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Reportaje:

Un águila protegida y amenazada

La Comunidad planea recuperar la especie en lugares en los que proyecta infraestructuras

Esther Sánchez

Un total de 26 parejas de águila imperial ibérica, el 13% de la población total de esta especie endémica de la península Ibérica y en peligro de extinción, sobrevuelan los cielos de la región madrileña. En toda España hay 205 parejas. Ahora, el Gobierno de Esperanza Aguirre se ha propuesto recuperar su población y pasar a 36 parejas en 10 años. Un plan perfecto, según la Sociedad Española de Ornitología SEO/Birdlife, si no fuera porque, al mismo tiempo, la Comunidad ha dado luz verde a otras actuaciones como el desdoblamiento de la M-501, en plena Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), que supone "uno de los mayores atentados" cometidos contra el hábitat del águila imperial y de otras especies.

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Madrid cuenta con la misma población de águila imperial ibérica desde 1986. Las 26 parejas, que sacan adelante de un pollo a dos al año, viven y cazan en las zonas centro y suroeste de la región. Con las alas desplegadas tienen una envergadura de más de dos metros, y escogen lugares con alto grado de conservación medioambiental como la ZEPA de los encinares de los ríos Alberche y Cofio, la de Viñuelas y el monte de El Pardo.

Estos ejemplares luchan contra el acoso que ejercen sobre su hábitat natural seis millones de personas y sus infraestructuras urbanas. Ayer, la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio presentó un Plan de Recuperación del Águila Imperial Ibérica con el objetivo de incrementar su población en un 30%. El documento, que saldrá a información pública el lunes, propone mejorar los hábitats, un programa de cría en cautividad, y la modificación y soterramiento de los tendidos eléctricos, que provocan la muerte de aves por choque o electrocución.

Miguel Ferrer, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), afirma que los tendidos eléctricos constituyen uno de los mayores problemas con los que se tropieza el águila, pero ve con optimismo la evolución de la especie en España. "Desde los años ochenta se ha desarrollado una política de conservación adecuada. Todavía no es para tirar cohetes, tendremos algo más de 500 ejemplares, pero la mortalidad ha disminuido mucho", explica.

SEO/Birdlife agradece el plan de Aguirre, y le recuerda, al mismo tiempo, que lleva mucho retraso en su ejecución. "Debería estar aprobado desde 1994, porque es un mandato de la Ley de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad", apuntan.

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La actuación cuenta con un presupuesto de cuatro millones para los dos primeros años, que aumentará en años sucesivos. La Comunidad espera conseguir que el águila se extienda a seis territorios idóneos todavía desocupados. Se trata de garantizar las condiciones idóneas del hábitat, evaluando la incidencia que provoque un cambio de uso de suelo sobre los ejemplares.

Una vez garantizado el anidamiento de las aves en los territorios, es indispensable que los pollos sobrevivan. Con el fin de evitarles molestias se situarán perímetros temporales de protección en la zona de nidificación y cría. Durante el periodo reproductor se prohibirá el empleo de productos fitosanitarios, los tratamientos selvícolas o la construcción, ampliación y reparación de infraestructuras. En los lugares más frecuentados por las aves estará prohibido ubicar parques eólicos o explotaciones mineras.

Otra de las propuestas estrella del plan es la cría en cautividad del águila. Sin embargo, SEO/Birdlife se opone a ella. "Es un despropósito derrochar 1,2 millones en eso cuando esta especie lo que necesita es recuperar sus hábitats y sus presas", afirman en la sociedad ornitológica.

El alimento es uno de los problemas básicos a los que se enfrenta el águila imperial. La base de su dieta es el conejo, un animal también acosado por el crecimiento urbanístico. El plan prevé un programa de seguimiento y estudio de las poblaciones de conejo silvestre, la investigación de las enfermedades de la especie y la mejora del control sanitario. Al mismo tiempo, fomentará los cotos capaces de asegurar la pureza genética de los conejos.

El círculo se completará con censos anuales, radiomarcaje de ejemplares jóvenes con GPS y transmisores terrestres, creación de un fondo de documentación y estudios sobre la especie.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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