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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enredo interpalestino

Un antiguo ministro de Exteriores israelí, Abba Eban, conocido por su adicción al sarcasmo, dijo que "los palestinos nunca perdían una oportunidad de perder una oportunidad". El prolongado y barroco cruce de declaraciones entre el presidente Mahmud Abbas y el líder de Hamás Ismail Haniya a propósito de un Gobierno de unidad entre las dos facciones parece darle la razón, aunque la última palabra diste presumiblemente de haber sido pronunciada.

Hace dos semanas, la Autoridad Palestina, que preside Abbas, anunció que en 48 horas se formaría un Gobierno conjunto entre Hamás, vencedor en las legislativas de marzo, y Fatah, la fuerza derrotada del presidente. El objetivo del movimiento terrorista era que la Unión Europea restableciera la ayuda económica, sin la cual no puede proveer los servicios públicos más básicos, y que está suspendida hasta que reconozca a Israel. Por supuesto, no hubo tal Gobierno. A continuación, Abbas decía el jueves pasado ante la asamblea de la ONU, que ese futuro Gabinete honraría todos los acuerdos suscritos con Israel, básicamente el de septiembre de 1993 por el que las partes, entonces la OLP y el Estado de Israel, se reconocían mutuamente. Ese compromiso incumplido no está denunciado, por lo que su aceptación por Hamás es condición para volver a la mesa de negociaciones, como quiere Abbas. A las 24 horas de la declaración presidencial, un portavoz del movimiento integrista declaraba que éste nunca formaría parte de un Gobierno que reconociera a Israel. Abbas retruca que las negociaciones tendrían ahora que partir de cero. Haniya, sin embargo, daba ayer una nueva vuelta de tuerca al subrayar que los contactos entre ambas facciones continuarían avanzando esta semana en Gaza.

Se trataría de hallar una fórmula digerible para Fatah y la comunidad internacional que no explicite, negro sobre blanco, tal reconocimiento de Israel. Y esa salida podría ser la de suscribir la declaración que hizo la Liga Árabe en su cumbre de Beirut de marzo de 2002, por la que todos sus Estados miembros, y entre ellos Palestina, establecerían relaciones con Israel a cambio de la retirada de los territorios conquistados en 1967. Lo que sí es un reconocimiento, pero sólo implícito. El Gobierno israelí ya rechazó la propuesta en su día y no parece que Ehud Olmert vaya ahora a darse por satisfecho. Pero no se trata de contentar a Israel, sino a los pagadores internacionales de la Autoridad Palestina.

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Todo ello se resume, al fin, en una insufrible charada. Hamás debe anunciar de inmediato su disposición a reconocer a Israel, aunque con reciprocidad. En otro caso, Abba Eban volverá tristemente a tener razón.

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