Pekín ya no cree en lágrimas
"Es un inmenso poblachón de La Mancha en medio de Asia", dijo Cela de Pekín, allá por los años sesenta, aterrado por la descomunal precariedad de esa ciudad que se encontraba en plena "revolución cultural". Pero el Pekín de nuestros días ya no es un pueblo manchego sino una urbe asiática fascinante, desmesurada y nerviosa, que poco o nada tiene que ver con esas visiones románticas dadas por Lin Yutang, o que emanan de los libros de Pearl S. Buck (alguien, cuyo nombre no recuerdo, dijo: "La historia militar de Estados Unidos tuvo su Pearl Harbour, y la literatura su Pearl S. Buck"). Algunos de sus libros son La buena tierra, El dragón mágico y La estirpe del dragón.
Hoy una furiosa modernidad de cybercafés y jóvenes con auriculares se abre paso en medio de una China medieval de hutongs o calles estrechas. El chino de casaca azul al estilo Mao y sandalias de tela convive con el de traje Hugo Boss. Las tradicionales -y muy humildes- casas de ladrillo gris y techo de pagoda, en torno al lago de Houhai, conviven con las residencias del barrio Beijing Riviera, que se alquilan a magnates por miles de dólares al mes. La riqueza construye grandes infraestructuras, los servicios públicos mejoran, los sistemas se modernizan y el mundo occidental, a través del consumo, es omnipresente. Los jóvenes, de la llamada "generación de los pequeños emperadores", por ser todos hijos únicos, no tienen en su cerebro una sola gota de ideología socialista, y dicen: "China será aún más grande cuando todos seamos ricos".
Una furiosa modernidad se abre paso en medio de una China medieval
Por cierto que Arthur Miller dejó un estupendo diario sobre el montaje de Muerte de un viajante en Pekín, a fines de los años setenta, en cuyas páginas se puede reconocer algo de ese extraordinario caos urbano que se vive hoy, y que resulta ser el sello de las grandes ciudades, aquellas que han dejado de ser aldeas presuntuosas para convertirse en iconos de la modernidad. También está la experiencia de David Kidd que vivió en Pekín entre 1946 y 1950 convirtiéndolo en testigo privilegiado de los últimos días de la China antigua, de su desmoronamiento, de la llegada del comunismo.
Santiago Gamboa es autor del libro Octubre en Pekín (Mondadori). Novedades literarias: Historias de Pekín (Libros del Asteroide), de David Kidd.

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