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Los Mossos han desalojado 150 casas ocupadas desde que están desplegados en Barcelona

Por cada 10 desalojos se producen ocho o nueve usurpaciones, asegura un inspector de la policía

Jesús García Bueno

Los Mossos d'Esquadra han desalojado 150 casas ocupadas de forma ilegal desde que en noviembre pasado iniciaron su despliegue en Barcelona. La mayoría de las intervenciones se saldaron sin incidentes y en 30 de los desalojos fue necesaria la actuación de equipos especializados de la policía autonómica. Según el coordinador de seguridad ciudadana de los Mossos en Barcelona, Josep Saumell, el colectivo okupa sólo está detrás de una pequeña parte de las usurpaciones de inmuebles. Saumell reconoció además que por cada 10 desalojos se producen "ocho o nueve" nuevas ocupaciones.

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Mal que les pese y sin que sirva de precedente, mossos y okupas están de acuerdo en una misma cifra: en Barcelona habría alrededor de unos 150 inmuebles usurpados a sus propietarios. Las diferencias empiezan a la hora de atribuir méritos. Según los okupas, en la mayoría de estos edificios ondea la bandera con el círculo y la flecha, símbolos del colectivo. Pero desde la comisaría del Poblenou, el inspector Josep Saumell asegura que en los pisos, locales y casas ocupadas hay menos ideología de la que parece.

"La mayoría de la gente que habita en estos lugares no tiene nada que ver estrictamente con el movimiento okupa", sostiene Saumell. Se trata, por lo general, de familias extensas o grupos de individuos que carecen de un techo donde guarecerse y deciden entrar en una casa abandonada. Tal es el caso de dos de los últimos desalojos en Barcelona, que los Mossos ejecutaron el martes. Uno, en la avenida de la República Argentina, en Sarrià, donde vivían 11 personas que abandonaron el edificio "voluntariamente", según el informe policial. Otro, en la calle de Santa Rosalia, en el distrito de Horta-Guinardó. Aquí residían seis personas y tampoco se registraron incidentes.

Este mismo patrón es el que sigue la mayoría de los 140 desalojos que se han practicado en la ciudad en lo que va de año. Con una resolución judicial en la mano, agentes de la policía autonómica acuden a la vivienda y piden a sus ocupantes que la abandonen. "Muchas veces no quieren hacerlo", explica Saumell. Si la oposición es reiterada, el juez acaba autorizando a la policía a usar la fuerza.

El factor sorpresa

Es entonces cuando los agentes especializados empiezan a recabar información sobre la vivienda. Las variables son siempre las mismas: la ubicación (si está en un lugar aislado o en medio de la trama urbana), el tamaño (más peligrosa cuanto más grande) o el uso. "Por ejemplo, si los okupas sólo utilizan la casa para hacer fiestas los viernes por la noche nos resulta más fácil, porque podemos entrar cualquier otro día".

Eso, siempre y cuando la orden judicial no indique una fecha concreta para ejecutar el desalojo. "El factor sorpresa es muy importante. Si prevemos incidentes, acudimos a primera hora de la mañana, aprovechando que la gente aún duerme", dice el inspector. En junio, durante el desalojo de una fábrica de plásticos en Gràcia, no hubo factor sorpresa. La treintena de ocupantes conocían de antemano su suerte y decidieron despedirse a lo grande.

Un grupo de jóvenes perfectamente organizados y con el rostro cubierto actuó de forma simultánea en cinco puntos del barrio. Quemaron mobiliario urbano, cabinas de teléfono y contenedores de basura. La actuación de los Mossos fue criticada en su día, pero Saumell la defiende: "Se reaccionó rápido. Otra cosa es que se tardase más en llegar a todos los puntos del barrio".

Según el responsable de la seguridad ciudadana, organizar un acto de guerrilla urbana no resulta demasiado complicado: "Sólo hace falta un poco de estrategia. Y hoy en día, con los juegos de ordenador, casi todo el mundo sabe de eso". Pero prevenir estos actos vandálicos sí es difícil, en opinión de Saumell: "Nadie te da información sobre qué pasa exactamente. Te dicen que llevan capuchas, pero en cuanto se las quitan, ya es muy difícil encontrarlos".

En cualquier caso, el objetivo en los desalojos siempre es el mismo: "Evitar el enfrentamiento". Por lo general, cuando se trata de casas estrictamente okupas o de los llamados CSA (centros sociales autogestionados, de los que en Barcelona hay una quincena) el colectivo se organiza para frenar el desalojo. Los insultos a los agentes de la policía autonómica y los actos vistosos (como colgarse a la pared sujetos por un arnés) son frecuentes. No así el enfrentamiento directo: "Si vas con mucha gente, los ocupantes no ven posibilidad de resistir y por tanto no se enfrentan. Nadie se tira contra una pared", precisa Saumell.

Según estimaciones del Ayuntamiento, en Barcelona hay entre 20.000 y 25.000 casas deshabitadas. Esta circunstancia, unida al elevado precio de la vivienda, anima al movimiento okupa a proseguir sus actividades. De hecho, el lema que repite una y otra vez el colectivo ("por cada desalojo, una nueva ocupación") parece cumplirse, según reconocen los Mossos d'Esquadra. Los desalojos se producen porque el edificio en cuestión se declara en estado ruinoso o, más frecuentemente, porque el propietario quiere recuperarlo y reclama sus derechos ante el juez. Al final, con o sin incidentes, la estampa de los 150 desalojos es similar: vehículos de los Mossos, individuos recogiendo sus pertenencias y una grúa preparada para derrumbar el edificio.

Dotaciones antidisturbios de los Mossos tras el desalojo el pasado mes de enero de La Quincalla.
Dotaciones antidisturbios de los Mossos tras el desalojo el pasado mes de enero de La Quincalla.GUILLEM VALLE

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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