Très bien, Madame la Marquise
¿La actual crisis de Oriente Próximo se hubiera desarrollado de otra manera si la Unión Europea tuviera una política exterior común y un proyecto político que la hiciera más fuerte y coordinada? Sí. Sin duda. Pero Europa no está precisamente en ello. Como decía Jacques Delors en una de sus últimas entrevistas, los políticos europeos llevan meses cantando el estribillo de la famosa canción de finales de los años treinta Tout va très bien Madame la Marquise, sin recordar que lo gracioso era que sonaba mientras el hermoso castillo de Madame la Marquise ardía por los cuatro costados.
Europa atraviesa la peor crisis de su historia y es más irrelevante que nunca en el escenario mundial. Dicen que no se puede avanzar porque la opinión pública es contraria a esos avances, pero es posible que los ciudadanos se movilizaran mucho más si creyeran que el objetivo no es mejorar la libre circulación de mercancías ni extender los contratos basura de seis días a seis meses sino influir en un mundo cada vez más peligroso, en el que se quieren dar por definitivamente rotos muchos de los principios jurídicos y políticos, precisamente sobre los que se construyó, después de la II Guerra Mundial, la idea de Europa. Es posible que los europeos, franceses y holandeses incluidos, no sepan bien para qué sirve Europa, sencillamente porque no ven que sirva para mucho; desde luego no para influir en lo que está pasando en el mundo, empezando por algo tan cercano como Oriente Próximo.
Es verdad que la crisis de Oriente Próximo se extiende en muchos escenarios diferentes y que es absurdo creer que una UE más unida hubiera sido capaz de encontrar soluciones milagrosas donde otros muchos han fracasado. Pero una Europa con política exterior común hubiera podido cambiar algunos elementos de esta crisis: por ejemplo, impedir que Israel reaccionara a la captura de uno de sus soldados en Gaza con la destrucción de todas las infraestructuras pagadas con dinero europeo en Palestina. Una Europa más fuerte hubiera hecho más difícil el bombardeo masivo de Líbano e, incluso, la muerte de los cuatro oficiales de la ONU, atacados por fuego israelí. Una UE políticamente más unida ayudaría a desengañar para siempre a quienes aún creen, en Irán o en Siria, que Israel no tiene derecho a existir con seguridad y en paz, dentro de sus fronteras, internacionalmente reconocidas. Una Europa más fuerte sería un importante elemento de estabilidad, un referente que no se opondría a Estados Unidos pero que introduciría algo más de equilibrio en una zona del Mediterráneo que está profundamente desequilibrada.
Pero hay que admitir la realidad: hoy día, a la vista de la reunión de Roma y de los últimos acontecimientos, solo cabe decir que la Unión Europea es cada vez más débil e irrelevante. A la pequeña iniciativa de Jacques Chirac de pedir a la presidencia de turno de la UE, Finlandia, que se diera un mandato más fuerte a Javier Solana, respondió Gran Bretaña: "Estamos muy felices con lo que el señor Solana está haciendo hasta ahora". Très bien. Lo que no se defiende, se adapta y se mejora, termina por desaparecer. Quizás, la UE no desaparezca nunca, en virtud de esa extraña facilidad que tienen los organismos internacionales para perpetuarse, pero si nadie reacciona terminará importando tanto como la Unesco... o como la sede burocrática de cualquier complicado acuerdo comercial.
Los responsables de la actual Comisión parecen congelados, incapaces de movilizar las voluntades políticas de los países miembros. Y los dirigentes de esos países, Rodríguez Zapatero incluido, son totalmente autistas. Hace falta tiempo, dicen. Hay que esperar a 2008, después de las elecciones francesas. ¿Por qué? Es posible que no se disponga de tanto tiempo. ¿Por qué no se pueden lanzar ya algunas iniciativas que pongan de nuevo a pedalear a la maquinaria comunitaria? Si no se hace nada, si se asiste impasible a la desaparición de Europa en el debate de Oriente Próximo, lo mejor sería que este verano nos intercambiáramos todos postales con el texto que ya reparte una conocida experta comunitaria: "Aquí, tranquilos, viendo como se hunde Europa". solg@elpais.es
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