Una agradable rutina
Mientras el Partido Popular y los socialistas juegan al ratón y al gato con la moción de censura, la vida sigue su paso ajena a los avatares de la alta política. Hemos dicho adiós al verano, han llegado las primeras lluvias -escasas, como siempre- y los niños han regresado al colegio.
En este panorama de agradable rutina, el comienzo del curso escolar ha resultado inusualmente tranquilo. Como los ciudadanos de la Comunidad Valenciana estamos poco habituados a que las cosas funcionen con normalidad, la situación nos ha dejado a más de uno con la boca abierta. A otros, como a la oposición y los sindicatos, la novedad les ha cogido con el paso cambiado. Lo cierto es que, por primera vez en muchos años, las protestas de los padres han sido discretas y el número de alumnos que no han logrado entrar a clase, por uno u otro motivo, realmente bajo. Los problemas más comunes continúan ahí, pero nos hemos acostumbrado a ellos y resultan menos escandalosos.
De la lectura de los periódicos, se advertía que los sindicatos y la oposición se habían visto sorprendidos por el cambio y trataban de modificar sus discursos sobre la marcha. Su postura contrastaba con la euforia del Gobierno y, especialmente, de la Consejería de Educación. La impresión, en todo caso, es que el contraste no era esta vez tan excesivo como en anteriores ocasiones. Ante la pérdida de gas de sus contrarios, Font de Mora ha intentado recomponer la figura. Por desgracia para el poeta consejero, hay demasiada Ciegsa detrás para otorgar algún valor a sus palabras. El día que su Gobierno permita el libre acceso a las cuentas de la sociedad, quizá podamos ver las cosas de otra manera. Mientras tanto, seguiremos pensando que la historia de la compañía reúne todos los ingredientes de un buen argumento de novela negra.
Por lo demás, la normalidad del inicio del curso escolar no presupone la buena salud del sistema, como se ha pretendido mostrar de forma interesada. La Consejería de Educación tiene el mérito de haber provocado esa sorpresa, y hay que reconocerle su trabajo, pero eso no le autoriza a ir más allá. Que los escolares dispongan de plaza no supone que la escolarización sea óptima, ni mucho menos. Mientras la Comunidad Valenciana lidere el crecimiento del fracaso escolar, no tenemos razones para mostrarnos orgullosos. Que aumente el número de barracones quiere decir que las previsiones no han estado bien hechas. Font de Mora sabe perfectamente que los problemas del sistema educativo valenciano no han desaparecido y que erradicarlos requerirá trabajo, tiempo y mucho dinero.
A propósito del dinero, los economistas liberales sostienen que los problemas de nuestra educación no se resuelven aumentando el presupuesto. Es probable que tengan razón estos economistas y que el dinero, en sí mismo, no solucione unos males que son también los de la sociedad. Pero hasta que las condiciones materiales no sean las mismas que las del resto de Europa, habrá que invertir en educación. Sólo de esa manera podremos conocer las verdaderas causas del fracaso y establecer las comparaciones que se quieran. El día que desaparezcan los barracones, y el número de alumnos por clase sea razonable, cuando nuestros colegios dispongan de ordenadores, bibliotecas, gimnasios, laboratorios tal como sucede en otros países, el consejero Font de Mora podrá presumir de su trabajo. Hasta entonces, deberá esperar, como parece razonable.
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