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El estrés urbano | El estrés urbano

La plaza Mayor se alquila uno de cada dos días

En este espacio conviven conciertos, exhibiciones de caballos, venta de quesos y misas

La plaza Mayor de Madrid y sus 15 calles adyacentes son zonas peatonales. Un espacio libre de la contaminación acústica del tráfico, que no perturba el sueño de los vecinos. Sin embargo, el barrio se ha convertido en una pesadilla. Los vecinos se quejan de las constantes actuaciones de todo tipo que inundan la plaza de megavatios. O de los eventos, como las semanas organizadas por las administraciones con nobles objetivos como la promoción de la salud del corazón, que terminan siendo de infarto por los ruidos del montaje y desmontaje de los pabellones y los ensayos la megafonía. A todo este movimiento, además, se suman los músicos ambulantes que ejecutan indistintamente, con la presencia habitual de policías municipales, a Mozart o Rocío Jurado frente a las terrazas de los bares.

"En mi casa se movieron los muebles por un concierto de rock", dice un vecino
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En lo que llevamos de año, la plaza (sin contar el tradicional mercadillo navideño que se remata con la cabalgata de Reyes) se ha cedido "legalmente" 102 días -uno de cada dos días de lo que va de año-, a los que hay que sumar los fines de semana que de enero a marzo el propio Ayuntamiento instaló una tarima para actuaciones musicales.

Entre las actividades que la Concejalía de Centro ha autorizado están la instalación de iglús para carreras de trineos, exhibiciones de caballos de Jerez, exposiciones de vehículos antiguos, concentraciones, campeonatos de futbito, manifestaciones, cubos solidarios, paradas militares, zarzuelas, el macrococido anual -que deja olor a tocino y repollo en las cortinas de las casas a algún ingenuo que se le ocurre abrir los balcones-, misas solemnes, ferias de sellos o regionales -como la de Valladolid, en la que se venden quesos y vinos de la zona, eso sí, muy buenos-, elección de personajes castizos, coros y danzas, pregones, homenajes a la Virgen del Cisne y la última moda, prestar la plaza para celebraciones como el festival hispano-marroquí, la fiesta nacional colombiana, espectáculos folclórico chinos, coreanos o el día de Galicia en Madrid.

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Luis Asúa, concejal del distrito Centro, aduce que la plaza no sólo tiene un valor histórico y arquitectónico, sino también sentimental, y que es un importante lugar de encuentro para la nueva emigración.

El Tribunal Constitucional dejó claro, en sentencia de 23 de febrero de 2004, que la protección frente al ruido encuentra apoyo en el derecho a la intimidad personal y familiar (artículo 18.1 de la Constitución), y podrá implicar una vulneración del derecho a la integridad física y moral (artículo 15) cuando los ruidos que deba soportar una persona a consecuencia de una acción u omisión de los poderes públicos puedan ser evitables.

La ciudad, además, dispone de una Ordenanza de Protección de la Atmósfera contra la contaminación por formas de energía de 31 de mayo de 2004, aprobado por el Ayuntamiento, que establece prohibiciones, medidas y sanciones contra los ruidosos. Pero ninguna de estas normativas ha servido para nada. Como tampoco las protestas de los vecinos que han comunicado al Ayuntamiento la situación en repetidas ocasiones (una a través de un escrito pasado por registro el 13 de septiembre de 2003) y han pedido que se redujera drásticamente la utilización de la plaza.

De hecho, las continuas autorizaciones del Ayuntamiento -sólo se cobra a las terrazas- han conducido a una sobreexplotación de este espacio, hasta el punto de que en ocasiones se solapan los montajes y los montadores en un ir y venir de camiones, grúas, vigas... A ello se suman músicos ambulantes, bailarines, acróbatas, etcétera, en muchos casos arrastrando sus amplificadores.

