Vías secundarias
El fracaso escolar obliga a los estudiantes a elegir otros caminos para afrontar un futuro laboral incierto
¿Cómo se mide el fracaso escolar en España? Se cuentan los chicos con 16 años y se mira quiénes han sacado el título y quiénes no. Pero ese cálculo no tiene en cuenta quiénes han repetido algún curso -algo muy usual, le ocurre al 38% de los alumnos de 15 años-y, por tanto, obtienen el título a los 17 o a los 18. En los institutos hay matriculados alrededor de un 35% de alumnos con 16 años pero en torno al 10% tienen 17 y casi un 1% cuenta 18 años. Por tanto, todavía no es tarde para ellos. Son datos de 2002, pero estas cifras no varían sustancialmente cada curso. Sin embargo, el Ministerio de Educación fijó esta semana el fracaso escolar en un 30% sin tener en cuenta las posibilidades de titular que aún tienen muchos alumnos. Porque a estos que aún permanecen en los institutos hay que sumar los que se conceden una segunda oportunidad en las escuelas de educación para adultos. Alrededor de un 36% de los que se matriculan en estos centros tiene entre 16 y 24 años, más jóvenes que adultos, y estos, en su mayoría, están allí para sacarse el título que no obtuvieron en su día.
La adolescencia está llena de baches, algunos propios de una edad del pavo contra la que no pueden luchar ni padres ni profesores, y otros, sencillamente, pueden imputársele a la vida misma: familiares que mueren a mitad de curso, enfermedades que dejan en casa al estudiante durante meses, problemas con los padres...
A pesar de esto, quizá hay un factor que esté engordando la lista del fracaso escolar en España, pero el Gobierno no tiene datos para demostrar si son o no los inmigrantes. Ellos se incorporan tardíamente a un sistema educativo que les es extraño, del que a veces no conocen ni el idioma, y muchos desesperan en las aulas hasta cumplir los 16 y salir a trabajar. En casa necesitan dinero, una situación que conoce bien un puñado de generaciones de españoles. Puede que ahora les toque a los inmigrantes ceder a la pobreza. Pero la escuela pública está obligada a llegar donde no llegan las familias.
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