Dos buques de la Armada buscan otro barco con cientos de inmigrantes cerca de Canarias
Los 160 sin papeles paquistaníes que arribaron a Tenerife prestan declaración ante la policía
Dos buques de la Armada española que navegan a 40 y 50 millas de distancia de Canarias han recibido la orden de impedir la llegada a las islas de un segundo barco con cientos de inmigrantes a bordo, según confirmaron fuentes oficiales. La operación es similar al despliegue que hace meses consiguió la huida del Miss Gambia con otro grupo de inmigrantes a bordo y que, tras un segundo intento, burló toda la vigilancia, cruzó las islas y fue localizado frente a las costas de Cádiz el pasado mes de mayo. Por otra parte, los 160 inmigrantes asiáticos retenidos en Santa Cruz de Tenerife tras llegar el jueves a bordo del Al-Mari, han comenzado a declarar ante la policía.
El delegado del Gobierno en Canarias, José Segura, no compartió esta información. Segura insistió que "no se puede desmentir algo que puede ocurrir como se ha demostrado en anteriores ocasiones, pero no tenemos noticias de esta operación concreta". Las aguas de Canarias las cruzan cada año miles de embarcaciones que no son identificadas y que sólo reciben ayuda cuando lanzan un SOS.
Por otro lado, los 159 inmigrantes asiáticos retenidos en Santa Cruz de Tenerife que llegaron el jueves por la noche a bordo del destartalado pesquero Al-Mari, permanecerán durante dos días más en el almacén logístico de Salvamento Marítimo en el puerto de la capital a la espera de su embarque en vuelos de repatriación o a su ingreso en un centro de internamiento.
La Delegación del Gobierno ha extremado la vigilancia de este grupo al tratarse de ciudadanos procedentes de la República Islámica de Pakistán, en su mayoría de la etnia suní. Los inmigrantes desayunan, almuerzan y cenan con normalidad, presentan un estado de salud "óptimo" y contestan con "normalidad" a los interrogatorios a los que les someten las Fuerzas de Seguridad. Los agentes reciben ayuda de un traductor de las distintas lenguas paquistaníes, varios voluntarios intérpretes de árabe y otros de inglés, ya que entre el grupo también se encuentran ciudadanos que han declarado proceder de la India.
Si hoy domingo fracasan las negociaciones para repatriarlos de inmediato, cumplidas las 72 horas de retención deberán pasar a disposición judicial y se decidirá su posterior ingreso en un centro de internamiento o cuartel militar, hasta ayer completamente desbordados superando más del triple de su capacidad original.
Un ejército de policías, sanitarios y autoridades se desplegó la noche del jueves para esperarlos a las 10 de la mañana del viernes, cuando el pesquero Al-Mari (expresión en urdu, la lengua oficial de Pakistán, que podría significar los desolados o los desesperados) entraba en una de las dársenas del puerto de Santa Cruz de Tenerife. El casco está completamente oxidado, pero recién pintado con urgencia y a mano, con los colores azul, en la zona más cercana al mar, y granate en la que rodea la cubierta. La cabina de mando y los cuatro mástiles que soportan aparejos, grúas y sistemas de comunicaciones están pintados de blanco y no presentan mal estado a simple vista. En el costado de estribor, una plancha de madera blanca tiene escrita a mano en negro la palabra Al-Mari con letras mayúsculas. El barco no tiene bandera, ni libro de navegación, ni documentación que lo acredite para el transporte de pasajeros, aunque fuera de forma tan apelotonada como los que se encuentran aquí. "Por fuera estaba recién pintado, pero dentro era una auténtica bañera putrefacta y herrumbrosa", declaró a este periódico Antonio Padrón, capitán marítimo de Santa Cruz de Tenerife. Según sus técnicos, el barco carecía de botes de salvamento, tenía múltiples grietas por donde entraría agua de lluvia o mar embravecida, numerosas reparaciones con chapas endebles y las máquinas estaban "sucias, conectadas con mangueras de juguetes".
200 toneladas de combustible
El motor de 250 caballos, que movía el navío a 5 nudos (unos 9 kilómetros por hora), aún tenía unas 200 toneladas de combustible, suficientes para alcanzar un puerto andaluz. El vetusto equipo de radio de onda media y la energía eléctrica no funcionaban. No había agua, ni baños, ni duchas. Tampoco ventilación en los compartimentos interiores. El ancla de la proa sólo estaba sujeto a una cadena pequeña. Las dos bodegas que alojaban a 60 personas cada una (el resto viajaba en la cubierta) estaban llenas de líquidos pastosos, mezcla de restos de comida, excrementos, aceites, combustibles y agua. Para acceder a ella no había ni escalas, ni peldaños. Un funcionario de Salvamento Marítimo se hirió de importancia al caer en uno de estos depósitos.
Algunos datos aportados por Padrón apuntan a las intenciones de la tripulación: el pesquero no tenía timón. Los expertos concluyen que los subsaharianos al mando de la nave lo arrancaron en cuanto vieron tierra, probablemente tenían pensado huir en el único bote pequeño que había y dejarían a los inmigrantes a la deriva para evitar que pudieran navegar por su cuenta.
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