"No tengo método; tengo sudor y lágrimas"
Héctor Alterio tiene 76 años, el doble del personaje que protagoniza en la adaptación teatral de El túnel, de su compatriota el argentino Ernesto Sábato. Diego Curatela, el autor de la versión de la obra, y Daniel Veronese, el director, pensaron que Alterio era el único actor capaz de transmitir la neurosis paranoica del pintor Juan Pablo Castel, que se obsesiona por el amor de una mujer que ha entendido su obra y acaba asesinándola. Y Alterio, curtido en un gran número de batallas teatrales, en Argentina y en España, aceptó el reto y el resultado de ello es la interpretación que han visto ya en muchas ciudades españolas; ahora se estrena en Madrid, en el Bellas Artes.
Pregunta. ¿Llevaría a un amigo a ver El túnel?
"Sábato es un hombre que ha dado muchas batallas morales, un admirable luchador"
Respuesta. Sí, claro, para que vea un entretenimiento honesto, una puesta en escena nada convencional, con una creatividad de Veronese que me parece notable. Y ofertamos a un autor entrañable por muchas razones, un hombre que ha dado muchas batallas morales. Admirable luchador en tiempos oscuros.
P. ¿Cuáles son los ingredientes que le hicieron aceptar la obra?
R. Yo conocía la novela, claro, que es de 1948, cuando yo era un adolescente. Y la vi en el cine, en las versiones de Saslavsky, en Argentina, y de Drove, en España, ambas notables. Me la ofreció Veronese hace tres años, para La Abadía; me interesó enseguida: más allá de la historia misma, entendí la neurosis de ese hombre, pensé que a partir de El túnel podría lograrse un gran entretenimiento teatral.
P. Usted habla mucho de entretenimiento pero la obra es muy dura.
R. El espectador que va al teatro no va a masoquearse, viene a entretenerse, aunque se cabree, aunque se indigne, aunque llore. Entretenimiento es lo que puede ofrecer el actor con su talento en la escena. La ventaja que tiene el teatro es que puede mejorar, en cualquier caso, la experiencia personal que cualquiera tuvo anoche. Depende del actor. Y es que como decía Bonavena [ex boxeador argentino], cuando sales al ring, suena el gong y te quitan la banqueta ya te quedas solo, es tu responsabilidad hacer más grande la vida al que te mira. Cuando salgo al escenario peleo con el público, con el texto, y eso me rejuvenece, me hace sacar lo mejor de mí mismo, me enfrento al silencio del público, sé que vivo gracias a ese silencio.
P. ¿Cómo se transforma uno en un personaje?
R. También hice de cura, de represor, de cosas que no he sido ni seré nunca. Para hacer esos personajes tienes que comprenderlos. En este caso tengo que comprender a Juan Pablo Castel, por qué se enamora, por qué mata a la mujer que ama.
P. ¿Ha entendido a Castel?
R. Sí. Claro, yo sería más racional que él, pero hay mucha gente que tiene sus actitudes. Así que cuando me enfrento a su enamoramiento, a sus celos, y a sus consecuencias, no lo justifico pero lo entiendo.
P. No le imagino matando.
R. ¡Ni pensarlo! Castel tiene en la novela 38 años, está poseído por la paranoia, por los celos. Y yo tengo 76 años; Curatela y Veronese se las han arreglado para que yo cuente la historia desde mi edad, ni cambio mi voz ni nada; tengo unos cómplices en el escenario que me permiten contar esa historia, con toda la verosimilitud que está a mi alcance y que coincide con esa insistencia obsesiva de Sábato: buscar la verdad, hallarla, compartirla con el espectador. ¿Cómo? Cuando me preguntan cuál es mi método siempre digo lo mismo: no tengo método; tengo sudor y lágrimas.
P. María Iribarne es la mujer a la que mata Castel en la obra.
R. Su enamorada. Es un personaje inventado; me imagino que formaba parte de los delirios de Ernesto. Vuelve loco a Castel con su ambigüedad.
P. Al venir a España usted tenía la edad de Castel...
R. Hace 32 años, la edad de mi hija. Lo festejamos en el último festival de San Sebastián...
P. ¿Y cómo ha ido viviendo en este país?
R. Recibí ayuda en seguida, en aquellos años en los que aquí seguía el franquismo y nosotros teníamos la dictadura militar. Estaba amenazado, por eso me vine. Aquí me dieron una palmada, una mano, una casa, trabajo, dinero. Después vino el despertar de este país; recuerdo una manifestación emocionante, en Las Salesas, tras la matanza de los abogados de Atocha... Un día escuché La Internacional en la Gran Vía, y tuve miedo: ¡en mi país decir la palabra comunista era entonces algo terrible! Pero ese miedo duró poco.
P. ¿Alguna herida en el recuerdo?
R. Sí, pero cicatrizada. De gente que me tenía que haber ayudado y no me ayudó. Y aquí y allá, gente que se cruzaba de acera, para no comprometerse. Cicatrizadas.
P. ¿Y las heridas de su país también están cicatrizadas?
R. Estamos en ese proceso. Hay algo que me conmueve. En la sede de la ESMA
[la Escuela Superior de Mecánica de la Armada], donde torturaron los militares, hay ahora un museo; lees el cartel, Museo de la Memoria. Que nadie se olvide. Conmovedor.
P. Todo país tiene su túnel.
R. ¡Y a veces varios, y si no que lo digan Gallardón o Álvarez del Manzano!
P. Y todo hombre también tiene su túnel.
R. "María y yo vivíamos en túneles paralelos, éramos dos seres idénticos, estábamos juntos y yo no la vi. Quizá hubo un solo túnel, el mío, oscuro y solitario". Creo que así termina El túnel, en su versión teatral.
P. En usted parece que hay pocos túneles...
R. Algunos hay, pero tienen salida.
Diez años con Sábato
Diego Curatela es escritor, tiene 34 años y desde hace una década trabaja con Sábato como secretario; a lo largo de este tiempo, desayuna, almuerza, cena con su maestro, y un día se sorprendió viendo que el autor de Sobre héroes y tumbas se sigue emocionando hasta las lágrimas con la historia de El túnel. "Emociona verle así, desbordado aún por las pasiones, con la misma fuerza, a pesar de la debilidad de los años".
Curatela volvió sobre la obra, quiso que viviera una nueva vida y la hizo teatro. Lo habló con Sábato, y éste le dijo: "Ahora te toca a ti. El túnel es tuyo". Él es asistente de dirección de Daniel Veronese, que luego dirigiría también esta versión teatral. La trajeron a España, primero a Segovia. Antes que nada, el joven adaptador quiso que se mantuvieran intactas "las pasiones literarias que hacen paradigmáticos a los dos personajes fundamentales de la obra de Sábato".
Héctor Alterio fue desde el principio la opción para interpretar a Castel, "un personaje al que tienes ganas de abrazar o ahorcar". "Consigue", dice Curatela, "encarnar en el teatro cosas que también están en el libro de Sábato; baja los arquetipos a niveles humanos, y eso le confiere a la obra la pasión que Sábato le dio a Juan Pablo Castel y a María Iribarne [que en el escenario español interpreta Rosa Manteiga]".
A Curatela le han admirado "el compromiso, la compenetración con el trabajo" que ha mostrado Alterio: "¡En la primera lectura del libreto ya se lo sabía de memoria!".
Babelia
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