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Reportaje:La doble cita festiva de agosto en Barcelona

Trasnochar en Gràcia

La fiesta mayor del barrio se alarga en las madrugadas con juergas espontáneas, amenizadas con música y regadas con alcohol

Gràcia no echa el cierre durante su fiesta mayor. Cada noche se repite la misma estampa: acabado el jolgorio oficial y alternativo, los juerguistas que abarrotan sus plazas se agrupan a ritmo de tambor en batucadas improvisadas y celebran botellones hasta que sale el sol. El barrio acoge estos días una farra sin interrupción y llena de contrastes: de los pasodobles en las calles engalanadas a los conciertos de música punk en un solar tomado por los okupas. Los extranjeros que veranean en Barcelona acuden en masa a Gràcia atraídos por el reclamo festivo. La policía vigila, pero apenas interviene. Evitan así los enfrentamientos con los incontrolados que lastraron el año pasado la convivencia en el barrio.

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- ¿Una 'birra'? Teóricamente, este año es difícil encontrar una cerveza cuando los bares bajan la persiana. Pero no imposible, porque el barrio amanece plagado de latas y litronas vacías. Algunos trasnochadores llevan la bebida de casa, mientras que otros buscan a los pocos vendedores ambulantes que se atreven a desafiar el cerco policial. Una de las preguntas que más se repite en las madrugadas gracienses es: "¿Has visto a alguien vendiendo birras?". El pasado martes, la Guardia Urbana se topó con uno de estos vendedores y le requisó la bolsa de cervezas que cargaba. El precio era una ganga: la lata costaba un euro. Los agentes le pusieron una multa de 250 euros, pero no hay ley sin trampa. "No la pagaré porque he dado una dirección falsa", aseguró el pillo, que por motivos evidentes no quiere desvelar su identidad. La oferta de este negocio es variada. Una chica vende bocadillos y buñuelos aliñados con marihuana: "Te pega un colocón interesante. Tarda un poco, pero es genial, te ríes mucho y luego duermes de vicio".

- Incontinencia. Lo que entra, sale y en Gràcia sólo se han instalado para estas fiestas 50 lavabos públicos. Los bares están obligados a dejar utilizar los suyos, pero muchos optan por orinar en la calle para evitar las colas. "Todo el mundo hace lo mismo", se justifica uno de los incontinentes. Los equipos de limpieza se encuentran cada mañana con un panorama desolador y maloliente.

- ¡Hasta que el cuerpo aguante! No todo es alcohol en las juergas improvisadas de Gràcia. Sin música, no hay parranda. Los vecinos ya están acostumbrados, porque las batucadas se repiten cada año. No obstante, el fastidio es inevitable. En algunas de las plazas del barrio, especialmente en la de Rius i Taulet y la del Sol, estas algarabías rumberas se han alargado hasta las cinco de la mañana. Ni la lluvia ha conseguido que decaiga el ánimo.

- Reclamo para extranjeros. A la fiesta no sólo acuden barceloneses. Muchos turistas se pasan por allí y descubren una celebración espontánea que no se da en sus países. Casey de Young, estadounidense de 24 años, ya había visitado en otra ocasión Barcelona, pero es la primera vez que disfruta de las madrugadas gracienses. Lo que más le sorprende es que "se pueda congregar tanta gente sin que se produzcan problemas". De la misma opinión es el australiano Peter Gmezl, de 22 años, que se pasea por las fiestas alternativas mientras bebe una caipirinha. "En Australia no se podría hacer una fiesta como ésta. Habría mucha más policía. Aquí la gente es feliz y se lo pasa bien. Cada noche hay música. Es genial", dice. "Todos beben, pero no pasa nada. En mi país, si nos emborrachamos, nos ponemos violentos", añade. Gregory James, canadiense de 21 años, lleva todo el año viajando por Europa. Sólo pensaba quedarse en Barcelona dos días, pero al descubrir la fiesta de Gràcia ha decidido alargar su estancia. "Nunca había visto algo así", reconoce. Los extranjeros se han aprendido pronto ciertas triquiñuelas. Cuando infringen la ordenanza de civismo y les cae una multa, tiran de mentirijillas. "Orinan en la calle y les multamos. Sin embargo, es difícil que estas multas se hagan efectivas alguna vez, porque nos suelen dar direcciones falsas", explica un policía.

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- 'Okupas'. El colectivo okupa de Gràcia no ha renunciado a celebrar sus propios festejos, aunque el Ayuntamiento les haya denegado los permisos. Con este fin, tomaron y adecentaron un solar en la calle del Torrent de l'Olla en el que organizan conciertos y actividades culturales. Para financiarse, venden empanadas y bocadillos en un puesto de la entrada. Al inicio de la fiesta mayor, los okupas firmaron un comunicado en el que se comprometían a cumplir los horarios impuestos por el distrito. Hasta ahora, han seguido lo pactado. Fuentes policiales aseguran que no desalojarán el lugar, porque todo transcurre con gran calma.

- Permisividad. Pasadas las 2.30 entre semana y las 3.30 el fin de semana la fiesta tendría que acabar en Gràcia. Así consta en la normativa municipal. Los organizadores de los festejos oficiales y alternativos cumplen este requisito, pero la farra se prolonga en las plazas y calles del barrio, custodiadas por un amplio dispositivo policial de Mossos d'Esquadra y Guardia Urbana.

La ordenanza municipal de civismo se incumple reiteradamente, pero la policía interviene de forma aislada. Fuentes policiales afirman que esta permisividad es fruto de una consigna de los políticos, que no quieren que se repitan los altercados del año pasado. Por eso, los parranderos campan a sus anchas sin ser amonestados.

En 2005, eran desalojados a la fuerza con la entrada de los equipos de limpieza. Era el momento crítico en el que los vándalos se enfrentaban con los agentes y arrasaban todo lo que encontraban a su paso. En esta edición, se ha optado por una vigilancia intimidatoria y una escasa actuación. Los desalojan tan tarde, que los juerguistas se marchan pacíficamente, derrotados por el sueño. En algunas ocasiones, la policía les requisa los instrumentos musicales para alivio de los sufridos vecinos. En lo que va de fiesta mayor no se ha producido todavía ningún episodio de violencia, excepto peleas aisladas.

- Añoranza. Míriam, vecina de Gràcia de 26 años, añora los tiempos en los que la fiesta mayor no estaba tan masificada. Para facilitar la evacuación del barrio, el metro funciona hoy durante toda la noche. Algunos gracienses creen que esta medida no es la solución, porque también permite que llegue más gente a cualquier hora de la madrugada.

Este reportaje ha sido elaborado por Roger Cassany, Javier Leal, Vanessa Pi e Israel Punzano.Asistentes a un concierto en la plaza de Rius i Taulet, uno de los espacios de las fiestas oficiales.

/ GIANLUCA BATTISTA

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