El futuro es una cosa menor
El mexicano Alfonso Cuarón consigue un filme correcto y técnicamente saludable con 'Los hijos de los hombres', pero no pasará a la historia del cine de ciencia-ficción
El mexicano Alfonso Cuarón había anunciado que Los hijos de los hombres, su incursión en el género futurista, no tenía nada que ver con Blade Runner. Resultó cierto, tanto por calidad como por cantidad. Los hijos de los hombres no ingresará, con toda probabilidad, en el panteón de las obras maestras. Es una película técnicamente saludable (la acción bélica está estupenda) y con detalles de inteligencia en la recreación de un futuro espantoso y a la vuelta de la esquina, pero, una vez vista, se escurre sin dejar rastro por el desagüe de la memoria.
Estamos en 2027 y, por razones desconocidas, la humanidad ha dejado de ser fértil. Las mujeres no producen hijos. La inexistencia de niños y la garantía de que la especie se extingue generan caos, violencia y totalitarismo en todo el planeta. El Reino Unido, protegido por su insularidad, ofrece una vida ligeramente menos infernal que la de otros países, lo que atrae a hordas de inmigrantes que son recibidos, tratados y expulsados como ratas. Entonces aparece una mujer embarazada, la clave de la historia, y el gobierno y la oposición armada intentan hacerse con ella.
La película estaba condenada de antemano a moverse en escenarios de basura y tinieblas. Cuarón consigue, sin embargo, alejarse de la tentación bladderunneriana y crea un mundo inmediato, perfectamente reconocible, como un presente mal envejecido. No hay grandilocuencia ni frases para el mármol, cosa muy de agradecer. La cámara es casi siempre manual, agilísima, lo que presta al asunto la frescura de un documental televisivo. Y las secuencias bélicas consiguen en algunos momentos clavar al espectador contra el respaldo de la butaca. Los exteriores están rodados en escenarios reales (el Londres actual ligeramente ensuciado y la campiña inglesa) y evita los penosos homenajes al cartón piedra que caracterizan con frecuencia las incursiones en el futurismo.
Dicho esto, Los hijos de los hombres pertenece a una categoría menor y se encontrará más cómoda en la pequeña pantalla que en los cines de estreno. Es como si después de Harry Potter y el prisionero de Azkaban, el anterior trabajo de Alfonso Cuarón, el director mexicano hubiera decidido limpiar fondos con un encargo relajante.
Esta edición de la Mostra de Venecia está resultando en cierto sentido desconcertante. A mitad de festival, casi todas las películas seleccionadas para el concurso han resultado al menos visibles. Ése no solía ser el caso en las ediciones inmediatamente anteriores. La escasez de pestiños infumables constituye, en teoría, una bendición; en la práctica, reduce la calidad de vida del espectador asiduo. Otros años había bastantes películas que permitían echar una siestecilla a mitad de proyección sin ninguna mala conciencia: al despertar, la cámara seguía donde estaba, los actores seguían diciendo más o menos lo mismo y seguían faltando tres horas para el final. En la edición número 63, la prensa especializada tiene que resistir con un rato escaso de sueño nocturno. Y se enfrenta a un pronóstico incierto respecto a los premios, porque ya hay tres películas con candidatura solvente.
Por ahora, las dos películas más apreciadas por crítica y público son La reina, la sobria y al tiempo grandiosa reflexión de Stephen Frears sobre Isabel II, y Miedos privados (o Corazones: hay un poco de lío con el título definitivo), el precioso mecanismo de relojería emocional presentado por el gran Alain Resnais. A poca distancia, Hollywoodland, la exhibición de Adrien Brody como detective privado en el Los Ángeles de los cincuenta. Las tres podrían alcanzar el León de Oro sin que nadie se espantase.
Reencuentro
Hasta ayer, sólo Síndromes y el siglo, un producto tailandés de ritmo narrativo geológico, había mantenido viva la tradición de la siesta (como en "si esta película gana algo, no vuelvo nunca más"). Ayer se proyectó otro filme de la misma categoría, Fallen, de la joven directora austriaca Barbara Albert.
Fallen se basa en el reencuentro de cinco antiguas compañeras de colegio en el entierro de uno de sus profesores. Según Barbara Albert, el objetivo consistía en que el público se identificara con ellas y con sus pequeñas historias personales. Lo cual no ocurre. Fallen no hace ningún favor al género femenino, ni a la humanidad en general. Nada de lo que ocurre tiene interés. Puestos a comparar, Síndromes y el siglo, con toda su languidez y su hermetismo, resultaba más graciosa.
LA JORNADA DE HOY
'Bobby', de Emilio Estévez. Es una reconstrucción de la noche de 1968 en que Bob Kennedy, hermano del asesinado presidente John Kennedy, fue a su vez asesinado. La película cuenta con un reparto de lujo (Anthony Hopkins, Sharon Stone, Helen Hunt, Demi Moore, William Macy, Laurence Fishburne) y es esperada con mucha curiosidad.
'The Fountain', de Darren Aronofsky, fábula sobre un inmortal que combate durante mil años por la mujer que ama. Se espera con cierto temor.
Babelia
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