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Reportaje:

El diputado literato

Ángel García Ronda regresa a la novela después de cuatro legislaturas como diputado

Cuando comenzó a colaborar en la revista Kurpil, que se editaba en Guipúzcoa, Ángel García Ronda (San Sebastián, 1939) ya contaba con cierta trayectoria literaria. No en vano, en 1969, había quedado finalista del entonces prestigioso premio Nadal con su novela, aún inédita, Aire cerrado. Pero su trabajo diario era más prosaico; estaba relacionado con su titulación de profesor mercantil y lo desempeñaba en el Banco Guipuzcoano y la empresa Kraff. En aquellos tiempos, en las postrimerías del franquismo, los ambientes artísticos estaban muy cercanos a los políticos. "Yo no pertenecía a ningún partido; estaba cercano a los foros cercanos al Partido Comunista (PCE) o a un grupo cristiano llamado Pax Christi. En éste conocí a José Ramón Recalde, impulsor del FLP [Frente de Liberación Popular, influyente grupo marxista-leninista más conocido como Felipe por sus siglas] en Guipúzcoa", apunta García Román.

"Los sindicalistas de la UGT me consideraban un socialdemócrata desviacionista"
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Recalde, según cuenta el autor de La respuesta, intentó durante meses atraerle a su organización. "Al final, me animé. Quedamos para un miércoles para formalizar mi ingreso en el FLP; pero el domingo le detuvieron a él y a su mujer, y me quedé sin entrar". Pero mantuvo esa actividad política de simpatizante, que venía de un decenio antes, con la lectura de Hegel y Marx y la asistencia a manifestaciones. Era, dentro de su vago compromiso antifranquista, "gente pacífica", dice. "Incluso habíamos visto a principios de los sesenta cierta apertura en el régimen, como cuando estuvo de gobernador civil José María del Moral, o Jesús Revuelta como director de La Voz de España". "Aquella pequeña tolerancia se rompió cuando ETA comienza a actuar", recuerda.

Ángel García Ronda continuó con sus colaboraciones literarias más que con las políticas, mientras el dictador Franco comienza su agonía, en la que no le tiembla el pulso para firmar sentencias de muerte. Tampoco les tiembla el pulso a los censores, que secuestran el número 10 de Kurpil, dedicado a narrativa femenina, erotismo y vanguardia. "No lo entendimos nunca; nos pareció una cosa cómica. Tal vez los censores tenían miedo de que surgiera un núcleo literario fuerte, pero nunca lo llegaron a explicar", comenta. "Con el tiempo he llegado a la conclusión de que fue una decisión personal del funcionario de turno".

Tras la muerte de Franco, comienza a escribir su primera novela, La levadura, que publicará en 1978 con la editorial Zero, de orientación cristiano-libertaria, si se atiende a su catálogo, en el que aparecieron algunos textos referencia en el momento. "Andrés Sorel era su director. Provenía del PCE, luego se desvinculó y se quedó un poco en el anarcocomunismo, flotando en cierto revolucionarismo", explica García Ronda.

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Mientras tanto, sus inclinaciones políticas van por otro camino y terminan por decantarse por el PSOE. "Me llamaron Txiki Benegas y Enrique Casas, para que les asesorara en cuestiones económicas. Al final, me afilié". "Bueno", rectifica, "mejor dicho, me afiliaron casi sin pedirlo". Ya por aquel entonces el profesor de derecho mercantil y escritor vocacional impartía clases de Derecho Fiscal y Laboral en la Escuela Universitaria de Ciencias Empresariales de San Sebastián. Un elemento sospechoso para los compañeros de la UGT en aquellos tiempos tan proclives a las posturas extremas. "Los sindicalistas me consideraban un socialdemócrata desviacionista. Era un hombre casado, muy normalito, que venía de trabajar en la banca", explica.

Eso sí, para un partido que apenas tiene militancia y pocos profesionales entre ella, García Ronda resulta "apetecible", según sus propias palabras. "Además, algunos, por ideología, éramos proclives a afiliarnos en el PSOE, aunque entonces lo que se llevaba en los ambientes de izquierda era el PCE y otros partidos minoritarios".

El no albergaba ambiciones de hacer carrera política. Pero el recién nacido Consejo General Vasco necesitaba de gestores y contaron con él. Primero, como director de Bellas Artes y Promoción Cultural, bajo el mandato de Ramón Rubial, y luego como consejero de Administración Local del órgano pre-autonómico, durante la presidencia de Carlos Garaikoetxea.

"A pesar de lo que pudiera parecer, fueron en parte los peores años de mi vida política, los años en que ETA asesinó a más gente: 131 personas en 1979 y 132 en 1980. Los que vivimos aquello hemos perdido toda la inocencia, la ingenuidad. Aunque no la esperanza, por supuesto", precisa García Ronda, que mira al proceso actual con cierta distancia.

"El peso de la historia nos marca, sin duda. Como también considero clave en la evolución de estos últimos 30 años el golpe de Estado de Tejero y su fracaso", dice el autor de los poemarios El río o Las fatigas del metal. Por eso, la victoria de su partido en las elecciones de 1982, por mayoría absoluta, compensó en parte los sinsabores de los años precedentes.

"En mi vida pensé que iba a llegar a ser diputado; yo estaba dedicado a mi vida profesional y literaria. Pero lo cierto es que en un plazo muy breve pasamos de la nada a tener el poder; en 1979 se hablaba de alcanzar el gobierno en 1990; y lo conseguimos en 1982".

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