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Guerra en Oriente Próximo

Israel ataca objetivos en el centro de Beirut

Guillermo Altares

Helicópteros de combate israelíes atacaron ayer un histórico faro situado muy cerca del centro de Beirut en un bombardeo, el primero que se produce en el corazón de la capital libanesa. El ataque no puede tener otra explicación más que lanzar un mensaje muy claro: sus bombas y misiles pueden dar donde quieran y cuando quieran. Sólo hubo cuatro heridos leves, bastantes cristales rotos y un creciente temor entre los habitantes de la zona.

El objetivo del ataque quirúrgico era una antena repetidora en desuso que albergaba el faro del barrio de Manara, construido en el siglo XIX por los franceses, ahora abandonado y alejado del mar, encajonado entre edificios de bastantes pisos de altura, la mayoría de ellos de viviendas, y de construcción reciente.

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En el barrio, uno de los más acomodados y visitados de la capital, proliferan las embajadas y los hoteles de lujo, así como las tiendas de todo tipo. A pocos metros del lugar del impacto, una familia barría con resignación los cristales de su terraza reventados por la onda expansiva en una muestra de cómo la guerra convive con la cotidianidad en las zonas del centro y el norte de Beirut, que hasta ayer no habían sido el objetivo de los misiles.

Los grandes barrios de mayoría chií del sur de la capital, ya barridos del mapa en las cuatro semanas de guerra, recibieron una nueva amenaza, en forma de panfletos lanzados desde el aire, que la brisa repartió por medio Beirut, sembrando la inquietud y el desconcierto.

La advertencia contra tres suburbios, ya transformados por las bombas en montañas de cascotes y hierros retorcidos, no podía ser más contundente: "Por su propia seguridad, deben abandonar estas zonas inmediatamente. Tras el continuo lanzamiento de cohetes por parte de los terroristas de Hezbolá, el Ejército israelí intensificará su ofensiva sobre Beirut".

La amenaza provocó un nuevo éxodo de civiles que, en medio de escenas de pánico, se amontonaron en los medios de locomoción disponibles -pocos, ya que la gasolina comienza a escasear- para desplazarse a los barrios considerados seguros. Con un radio de alcance de 30 kilómetros, resulta imposible bombardear el territorio de Israel con un Katiusha desde el sur de Beirut.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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