La proliferación de terrazas de bares atrae cada vez más este tipo de actuaciones. Otros ruidosos solistas prefieren sus puestos fijos, como el guitarrista que hasta muy pasada la medianoche toca todos los días del año, salvo cuando se va de vacaciones, sentado encima de su amplificador al lado del arco de Felipe III.

La Policía Municipal raramente actúa, mucho menos multa, y menos aún retira los amplificadores, según prevé la ordenanza municipal. La policía que controla la plaza Mayor a través de las cámaras de vigilancia instaladas hace meses no puede disfrutar del ambiente sonoro que viven sus compañeros de a pie. Las cámaras están sin audio para preservar, eso sí, la intimidad de los viandantes.

"Sabemos que el centro está estresado, trabajamos para que sea un centro residente y no un parque temático. Hay que buscar un equilibrio y somos conscientes de que a veces no lo conseguimos", comenta Asúa, quien dice que no hay manera de cuantificar las denuncias vecinales.

Ya de madrugada, cuando bares, terrazas, montajes y ruidosos terminan su actividad, viene un sosiego interrumpido entonces por borrachos y mendigos, que también tienen sus broncas. Luego, a las seis de la mañana, llegan los camiones de reparto, que tienen hasta las once de la mañana para abastecer a base de golpes contra el suelo de bidón de cerveza o cajas de refresco los bares, terrazas y restaurantes de la zona. Pero la guinda del ruido se la llevan los vehículos municipales de aspirar y limpiar la basura.

"En mi casa se llegaron a mover los muebles del ruido de un concierto de rock que coreaba a gritos y saltos la gente", señala Juan Manuel, un vecino de la plaza, mientras su mujer, Rosa, apunta: "Los macroconciertos se han reducido y al menos ahora no se desliza la cama, ni sientes pánico pensando que se puede hundir el suelo de la plaza, pero nos hacen la vida imposible".

Este matrimonio y sus vecinos son, además, víctimas de las tiendas que cuelgan en la puerta amplificadores que a gran volumen emiten música como reclamo. "En la plaza no se puede hacer negocio con el ruido porque viven vecinos; el Ayuntamiento tiene que entenderlo", dicen, al tiempo que recuerdan que hay legiones de ciudadanos chinos intentando vender de tapadillo imanes en forma de cápsula cuya función es hacer ruido cuando se le lanza al aire.

Ante esta situación, muchos residentes se obcecan en llamar a la Policía Municipal. Otros, ya cansados de la llamada en espera, tratan de hacer oídos sordos. "No puedo trabajar, no puedo dormir, no puedo abrir los balcones", dice un vecino, que lleva varios meses en tratamiento psiquiátrico. "No oigo música desde hace tres años", alega otra. María Eugenia, también residente de la plaza, ha optado por ponerla a todo volumen para no oír el estruendo de fuera. Juan García, arquitecto, se queja, además del ruido, de que este monumento artístico "no pueda ser disfrutado visualmente ni por los vecinos ni por los turistas".

El Ayuntamiento trata de afrontar la situación. La Concejalía de Centro ha organizado para hoy, con el nombre de Encuentro vecinal plaza Mayor, unas mesas redondas sectoriales. Asúa quiere con estos encuentros pulsar la situación de los sectores implicados, y para ello reúne en la misma mesa a víctimas y verdugos.

Lo curioso es que la plaza Mayor y el distrito Centro son desde 2000 Zona de Actuación Acústica, lo que supone que hay que evitar las actividades ruidosas, pero el Ayuntamiento incumple sus propias normas.

"No hay voluntad política, quizá por motivos electorales", apunta Jorge Pinedo, abogado especializado en Medio Ambiente y vicepresidente de Juristas contra el Ruido, quien afirma que estamos a la cola de Europa en protección acústica: "Gallardón, en contra de lo que parecía en su campaña electoral, está perdiendo la batalla contra el ruido".

Un músico toca la guitarra en uno de los accesos a la plaza Mayor.
Un músico toca la guitarra en uno de los accesos a la plaza Mayor.BERNARDO PÉREZ

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