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Guerra en Oriente Próximo
Columna
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El imperio no impera

Andrés Ortega

Entre los actores en segundo, pero importante plano, de la actual guerra entre Israel y Hezbolá-Líbano están Estados Unidos, Irán y Siria. EE UU no tiene Embajada ni en Damasco ni en Teherán. Y los sirios (cuyo régimen había aumentado la represión interna) ven a Líbano tan suyo que ni siquiera han considerado necesario tener una Embajada en Beirut, incluso después de la salida formal (quedan servicios secretos y otros) de su Ejército de Líbano. No es ésta buena base para la diplomacia. Pero la diplomacia patina. En Roma, el pasado miércoles, mientras las fuerzas israelíes seguían destruyendo el país vecino (y Hezbolá lanzando cohetes), los ministros presentes decidieron convocar una conferencia de donantes para reconstruirlo.

Estamos ante un nuevo fracaso de la estrategia de la Administración de Bush. Desde un principio, decidió no meter los pies en este jardín en el que a Clinton le habían salido callos para nada. Eso sí, tras el 11-S, se lanzó, tras sacar ¿temporalmente? a los talibanes de Afganistán, a invadir Irak y crear un nuevo régimen que debía irradiar sobre el conjunto de la región. Bush quería democratizar Oriente Próximo, aunque fuera a bombazos. Era previsible que, en el mejor de los casos, Irak se convertiría en un régimen islamista (como Siria si cae el de Bachar el Assad). En Líbano, con la revolución de los cedros tras el asesinato de Hariri se dieron pasos positivos. Pero Hezbolá, grupo islamista radical, ganó en las urnas entre los chiíes; y entre los palestinos, Hamás. No estaba en el guión americano.

El imperio carece de medios y de voluntad para imperar, y su gestión ha provocado más resentimientos en su contra en el mundo árabe y musulmán y en el europeo. La política americana en Oriente Próximo "es la prueba básica de la capacidad de Estados Unidos de ejercer un liderazgo global", ha señalado el ex consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, para el cual, "si fracasa ante este reto, perderá esta capacidad".

EE UU intenta utilizar esta guerra para el rediseño del mapa geopolítico de la zona. Bush está al frente de una Administración que cree profundamente en las "soluciones militares" (Cheney y Rumsfeld siguen en sus puestos). Con Blair ha hablado de meter, con calzador y sin americanos, una fuerza de interposición entre Israel y Líbano antes de que se haya llegado a un alto el fuego. Sería un grave error. Habría que despejar previamente un horizonte político. Condoleezza Rice exige una "solución duradera" (¿qué significa en Oriente Próximo?) y rechaza un regreso al statu quo ante. Guste o no, toda la zona está metida en una enorme turbulencia, y cambiará, no se sabe si para bien o para mal. Los imperios solían imponer orden. Esta Administración transformacional, alérgica al concepto de "estabilidad", genera desorden por sus acciones o inacciones.

EE UU no quiere entrometerse directamente. Hasta ahora, Washington no ha querido imponer aún un alto el fuego (lo tendría fácil con Israel: bastaría cortarle el suministro de armas). Es una fuerza negativa, más que positiva. En esta guerra, apoya a Israel no porque esté en manos del lobby israelí, sino porque comparte los fines de su más íntimo aliado: dejar a Hezbolá -Estado dentro del Estado libanés- sin capacidad. Rice ha viajado dos veces a la zona, pero su objetivo inmediato ha sido dar tiempo a que tenga éxito una estrategia militar israelí que está fallando, aunque sólo sea porque la guerra se alarga más de lo esperado y la capacidad del Ejército israelí está siendo cuestionada incluso desde sus propias filas. Hay demasiados errores de cálculo.

El conflicto puede tener graves consecuencias para la situación de Estados Unidos en Irak, pues, lo quiera o no, necesita a Irán para la pacificación del país ocupado. EE UU había comenzado a hablar con los iraníes de Irak, como en su día lo hizo de Afganistán. ¿Qué pasará ahora? Como señalan algunos medios diplomáticos europeos, tras el devastador contraataque (respuesta previsible a una provocación esperada de Hezbolá) israelí contra Líbano ¿cómo se va a convencer a Irán de renunciar a tener el arma nuclear? aortega@elpais.es

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