar España y estar allí ocho siglos"?

En estos tiempos de recuperación de la memoria histórica, habrá que remontarse así mucho más atrás y exigir cuentas a quienes acabaron con el reino visigodo de don Rodrigo: crear asociaciones destinadas a establecer el número de víctimas de los precursores de Al Qaeda entre 711 y 1492. Tarea ingente, desde luego, pero que no debería desalentarnos: desenterrar fosas, calcular daños, establecer cifras fiables de damnificados y de sumas de vidas. Sin olvidar la demanda fundamental del perdón. Perdón por sus victorias, derrotas y ocupación ilegal de la Península, ya que no por boca de Tarik y Muza y de sus mandatarios Omeyas, sino por la de Marruecos y, mejor aún, de la Liga Árabe y de la Conferencia Islámica. Un acto de desagravio colectivo al señor Aznar y, a través de él, a la España violentada y sometida durante 800 años.

Lo malo de tan bien trabado razonamiento es que la culpa retrospectiva no puede extinguirse en una fecha precisa. Puesto que España existía antes de la llegada de la morisma, habría que exigir cuentas a quienes la invadieron antes: suevos, vándalos, alanos, visigodos. También ellos ocuparon nuestra patria y cometieron toda suerte de tropelías.

No se me ocultan las dificultades a las que se enfrentaría una comisión encargada de fijar pérdidas, atender reclamaciones, componer una relación de las víctimas, pero no podemos admitir a estas alturas del razonamiento del anterior jefe de Gobierno un plazo límite de prescripción. Porque los romanos conquistaron asimismo la España eterna, siguiendo el ejemplo de cartagineses, fenicios, griegos y tartesios. ¡Cuántas y cuántas afrentas impunes que exigen, si no reparación de pérdidas materiales, al menos una procesión penitencial de los sucesivos ocupantes frente a los despachos del señor Aznar!

La convicción del presidente de la FAES de que nos hallamos en guerra y "de que para combatirla es indispensable creer en vencerla" justifica sus sonadas declaraciones de hace unas semanas en la BBC. Según el héroe de Perejil y de las Azores, la OTAN debería bombardear Líbano, e Israel entrar en el Pacto Atlántico. Las muertes y destrozos ocasionados por la guerra de 33 días en el país de los cedros no bastaban, puesto que "Occidente no atacó al Islam, sino que nos atacaron ellos". Todos recordamos en efecto las venturas y desventuras del colonialismo argelino en Francia, el egipcio e iraquí en Reino Unido, el rifeño en Andalucía. La solidez de estos argumentos avala su sabia combinación de historiador escrupuloso y de político dotado, como su amigo Bush, de visión y de previsión.

"Necesitamos atlantistas y reconstruir Occidente", dice Aznar y, como ejemplo a seguir, cita a los Reyes Católicos, unificadores de España y descubridores de América. Pero su admiración por ellos, ¿se extiende igualmente a la creación del Santo Oficio y la expulsión de los judíos, como algunos de los oyentes de su lección magistral en el Instituto Hudson debieron preguntarse? Teniendo en cuenta que el islam, y no Al Qaeda constituye una amenaza que "está en todas partes y bajo la cual estamos todos", no es el momento adecuado no obstante para pararse en minucias.

Los españoles nos sentimos huérfanos desde que un oscuro compló etarro-islamista desalojó del poder al partido liderado por el señor Aznar.

Juan Goytisolo es escritor.

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