_
_
_
_
_
CONTRASEÑA | Vicens Ferran
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Se vende (a buen precio) arte de vivir

Se trata de un sencillo muñequito de plástico de un solo color que reproduce la efigie de un mafioso clásico: se echa junto con los espaguetis al agua hirviendo y a los nueve minutos avisa mientras suena La donna é móbile. Hay diferentes categorías de mafiosos: según el tiempo de cocción cantan la marcha triunfal de Aída o la más famosa aria de Nabucco. Un lujo de gadget, sonrisa garantizada + impacto de connaiseur, por 23 euros. ¿Caro? Por 2,90 euros un extraordinario estropajo español con forma de toro, por dos euros pelados un simpático burrito saltarín (el toro está agotado), o por 2,80 euros un Barcelona bombón: chocolate envuelto en una insólita foto de Barcelona. Además: joyería artesana magnífica, camisetas con magia, rincón de niños afortunados... un bazar de imaginación, realismo (lo más caro cuesta 100 euros), arte de vivir. Esto es Dos i una (por Vicens, un letraherido y escritor, Juan Antonio y Brigitte, ambos artistas plásticos), una tienda barcelonesa de culto dedicada a lo inesperado: una rareza en tiempos de grandes cadenas globales y enormes superficies comerciales.

"Una tienda es una declaración de principios y ésta es una simbiosis entre el público, Barcelona y nosotros", asiente Vicens Ferran. "De lo que estoy más contento es de los muchos buenos amigos que he hecho a través de la tienda". El buen gusto, el buen rollo, une a gente que compra y vende. Amigos barceloneses, catalanes, muchos madrileños y de todo el mundo: Dos i una es un símbolo barcelonés reconocido en guías y en prensa extranjera como el New York Times (que la descubrió en la década de 1980). Desde que en 1976 encontraron esos 60 metros hábiles de la calle de Rosellon, Vicens ha echado canas. Es un botiguer que ha vivido en una cueva de Aladino, y ha viajado a paisajes impensados gracias a una mezcla de objetos y gente que ha evolucionado en el tiempo sin traicionar el encanto iniciático.

"Al principio tuvimos que inventar el producto: éramos artesanos, experimentábamos. Luego, en la década de 1980, había que escoger entre la obra de arte o lo que ofrecía el mercado. En la de 1990 ya aparecen los chinos, los asiáticos, otra revolución. Pero creo que nunca hemos caído en la horterada. Hemos funcionado por intuición: vemos lo que nos gusta y lo que tiene sentido, aunque sea perfectamente absurdo", explica. El caso debería estudiarse en las escuelas de negocios: nunca han buscado el éxito total o hacerse millonarios, sino divertirse, vivir y hacer amigos. Un buen balance, a estas alturas. "El botiguer también puede morir de éxito: de las crisis se aprende mucho". Él confiesa no ser nada consumista: "nunca voy de tiendas salvo que tenga algo muy concreto que comprar".

Vicens, 60 años, nació en Girona, y su familia y la de su primo Juan Antonio era de Rupià -pueblo ampurdanés hoy famoso porque veranea Pasqual Maragall- pero se crió en Amposta y vino a estudiar Filología hispánica a Barcelona, mientras sus padres se instalaban en Lleida. Perfecta pancatalanidad que acaba haciendo barcelonismo a través de una tienda. Él quería ser escritor -ha publicado dos novelas y prepara otra- y se puso a hacer de profesor de literatura. Un día de verano en la década de 1960, él y su primo Juan Antonio, inquieto artista, conocen a Brigitte, una turista francesa sensible al arte que aquel día llevaba bajo el brazo La metamorfosis de Kaftka: les impresionó tanto que ya no se separaron. "¿Por qué no ponemos una tienda?", se plantean en 1976: dicho y hecho. Vicens organiza y Juan Antonio y Brigitte van a producir (artesanalmente) lo que piensan vender. Acogen a otros artistas que empiezan, como Kima Guitart y Mariscal. La tienda es una especie de sala de exposiciones: se llena de gente. Hoy continúa igual: small is beautiful.

"Nuestros clientes no son consumidores. Los conservamos desde el principio, ahora vienen sus hijos. Hoy llega gente joven y me dicen: esta tienda es nueva, ¿verdad?", dice encantado. Convierte a esos jóvenes en sus amigos. Una tienda como esta es un buen periscopio social: "Enseguida notas si falta trabajo, como ocurrió tras los Juegos Olímpicos. Ahora no hay crisis. No lo entiendo: la gente tiene muchísimos gastos y sigue comprando, como si nada". Éste es su diagnóstico: desde junio sabe lo que venderá en Navidad, "el 50% de la facturación de todo el año". Una vez, en Navidad, se fue la luz con la tienda llena y sin luces de emergencia. Los compradores fueron saliendo ordenadamente: no faltó ni un pin.

m.riviere17@yahoo.es

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

PERFIL

Vicens Ferran, 60 años, se siente barcelonés, pero nació en Girona y ha vivido en Tarragona y Lleida. Su minúscula tienda Dos i una es, desde 1976, una cueva de Aladino convertida

en símbolo barcelonés por guías de turismo y reportajes internacionales. Escritor, impulsor de proyectos literarios y de artistas plásticos, dice que una tienda "es una declaración de principios y ésta es una simbiosis entre el público, Barcelona y nosotros"

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_