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Los propietarios creen que el problema es la calle

"Si yo viviese en la Meridiana, pediría que la cerrasen al tráfico a partir de las diez, por ruidosa". Joan Mas, propietario de los locales Jamboree, La Cova del Drac y Moog, acude a la ironía para destacar que "Barcelona se parece cada día más a Afganistán, donde la música está prohibida". Y sigue: "Si esto fuese París, a un local como La Paloma lo llevarían con un mimo extraordinario, porque salas tan singulares, bonitas y antiguas merecen entrar en cualquier guía turística".

Más aún: Joan asegura que "el Ayuntamiento tiene en precario a los locales musicales y discotecas, pues así puede cerrarlos cuando hay presión vecinal. A mí me costó 12 años tener la licencia para el Jamboree. Y como cada cuatro días se dicta una nueva normativa, resulta casi imposible cumplir todos los requisitos para trabajar". Joan aconseja a los políticos "que entiendan que para pagar impuestos, formar una familia y tener amigos hace falta salir, porque salir no es delinquir, sino relacionarse, y además la música es arte".

Y hablando de salir, la salida del público de los locales nocturnos es el principal foco de quejas que mueven a los vecinos a denunciarlos. Así se han pronunciado los responsables de Bikini, Apolo y KGB, sala recientemente cerrada de forma temporal "porque nos pasamos de horario y porque en una esquina había tres personas en un coche con la música a todo volumen y las ventanillas bajadas", dice Xavi Rivases, jefe de programación de la sala. "Cerrábamos más tarde porque así la salida de público se realizaba de forma escalonada y porque lo habíamos pactado tácitamente con el distrito. Pedimos una entrevista con el nuevo responsable y aún la estamos esperando. Lo que nos ha llegado es el cierre temporal". El administrador del local, Lluís Llobet, dice que han interpuesto un recurso de alzada contra el cierre.

Jorge Rodríguez, programador de Bikini, hace hincapié en el mismo asunto. "¿Por qué he de responsabilizarme de lo que la gente haga en la calle si encima no les puedo dejar fumar en el interior?". La ley antitabaco ha generado un nuevo problema: el público ha de salir fuera a fumar, y en cuanto se juntan más de 20 personas, el murmullo es inevitable. "¿Qué hemos de hacer, elevar un tabique en una sala de conciertos para separar a los fumadores de los no fumadores?", se pregunta Pau Manté, presidente de la ASAC (Asociación de Salas de Concierto de Cataluña), organismo que en breve tomará cartas en el asunto y que ya lo abordó de manera informal en una reunión.

Para evitar que el público acceda a Bikini por Déu i Mata, Jorge Rodríguez está construyendo otro acceso desde la Diagonal. "Las administraciones deberían ayudar a solventar problemas y facilitar la mejora de las infraestructuras de los locales, más que fomentarlos. Si cierras a una hora en la que la gente aún quiere seguir disfrutando, haciendo así imposible la salida escalonada, y si no dejas fumar en el interior, ¿cómo no vas a estar a expensas de un vecino que oye ruidos?".

Todos los consultados aceptan que exista una normativa, que haya seguridad en las salas y que no se generen molestias con su ruido interior, pero entienden que la calle ya no es responsabilidad suya. Y si lo es, Jorge Rodríguez se pregunta: "¿Por qué nadie responsabiliza al Fútbol Club Barcelona del ruido que hacen los asistentes al Camp Nou cuando salen de los partidos?". La cuestión es que, como indica Xavi Manresa, productor de conciertos, "esta ciudad se está poniendo cada día más difícil para la música en vivo".

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