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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Persiles o las esferas celestes

En la dedicatoria a la segunda parte del Quijote (1615), Cervantes aprovechó para anunciar "Los trabajos de Persiles y Sigismunda, libro a quien daré fin dentro de cuatro meses, Deo volente, el cual ha de ser o el más malo o el mejor que en nuestra lengua se haya compuesto". Pero a renglón seguido se corrigió, puntualizando: "Quiero decir de los de entretenimiento; y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque según la opinión de mis amigos ha de llegar al estremo de bondad posible". De poco sirvió este intento de templar su propia exageración, porque desde entonces la crítica ha dedicado a Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia setentrional (publicado póstumamente en 1617) vituperios y alabanzas igual de hiperbólicos. El Persiles descodificado, o la 'Divina Comedia' de Cervantes, de Michael Nerlich, se suma ahora al grupo de las interpretaciones elogiosas.

EL PERSILES DESCODIFICADO, o la 'Divina Comedia' de Cervantes

Michael Nerlich

Traducción de Jesús Munárriz

Hiperión. Madrid, 2005

757 páginas. 35 euros

Además de contener una lectura de la novela de Cervantes, El Persiles descodificado es una reacción contra todo y contra todos. En primer lugar, contra dos famosos juicios de Menéndez Pelayo: por una parte el que hizo sobre Cervantes, "poeta y sólo poeta, ingenio lego", es decir, un hombre de genio pero sin formación filosófica; y por otra el que dedicó al Persiles, que sería producto de la "debilidad senil" de su autor. En segundo, contra las interpretaciones que, desde Joaquín Casalduero bien entrado el siglo XX, han visto y siguen viendo en la novela un peregrinaje espiritual a Roma, y en Cervantes a un campeón de la ortodoxia católica postridentina. Además, y no soy exhaustivo, el autor tampoco acepta que se trate de una obra de entretenimiento o una simple novela de aventuras.

Dichos los contras, el libro de Nerlich lleva a cabo una lectura minuciosa de las referencias estelares, sobre todo a las constelaciones de la Osa Mayor y Menor, y de toda una serie de correspondencias entre los números de las estrellas y los movimientos y las agrupaciones de los personajes. Al final, después de analizar los momentos de la novela que permiten argumentar en favor de esta interpretación astronómica, y defender el estatuto de Cervantes como intelectual de primera, Nerlich reclama una lectura del texto sin prejuicios -aunque en algún momento reconoce que hermenéuticamente tal posibilidad no existe-; pide una nueva edición con notas que tengan en cuenta el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias; y aboga por una interpretación que continúe su labor y que destierre para siempre la idea de que se trata de un libro de aventuras.

El problema de todo ello se resume en la cuestión de los prejuicios. Si heredamos del XVIII y del XIX una idea poco amable del Persiles, Nerlich hereda de la modernidad el prejuicio de que las grandes obras literarias de los autores más importantes son textos intelectuales gestados desde una idea rectora fundamental y que, además, tienen por objeto único la enseñanza. Lo cierto es que para Cervantes, como para cualquier otro escritor de su tiempo, la regla era "enseñar deleitando", y tal vez por ello definió el Persiles como un libro "de los de entretenimiento" (que Covarrubias define como "cualquier cosa que divierta y entretenga al hombre, como el juego o la conversación o la lección", pese a quien pese). Al hacerlo no se le pasaba por la cabeza -a Cervantes menos que a nadie- que el entretenimiento fuese algo menor o desdeñable. Tal vez este prejuicio didáctico y conservador, el de que en literatura debe primar la enseñanza sobre el deleite, sea el mayor impedimento para que libros entretenidos y llenos de aventuras como el Persiles se aprecien de nuevo.

Miguel de Cervantes Saavedra, pintado por Juan de Jáuregui en 1600.
Miguel de Cervantes Saavedra, pintado por Juan de Jáuregui en 1600.

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