"¿Qué es Europa? Nada"
Oír hablar a Eduardo Lourenço (Guarda, Portugal, 1923) es asistir siempre a una lección de inteligencia. Sus charlas de café, como las llama él, tienen la misma lucidez y profundidad que encierran sus libros o sus artículos: siempre optimista y juguetón en el tono, siempre demoledor con las contradicciones que forjan las identidades de los pueblos, las religiones, los imperios, la conciencia.
Ayer, en Lisboa, el ensayista y poeta decía: "Yo soy muy europeo, como todos nosotros. Todos lo somos más de lo que sabemos. Pero sólo cuando nos encontremos enfrente o en medio de una cultura que no es europea. Esa no identidad, esa identidad virtual hecha sólo de negaciones, es un privilegio extraordinario, una promesa de futuro. Significa que otros pueblos podrían compartir nuestra no identidad. Todos aquellos que no crean en la afirmación egoísta de uno mismo, que es el virus de la historia".
"El iberismo debería ser nuestro estado natural"
"La no identidad es fantástica", continúa el autor de El laberinto de la saudade. "Es un lugar de apertura. Por eso yo no envidio tanto a los pueblos que saben lo que son. Nosotros no sabemos lo que somos y ésa es la verdadera identidad del hombre, ya lo dijo Sócrates. La esencia del cristianismo no contraría eso: el ser supremo no es físico, ni tangible. Pero si Dios no es físico, ni tangible, sino un espacio de libertad infinita, ¡no puede servir de pretexto para ejercer la violencia contra los otros!".
Quizá eso es lo insólito del pensamiento de Lourenço. Cuando parece que se ha puesto a divagar, de repente vuelve de golpe a la tierra y está hablando de la actualidad más caliente. "Europa no puede dar una respuesta eficaz a los problemas inmediatos del mundo porque, aunque lo crea, no es la recreación del Imperio Romano. Europa siempre está revisitando Roma. Ése fue el paradigma que ninguna nación ha conseguido emular. Y la matriz de la Unión Europea. Pero las mejores películas de romanos se hacen todavía en Hollywood. Lo que demuestra que Europa no se cree la amenaza del islam. Fuimos la milicia de Cristo en la Contrarreforma, soñamos que éramos los Quijotes del mundo al ir a Oriente y a América, inventamos la nación. Ahora no somos más que un conjunto de naciones insatisfechas y contradictorias, herederas de un pasado salvaje y violento forjado en guerra civil permanente. ¿Qué es Europa? Nada".
¿Quizá el nido donde se hizo mayor Günter Grass? "Grass tiene razón doblemente. Por el coraje de confesar y por la contradicción de que en cierto momento fue la conciencia de la otra Alemania. Es fantástico que haya sido capaz de decirlo, esa forma de subirse a la cruz del arrepentimiento. ¿Quién quiere tirar la primera piedra? Ningún pueblo es capaz colectivamente de castigarse así. Se ha escrito mucho sobre el nazismo, pero nadie sabe bien lo que pasó. Es historia interna, subterránea. Si un pueblo entero de Europa no especialmente guerrero y que comenzaba a ser uno de los más ilustrados y cultivados de todos de repente se volvió loco, Europa debió tener algo que ver. Es pura historia interna. ¿O no contó en el ascenso de Hitler la violencia que había sufrido antes Alemania a manos de Europa? La historia de Grass es sólo un resumen de la monstruosidad y la locura de la historia europea".
Lourenço recogerá hoy en Badajoz el Premio Extremadura a la Creación, dotado con 42.000 euros y que la Junta concede anualmente a la mejor trayectoria literaria de un autor iberoamericano. Suma su nombre al de Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Goytisolo o José Saramago. Con el autor de El fascismo nunca existió han sido galardonados el pintor chileno Alfredo Jaar y los extremeños Eugenio Fuentes (Literatura) y Javier Fernández de Molina (Artes Plásticas). Así que la ocasión la pintan calva para que Lourenço se explaye sobre las relaciones de España y Portugal. "El iberismo debería ser nuestro estado natural, es nuestra realidad histórica de muchos siglos. La Península siempre fue una confrontación de diversidades que se han llevado bastante bien muchas veces. Las dificultades de convivencia solían venir del exterior. Ahora vivimos un iberismo práctico, sin connotaciones centralistas o imperialistas. Nadie quiere unificarnos por la fuerza. Es admirable cómo España maneja dialogando las tentaciones de fugas separatistas, que por otro lado son irreales. Los portugueses, a nuestra manera suave, nos las arreglamos para imponer de forma natural nuestra autonomía, relativa como todas, a aquel viejo centralismo intolerable. Europa y el mundo tienen hoy tal ambición de uniformidad, que las tentativas de edificar castillos individuales ya no cuajan fácilmente".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.