Las reglas de Morales
En democracia, las reglas del juego no se deben cambiar en mitad del partido, salvo por amplio consenso nacional. La decisión del presidente de Bolivia de modificar la forma en que la Asamblea Constituyente reformará la Constitución para tener carta blanca es un preocupante desliz chavista hacia el autoritarismo. Así, Evo Morales no sólo no recuperará la popularidad que está perdiendo, sino que pone en riesgo la estabilidad del país. A diferencia de Venezuela, en Bolivia hay un serio riesgo de ruptura social y geográfica, pues las provincias más ricas no siguen al presidente, como lo demostraron aprobando en julio su autonomía en contra del criterio del presidente.
Morales arrasó en las elecciones presidenciales de diciembre tras un periodo de inestabilidad al que él mismo contribuyó en buena parte. En julio, en los comicios a la Asamblea Constituyente, su partido MAS (Movimiento al Socialismo) revalidó esa mayoría, pero no con la fuerza suficiente, dos tercios, para redactar una Constitución a su antojo. Esa situación le obligaba a pactar con la oposición, lo que en sí no era malo. La semana pasada, sin embargo, decidió dotar a este órgano de carácter "originario", es decir, desvinculado de toda la legislación precedente, y que la nueva Carta Magna se votara artículo por artículo por mayoría simple, lo cual le confiere poderes absolutos, aunque al final un referéndum tiene que ratificarla.
El enorme apoyo popular de que gozó Morales se debilita. Casi todos los sectores sociales están descontentos. Los más pobres, por no haber cumplido; otros, por excederse. Ha tenido que dar marcha atrás en su intento de vender gas a Chile sin haber logrado antes una salida al mar para su país, cuestión que estuvo en la base de las grandes protestas encabezadas por el propio líder indígena en 2003.
Su política de nacionalización de hidrocarburos ha incumplido los acuerdos en vigor y colocado la carreta delante de los bueyes. Está quedando patente la ineficacia del Estado a la hora de extraer y comercializar estas materias primas, tarea que requiere unos conocimientos y especializaciones de los que la nueva empresa nacional carece, ni Venezuela puede aportar. Los planes no están saliendo como esperaba. Tampoco es bueno, pues Bolivia está necesitada de justicia social, pero también de eficacia económica y de una justicia garantista e independiente. No es amedrentando a las empresas extranjeras como resolverá sus problemas. Morales debe serenarse. Su elección supuso el ascenso democrático de los indígenas y la reparación de una injusticia histórica. El ejercicio del poder no debe transformar aquel logro en una dictadura.
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