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Perfil | Jorge Dezcallar

El precio de la independencia

En un país como España en el que la alternancia política, en el ejecutivo central, los autonómicos y los ayuntamientos, conlleva el relevo de un número creciente de probos funcionarios -altos cargos, pero a veces incluso de rango modesto-, Jorge Dezcallar es una excepción.

Este diplomático mallorquín, de 60 años, ha intentado siempre ser un independiente, al servicio de cualquier gobierno salido de las urnas. Durante largos años lo logró. Con Felipe González en La Moncloa fue director general de Asuntos Políticos y también de África. Siguió incluso asesorándole cuando, tras dejar la presidencia, desempeñó una labor mediadora en la ex Yugoslavia. José María Aznar no le guardó rencor. Le nombró primero embajador en Marruecos y, en 2001, le puso al frente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Fue el primer civil que dirigió el servicio secreto español.

"Ambos, González y Aznar, apreciaron la clarividencia de sus análisis y su empeño por servir con lealtad al Estado", recuerda un amigo de Dezcallar. En periodos turbulentos, la estima, sin embargo, se esfuma. "Los políticos creen que si no estás con ellos estás contra ellos", se quejaba ante sus amistades el jefe de los espías. "¡Cuánta experiencia y competencia desaprovechan!".

El vía crucis de Dezcallar empezó tras el 11-M, cuando fue marginado de las reuniones decisorias que presidía Aznar en La Moncloa. Continuó después con el PSOE. Había sido nombrado por consenso, por un periodo de cinco años, pero José Luis Rodríguez Zapatero cedió ante su ministro de Defensa, José Bono, que quería colocar en el CNI a Alberto Saiz. Cuando aún le quedaban dos años de mandato, Dezcallar fue destituido, aunque su amigo, Miguel Ángel Moratinos, recién nombrado ministro de Exteriores, le proporcionó una salida airosa: la Embajada de España ante el Vaticano.

Duró poco en el cargo. El fallecimiento de su esposa Pilar, a finales de 2005, le incitó a dimitir para poder regresar a Madrid y vivir cerca de sus tres hijos. Cuando se enteró de que estaba disponible, Antoni Brufau, presidente de Repsol YPF, le fichó para dirigir un consejo estratégico internacional que, como otras grandes multinacionales, proyectaba poner en pie. Dezcallar aceptó el reto de asesorar a la petrolera sobre su estrategia inversora.

El despechado servidor del Estado acabó al servicio del sector privado. Aun así sigue pagando un precio por su trayectoria independiente. En el PP surgen voces para denunciar el "premio" que Brufau, afín al Gobierno, da a Dezcallar por su "polémica" actuación al frente del CNI durante el 11-M.

SCIAMMARELLA

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