Adiós, príncipe azul
Los demógrafos manejan un esquema narrativo quebrado por dos grandes fases de ruptura histórica: las llamadas primera y segunda transición demográfica. La primera transición supuso el paso de la familia extensa, típica de las sociedades agrarias, con mortalidad y fecundidad muy elevadas, a la familia nuclear-conyugal, típica de la urbana sociedad industrial, formada por una pareja estable con pocos hijos a su cargo que protagonizó la caída de la natalidad para adaptarse a una mortalidad bajo control. Pero al final del siglo pasado advino la segunda transición demográfica, con caída de la nupcialidad, ascenso de la divorcialidad y eclosión de las nuevas formas de familia: unipersonales (de solteros, divorciados o viudos), monoparentales o matrifocales (de madres sin pareja con hijos a su cargo, ya sean solteras o separadas), reconstituidas (parejas de segundas, terceras o enésimas nupcias, a cargo de hijos procedentes de uniones anteriores) y sobre todo familias de cohabitantes: uniones informales de pareja sin legalizar, tengan o no hijos a cargo. Y lo más característico de estas nuevas formas es que se trata de familias posmatrimoniales, donde el vínculo conyugal o ya no existe o es muy frágil e inestable, con elevado riesgo de disolución.
HISTORIA DEL MATRIMONIO. Cómo el amor conquistó el mundo.
Stephanie Coontz
Traducción de Alcira Bixio
Gedisa. Barcelona, 2006
535 páginas. 24,50 euros
Pues bien, he aquí una reciente síntesis de historia del matrimonio occidental que utiliza precisamente esta perspectiva de evolución en tres fases separadas por dos crisis, fracturas o revoluciones. Su autora es historiadora de la familia, pero en esta obra sólo analiza los lazos horizontales de emparejamiento, prestando a los lazos verticales de filiación una atención muy secundaria. Y hay que decir que se trata de un libro excelente, tanto por su ecuánime perspectiva conceptual como por la exhaustiva información que acumula, aunque esté demasiado centrada en la experiencia estadounidense.
Respecto a los conceptos básicos, Coontz viene a proponer una secuencia histórica de tres modelos de matrimonio. Desde los primeros homínidos hasta 1750, el modelo premoderno estuvo basado en una estrategia de ampliación del capital social, (o redes de parentesco político), siempre decidida por las familias de los contrayentes sin contar apenas con la voluntad de éstos. Desde 1750 hasta 1968, el modelo moderno estuvo basado en el emparejamiento libremente elegido por los contrayentes, pero con una radical especialización asimétrica de sus roles complementarios: el marido proveedor y la esposa dependiente. Y por fin, el modelo actual también está basado en la libre elección, pero ahora con radical simetría igualitaria entre sus miembros gracias a la reciente y progresiva independencia económica de las mujeres.
¿Y el amor del subtítulo?: no es ni más ni menos que el objeto de transición. Fue en nombre del amor romántico que en el siglo XVIII se produjo la transición desde el matrimonio por interés familiar al matrimonio por libre elección bajo el síndrome del príncipe azul. Y también hoy se está produciendo la transición al emparejamiento simétrico entre libres e iguales en nombre del amor, siendo la pareja homosexual su más extremada expresión. Lo que sucede es que si en aquella primera fase el amor servía de coartada para la estabilidad de un matrimonio fundado en la dependencia femenina del marido proveedor, hoy la fugacidad de ese mismo amor actúa de disolvente de un matrimonio que se ha vuelto muy inestable porque ya no depende de la dominación masculina, sino de la identificación entre ambos consortes. Y el resultado es la privatización del amor, que deja de estar sometido al escrutinio público y pasa a quedar entregado, para bien y para mal, a la más azarosa negociación emocional en la intimidad de la pareja, como mejor vía para construir la felicidad interpersonal pero con grave riesgo de abuso de poder, disolución traumática o maltrato familiar.
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