_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tesoros recobrados

La recuperación de las versiones de Madonna y El grito, de Edvard Munch, robadas del museo del pintor en Oslo supone el feliz rescate de dos iconos esenciales del alba de la modernidad. Emblemas de la angustia, cada uno a su modo, ambos fueron concebidos por el gran maestro noruego en 1895, justo cuando el artista, con 32 años, realiza el viaje a París que determinará la profunda impronta que el simbolismo imprime en ese punto a la evolución de su obra de plenitud.

La desoladora y sinuosa figura del personaje que, con los ojos escapando casi a las órbitas y esa boca convertida en herida abismal nos enfrenta, en El grito, al espejo de un paisaje que es también, como a menudo se ha reiterado, todo él un alarido, es el más certero impulso fundacional del expresionismo contemporáneo.

Más información
'El grito', recuperado

En Madonna, por el contrario, Munch reformula esa ecuación de angustia en clave de una visión amenazante y pavorosa del erotismo. En su esquina izquierda inferior, la imagen del homúnculo, de la misma estirpe inequívoca del protagonista de El grito, queda, en ese marco recorrido por serpenteantes espermatozoides, literalmente inerme en la contemplación del gran desnudo femenino, el cuerpo de la mujer concebido como estremecedora marea que desencadena las más oscuras potencias en la entraña de la naturaleza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_