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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

A Líbano, con claridad

La grave violación en la madrugada de ayer del alto el fuego por parte de fuerzas especiales israelíes, con un ataque en la zona de la Bekaa, cerca de la frontera de Líbano con Siria, pone en peligro el despliegue de la fuerza internacional. En este mortífero juego de espejos, el ministro libanés de Defensa, Elias al-Murr, ha pedido explicaciones a la ONU, mientras Israel argumentaba que se trataba de evitar la llegada de armamento a Hezbolá desde Siria e Irán. Aunque Israel hubiera indicado que seguiría con este tipo de acciones cuando dio su acuerdo siete días atrás, el incidente pone de manifiesto la fragilidad del alto el fuego y las dificultades que se plantean para la misión de fuerzas internacionales bajo bandera de la ONU.

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La ampliación de la FINUL de 2.000 a 15.000 soldados está destinada a asegurar el alto el fuego, estabilizar la situación y ayudar al Ejército libanés, pero no directamente a desarmar Hezbolá. Esto último resultaría inviable. Ahora bien, no se excluye que tenga que contribuir a asegurar que no le lleguen más armas al grupo integrista. Pero el nuevo despliegue de la FINUL es el sur de Líbano, en la zona de contacto con Israel, no en la frontera con Siria, por lo que tampoco evitará el suministro de arsenales desde allí. La gran cuestión, sin embargo, es quién desarmará a Hezbolá, requisito que pidió el Consejo de Seguridad en 2004. El Ejército libanés no parece disponer de la fuerza suficiente, y Hezbolá está en el Gobierno de concentración nacional de Líbano.

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Los países europeos más involucrados, y en primer lugar Francia -de la que, pese a sus reticencias, se espera aún que ponga el más amplio contingente y dirija la operación-, Italia y España, han pedido, comprensiblemente, que se aclare su misión, sus reglas de enfrentamiento, y se les proporcione la información debida, como los mapas del minado israelí. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha asegurado que la FINUL, reforzada de 2.000 a 15.000 hombres, no "librará una guerra" ni desarmará Hezbolá a la fuerza. Lo segundo está claro. Lo primero, menos, sobre todo porque pesan los recuerdos del atentado atribuido a Hezbolá en 1983 en el que murieron 58 soldados franceses y 241 americanos. Ya antes, desde 1978, cuando se desplegó la FINUL, Israel violó repetidas veces las treguas y volvió a invadir Líbano en 1982. De momento, Francia ha decidido enviar sólo 200 soldados más, a la espera de clarificaciones. Los 50 primeros llegaron ayer.

En todo caso, cuanto más dure esta incertidumbre sobre la composición de la nueva FINUL,

más escasas serán sus posibilidades de hacer permanente y real el alto el fuego.

En tales circunstancias, no pueden minusvalorarse las preocupaciones ante esta misión expresadas esta semana por los mandos militares españoles a su ministro de Defensa, José Antonio Alonso. La operación implica serios riesgos. Es urgente y necesario que, antes de comprometerse en firme, España -y los demás países- sepa realmente a qué atenerse. Lo peor que puede pasar es que la fuerza internacional de interposición acabe siendo odiada por ambas partes o utilizada por una de ellas para sus propios fines.

Zapatero y su Gobierno tienen que calibrar muy bien su decisión. Es lógico y está en el interés de todos que se implique, que lo haga con cautela, pero si da el paso adelante, que sea de forma significativa. El envío de un batallón español, reforzado para unas indispensables labores de autoprotección, queda muy por detrás del esfuerzo que se espera de Francia o de Italia, lo que merma la capacidad de influencia sobre la propia operación.

La importancia y peligrosidad de esta misión requiere un acuerdo de las fuerzas políticas que se plasme en una votación del Pleno del Congreso. La Ley de Defensa, impulsada por este Gobierno, requiere al Ejecutivo consultar y solicitar al Parlamento su autorización antes de todo envío de fuerzas a misiones de paz. La ley está falta de desarrollo, por lo que no especifica cómo se ha de plasmar esta consulta y autorización. En el caso de la misión a Congo, bastó una votación en comisión. Dada la importancia de lo que está en juego en Líbano, sería deseable una explicación pormenorizada y técnica de los titulares de Exteriores y Defensa, seguida de un debate y votación en el Pleno, para que no haya lugar a la ambigüedad, ni interna ni externa.

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