Kyriat Shmona resiste en los refugios
Los habitantes de la ciudad israelí más próxima a Líbano viven en búnkeres para librarse de la lluvia de misiles de Hezbolá
"No va a gustarle la respuesta", afirma Sagi Tsipori, de 40 años y uno de los miembros del kibutz (antigua comuna) de Kfar Giladi, donde el domingo murieron 12 soldados israelíes por la explosión de un cohete Katiusha lanzado por Hezbolá desde el sur de Líbano. "La solución", continúa, "es que lancemos una bomba atómica en Irán, otra en Irak y otra en Siria. Así se acabó el problema. Con Hezbolá y quienes les ayudan no se dialoga, se les extermina".
El radicalismo se ha adueñado de buena parte de los habitantes de Kyriat Shmona, la última ciudad antes de la frontera, rodeada de colinas en las que los antiguos kibutz se han reconvertido en hoteles rurales. La lluvia de katiushas con que Hezbolá castigó ayer a los 5.000 habitantes de la ciudad que resisten encerrados en refugios -la población es de 22.000 personas- no hizo más que profundizar el abismo que se abre entre Israel y sus vecinos.
El Ejército israelí insta a la población del sur de Líbano a no salir de sus casas
"Esto no es una guerra contra Hezbolá, sino para librar al mundo de fanáticos fundamentalistas. Somos los únicos capaces de luchar contra el terrorismo internacional", decía el vicealcalde Sami Malul, de 52 años, mientras retumbaban sobre el refugio del Centro Municipal de Emergencia las explosiones de los katiushas y los bombardeos de la artillería israelí.
El primer ministro, Edhud Olmert, visitó de madrugada el Comando del Norte para discutir con los mandos militares la estrategia a seguir. "No podemos tener a un millón de personas viviendo en refugios. Contra esto el Ejército no tendrá límites", dijo.
Como si de un reto se tratara, nada más hacerse públicas -hacia las once de la mañana- las palabras de Olmert, Hezbolá comenzó a lanzar sus katiushas y las explosiones se sucedieron durante más de dos horas. "Me alegro de que ustedes [periodistas occidentales] padezcan esto, así tal vez aprendan a equilibrar sus informaciones", dijo Egal Busaglo, en referencia a la visión extendida entre los israelíes de que la prensa occidental no cuenta los sufrimientos de Israel. Poco antes, un katiusha había dañado la casa de Busaglo y la onda expansiva reventó los cristales de su coche. Con el Libro de los Salmos en la mano, el manto y los tfilim (pequeños rollos de escrituras sagradas que los judíos se atan al brazo y a la cabeza para rezar), Busaglo se puso a orar para cumplir "lo que dice la Biblia: Si uno te quiere sacar un ojo, sácale tú antes dos".
Sin embargo, la hermana de uno de los soldados muertos el domingo, durante el entierro y entre desgarradores sollozos, hizo un llamamiento a todos los militares creyentes para que vuelvan a sus casas y no sigan combatiendo.
Kyriat Shmona es una ciudad fantasma. Ni una persona, ni un coche circula por sus calles, sobre todo después del domingo, en que además de los 12 muertos en un kibutz cercano, los katiushas mataron a otras tres personas en Haifa, la tercera ciudad de Israel, unos 70 kilómetros al sur. La relativa confianza que llevó a volver la semana pasada a centenares de los que habían huido hacia el sur del país al iniciarse la contienda, el pasado 12 de julio, se tornó en terror y rabia.
Las tiendas están cerradas, al igual que las puertas y las persianas de las casas. Según el vicealcalde, cerca de 1.000 han resultado dañadas. Por la calle se ven los cristales rotos por las explosiones y los árboles quemados por el fuego. Las verdes colinas, que son el principal atractivo de la zona, tienen grandes manchas pardas y negruzcas, a consecuencia de los incendios.
Mientras, en el interior de Líbano, israelíes y militantes de Hezbolá mantuvieron durísimos enfrentamientos. Un soldado de las brigadas paracaidistas israelíes murió y otros cuatro resultaron heridos en los combates sostenidos en la aldea de Bint Yebel. Los guerrilleros de Dios, que se mueven en pequeños grupos, se ocultan en túneles para atacar a los invasores. Todo apunta a que Israel también va a reforzar la acción de sus comandos especiales para destruir las lanzaderas de cohetes, ya sea enviándolos en helicópteros, como a estos paracaidistas, o en lanchas marinas.
El Ejército israelí instó a la población del sur de Líbano a permanecer encerrada en sus casas y dijo que cualquiera que se mueva corre el riesgo de ser atacado. "Esto no es vida. Nunca más vamos a poder vivir en paz aquí", se lamentaba Esther Ben Shitrit, una judía venida de Marruecos en 1963, que se ha quedado para cuidar de la casa mientras sus nueve hijos, unos casados y otros solteros, aguardan refugiados en casas de amigos por el sur del país.
"Hezbolá se esconde en los pueblos y en las casas con la esperanza de que nosotros matemos a los civiles para que así toda la opinión pública internacional se vuelva contra nosotros", afirma Yariv Ovadia, uno de los portavoces del Ministerio de Exteriores, que ha sido desplazado al kibutz de Hagoshrim, seis kilómetros al este de Kyriat Shmona, donde se han concentrado los periodistas internacionales.
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