El compositor melómano
El músico Sabin Salaberri, compañero de Carmelo Bernaola en el Conservatorio de Vitoria, es un gran defensor del Auditorio
De la biografía de Sabin Salaberri (Aramaio, Álava, 1934) destaca su formación en el Seminario de Vitoria y su trabajo como jefe de estudios del Conservatorio Jesús Guridi de Vitoria con Carmelo Bernaola como director, a quien después sucedió en el puesto. Pero su vinculacion con la música se remonta a la infancia. "Toda mi familia tenía una gran afición por la interpretación musical. Es más, mi padre tenía un violín y recuerdo que formaron un cuarteto para tocar en los días señalados en la iglesia del pueblo". Salaberri habla del Aramaio de los años 30, la época en que el coro parroquial era casi el único referente musical para los vecinos del valle.
El compositor todavía conserva aquel violín y con él comenzó su hija los estudios musicales, pero "hay que reconocer que no es un Stradivarius", apunta con sentido del humor. Salaberri se inclinó por el piano. Los estudios con el organista del pueblo le permitieron llegar hasta el cuarto curso. Para entonces, su padre había fallecido después de una larga guerra (marchó en 1936 y volvió a casa en 1941, gravemente enfermo) y la familia optó, después de la formación primaria, por su ingreso en el Seminario de Vitoria.
Aquel centro, que contaba con 800 alumnos a principios de los años 50, era una auténtica factoría cultural. "En todos los ámbitos, eso hay que reconocerlo. Cuando habíamos salido de la situación angustiosa de la posguerra, los rectores tuvieron claro que debían orientarlo para conseguir una gran potencia intelectual y artística", recuerda Salaberri. Se forjó también una gran conciencia social, en su opinión, que trascendió en las luchas obreras de Vitoria. Pero no desmerecían tampoco en el deporte. "Teníamos un equipo de fútbol que competía con el Deportivo Alavés repetidas veces, con un estupendo delantero centro, al estilo de Zarra, que se llamaba José María Setién", actualmente obispo emérito de San Sebastián.
Salaberri vuelve a la que ha sido su dedicación vital: "En el seminario, la música no era una asignatura maría, sino una materia a la que se le daba mucha importancia", precisa quien al terminar sus estudios se ordenó sacerdote y como tal ejerció durante 17 años, siempre desde la enseñanza. "No hay más que visitar el archivo musical que se conserva, quizás uno de los mejores centros de documentación musicales del País Vasco, aunque prácticamente desconocido", resume.
El compositor de Aramaio dejó el sacerdocio, se casó, tuvo hijos y, después de trabajar en la ikastola Olabide, entró como profesor de Composición en el Conservatorio Jesús Guridi. Al de un tiempo, nombran a Carmelo Bernaola director del centro. "Desde el primer momento congeniamos", rememora. Quizás porque tenían un punto de enfrentamiento ineludible: el "Limitado", ese terreno de 565 hectáreas que se encuentra entre Otxandio, la localidad natal de Bernaola, y Aramaio, el pueblo de Salaberri, espacio por el que ambos municipios (y con ellos, Vizcaya y Álava) litigian desde el siglo XV. "Discutíamos siempre desde el buen humor -de otra manera, con Bernaola habría sido imposible-, y manteníamos nuestros debates al respecto, cada cual con sus razones, por supuesto", comenta Salaberri.
La relación entre ambos fue entrañable, apasionada. Lo cierto es que los dos músicos, cada cual desde su carácter y magisterio, han forjado una generación referente en el País Vasco. "Bernaola fue maestro en todos los campos, por supuesto en lo musical. Me enseñó lo que él llamaba música práctica; es decir, que había que resolver con rapidez las situaciones a las que se enfrentaba el compositor y ofrecer respuestas precisas para cada tipo de género: cine, sinfónica, electroacústica...", afirma Salaberri.
Salaberri recurre a un símil eclesiástico para definir su relación con Bernaola: "Yo he sido el monaguillo de Carmelo, él era el director de las ideas y yo era el que las ponía en práctica". Lo cierto es que de aquellas aulas del Jesús Guridi han surgido "directores de orquesta reconocidos en todo el mundo, instrumentistas de primera línea, compositores de música contemporánea, pero también de bandas sonoras". Y pronto surgen nombres como los de Bingen Mendizabal, Zuriñe Gerenabarrena, Gabriel Erkoreka, Alfonso García de la Torre, por citar algunos de aquellos alumnos.
Ahora, Sabin Salaberri, jubilado de la enseñanza, se dedica al impulso de la afición musical. Jugando en esta ocasión con una comparación deportiva, tan habitual en sus conversaciones con Bernaola, defiende el Auditorio de Vitoria con el fin de fomentar aún más la afición: "Si no tuviéramos el Buesa Arena, el Baskonia no contaría con la hinchada que le ha permitido conseguir esos triunfos".
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