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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tango de Mercosur

Al final, lo más divertido y quizá lo más significativo de la cumbre de Mercosur en la ciudad argentina de Córdoba haya sido esa gran intervención folclórica de Fidel Castro, llegado como siempre en tan aburrida como predecible sorpresa a las nuevas reuniones latinoamericanas, en las que el sentimentalismo bolivariano brota por doquier, hasta secuestrar los discursos de los supuestamente más sobrios de los participantes.

El sentido común parece defenestrado por decreto del precio del petróleo, como lo parece el ya antes muy discutible prestigio de algunos de los llegados y de los que arriban, como Venezuela y Cuba, a lo que debiera ser un intento de racionalizar de forma coordinada la vida política y económica de los Estados suramericanos y tiene tendencia a convertirse, en cambio, en una especie de ceremonia dudosa de intercambio de emociones, sentimentalidades tantas veces grotescas y ofertas que esconden amenazas más o menos veladas.

La ciudad argentina de Córdoba, con la cumbre de Mercosur, no ha sido precisamente el escenario de una gran fiesta de la inteligencia política, sino una clásica ceremonia en la que no han faltado la autocomplacencia, la demagogia y la irresponsabilidad. Estos dirigentes deberán responder a la ciudadanía, harta de frases hueras y demagogia patriotera. Esta ciudadanía quiere soluciones, perspectivas y esperanzas para ellos y sus hijos. No quiere revoluciones de sangre, prisiones y fusiles como las que prometen Castro y Chávez. Para revolución, la digital, que es la que ahora mismo necesitan los pueblos latinoamericanos y evitar así que aumente el gap tecnológico. Para pensar, comerciar, prosperar y ser más libres.

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