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Reportaje:

Retratos del dinosaurio cabezón

Una exposición en Cosmocaixa exhibe el cráneo de un triceratops y las ilustraciones que ha inspirado a cinco artistas

En 1999, en un rancho de Dakota del Norte (Estados Unidos), los paleontólogos descubrieron una joya: el cráneo casi intacto de un triceratops, el dinosaurio más cabezón de todos los que poblaron la Tierra. Este fósil del cretácico, de una antigüedad datada entre 65 y 71 millones de años, se expone hasta el 3 de septiembre en Cosmocaixa, el Museo de la Ciencia de Barcelona. Piezas tan bien conservadas como ésta hay muy pocas en todo el mundo, apenas una decena. A pesar de su apariencia intimidatoria, el triceratops era un bicho inofensivo, algo así como una vaquita prehistórica. Eso, si no te pisaba, porque medía 10 metros de longitud y pesaba más de seis toneladas. La etiqueta científica de este dinosaurio, Triceratops horridus, da una idea de su semblante escasamente agraciado. Era feo, manso, herbívoro y plato favorito del más terrible depredador: el Tiranosaurus rex.

Su cabeza, de dos metros de largo, es la más grande de un animal terrestre
Pese a su apariencia, este bicho era manso, algo así como una vaquita prehistórica

Los triceratops iban en manada y sus gigantescos cuernos les servían como defensa, ya que no los utilizaban como armas de ataque. También les era muy útil para repeler las embestidas de sus enemigos un hueso semejante a una pieza de armadura que cubría su cuello: la gola. Es decir, los triceratops pasaban de guerrear y llevaban un estilo de vida bastante hippy. Lo de cabezón no es ningún desprecio, porque su cocorota de dos metros de largo es la más grande de un animal terrestre, sólo superada en el mar por la de algunas ballenas.

El hercúleo fósil está muy bien acompañado en Cosmocaixa. No es la única estrella de una exposición con un título que explica perfectamente su contenido: Cinco artistas delante del triceratops. La idea de la propuesta, cuyo comisario es Ignasi López, hace hincapié en las relaciones entre la ciencia y el arte como formas de conocimiento. Con este fin, cinco prestigiosos ilustradores recibieron el encargo de retratar al dinosaurio. Mauricio Antón, Joaquim Conca, Fernando Fueyo, Raúl Martín y Eduardo Saiz aceptaron con gusto la invitación. El resultado es de una gran variedad estilística y técnica, que abarca desde el uso del lápiz al óleo y la infografía. Algunos de estos dibujantes, como Martín, son grandes expertos en recrear el mundo prehistórico de los dinosaurios. Su obra no se ciñe sólo al triceratops, sino que muestra también el hábitat en el que vivía. Unos han primado las teorías científicas para encauzar su reconstrucción, mientras que otros prefieren ahondar en los valores plásticos y en la intuición creativa. Es el caso de Fernando Fueyo, que reivindica la ilustración científica como un arte mayor. "La pintura de la naturaleza no es un arte menor. En países como Alemania, Inglaterra y Japón es más valorada que aquí. Nadie se cuelga en España un dibujo de una salamandra en el salón", apunta el artista, que mantuvo un curioso idilio con el fósil al realizar los bocetos. "Al principio me intimidaba, hasta que descubrí que tenía delante a una hembra. Entonces empezó a seducirme. Las miradas furtivas del principio se convirtieron pronto en guiños de complicidad", añade. En su lienzo, el cráneo del triceratops aparece tal como Fueyo cree que lo descubrieron los paleontólogos: "Siempre busco lo esencial, porque los animales no posan. Esta vez he tenido un modelo excepcional: es una bella escultura".

López recuerda que la apariencia definitiva de los dinosaurios no se puede conocer con exactitud, porque ningún ser humano, o primate parecido, llegó a conocerlos. Por eso considera que el arte es un excelente medio divulgativo y capaz de hacer aportaciones muy válidas en el ámbito científico. "Los artistas que hacen ilustraciones científicas utilizan sus conocimientos en paleontología, consultan libros... Pero finalmente deben recurrir a su intuición, porque nadie sabe cómo fueron realmente los dinosaurios", sostiene el comisario. Ese desconocimiento provoca que surjan las teorías más disparatadas y sin ninguna base científica, como la que afirma que los tiranosaurios pudieron ser vegetarianos. ¡Ya les habría gustado a los pobres triceratops y sus crías! Entre las actividades paralelas de la exhibición destaca una dirigida al público infantil. Así, los niños también pueden iniciarse en el difícil oficio de retratar el cráneo de un dinosaurio. Sus obras se exponen en el mismo espacio y varias de ellas dejan entrever a artistas vocacionales.

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