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Tribuna:INVESTIGACIÓN Y TECNOLOGÍA
Tribuna
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¿Una nueva universidad en Euskadi?

Plantea el autor la conveniencia de atraer al País Vasco centros universitarios extranjeros de prestigio para salvar el

El Sistema Universitario vasco ha experimentado un desarrollo muy importante a lo largo de los últimos 25 años. Con la llegada del autogobierno vasco se produjo, de hecho, una transformación radical del entonces precario paisaje científico-universitario de nuestro país. Este importante proceso de crecimiento ha podido satisfacer las necesidades derivadas de la fuerte presión demográfica, especialmente en los años 80, así como de la necesidad de extender el acceso universal a la universidad en función del mérito intelectual y los intereses de las personas (artículo 26.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), dejando, por fin, atrás barreras de tipo económico y geográfico que, históricamente, habían impedido a la juventud vasca acceder a la educación superior.

Soy consciente de que hablar de una nueva institución universitaria en Euskadi puede poner muy nerviosos a algunos
¿Qué hacemos mientras la UPV logra situarse en la primera fila europea en lo que se refiere a investigación?

Pero esta etapa parece haber llegado ya a su fin y emerge un nuevo periodo en el que el sistema universitario tiene que configurarse en vanguardia del sistema científico-tecnológico en el proceso hacia una sociedad del conocimiento; convertirse realmente en la base intelectual del país, volcarse en atraer personas con talento y liderar la generación de ideas empresariales y líderes sociales. Ninguna de estas funciones son, en la actualidad, resueltas suficientemente por nuestras universidades.

El empuje público del Sistema Vasco de Investigación e Innovación, de hecho, se ha volcado claramente en la consolidación de sus capacidades tecnológicas y es bien conocida la potencia de su entramado de Centros Tecnológicos (con independencia de los nuevos enfoques que también deban guiar a estos organismos para una mayor eficacia del dinero público que gestionan) y su vinculación a la industria vasca. Todo este esfuerzo está muy bien; reconozco la potencia y altura de miras de sus responsables políticos a lo largo de estos años y les animo a que redoblen sus esfuerzos en esa línea. Pero, simultáneamente, no puedo evitar una gran preocupación.

¿Y qué va a pasar con la universidad? ¿Va a permanecer al margen de los desarrollos estratégicos del país en los próximos años? En una sociedad y en una economía del conocimiento donde todos los analistas reclaman el papel central del sistema universitario, en Euskadi seguimos sin creérnoslo del todo. No hace falta más que acudir al esfuerzo en I+D realizado por el sistema científico-universitario (HERD) para darnos cuenta de la realidad: en términos de gasto en I+D por habitante, la media europea es un 35% superior al esfuerzo de la CAPV, y algunos países (como Suecia) cuadruplican ese esfuerzo (CAPV: 58,1 euros/hab.; Suecia: 208 euros/hab.).

Los resultados (medidos en publicaciones, patentes o creación de nuevas empresas de base científico-tecnológica) tampoco son nada halagüeños y la principal institución universitaria, la Universidad del País Vasco, salvo unos pocos valiosísimos investigadores y grupos, no parece que pueda llegar a constituirse en los próximos años en esa universidad de vanguardia, generadora de actividad económica y acogedora de los cientos de investigadores de alto nivel que necesita este país para avanzar en su proceso de migración hacia una economía de conocimiento.

Ojalá estemos equivocados los que pensamos así, pero me temo que, aun suponiendo un incremento espectacular de sus recursos financieros, la UPV-EHU necesite quince o veinte años para situarse en la primera fila de la vanguardia europea, dadas las dimensiones de esa institución, las rigideces burocráticas, los enormes problemas estructurales que aún arrastra, la baja calidad (en términos generales) de sus resultados científicos y el alejamiento de la realidad empresarial vasca.

¿Y qué hacemos mientras tanto? Una opción es ir fortaleciendo el resto del Sistema de Innovación y esperar a que la UPV (y el resto de universidades privadas), paso a paso, alcance ese nivel que se le exige. Habremos perdido una década preciosa y, probablemente, la mayor parte de las oportunidades que presenta hoy la economía del conocimiento y que otros, más hábiles, habrán sabido aprovechar mejor. Otra opción, atrevida pero más que razonable, sea estudiar la posibilidad de completar el panorama universitario vasco con la creación o atracción de un nuevo agente universitario en nuestro país, más pequeño, más especializado, más ágil.

Existen distintas opciones. Para nuestro caso, no nos parece muy descabellado a algunos que Euskadi se plantee, por ejemplo, invitar a alguna universidad de primer rango internacional y probada solvencia en términos de outputs científicos y creación de riqueza a que establezca en Euskadi su sede regional europea. Hablamos de uno (o varios) campus de tamaño pequeño o medio que aglutinen capacidades científico-universitarias de primer nivel. Dado el impacto científico y económico de los mismos, se podría pensar, en principio, en un conjunto coherente (con el Plan de Competitividad y el Plan de Ciencia y Tecnología) de programas de tercer ciclo que aglutinara a unos 300 o 400 investigadores (entre staff y doctorandos) bajo el auspicio de una universidad como la de Harvard o el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Serían, en el fondo, nuestros Guggenheim universitarios.

Ya sé que, a algunos, hablar de tener una nueva institución universitaria en Euskadi puede ponerles muy nerviosos y, quizás, hasta no sea políticamente correcto comentar esta opción cuando vemos que el campus de Leioa de nuestra universidad pública poco menos que se cae a pedazos y necesita ingentes recursos para su simple mantenimiento físico. Otros no vemos ambas cosas incompatibles. Desde luego, la UPV (al igual que el resto de universidades vascas) ha de continuar su proceso de mejora y adaptación a las nuevas exigencias y oportunidades de la sociedad del conocimiento. Pero hay que empujar mucho más fuerte. Todas las regiones y países de referencia social y económica en Europa y en el mundo tienen como elemento central asociado a ese nivel de desarrollo una universidad o un sistema universitario brillantes. En Euskadi no tenemos esto.

Es cuestión de prioridades y de elección política porque, efectivamente, lo que sí es cierto es que todo no se puede. Nuestros representantes políticos optan, sin ambages, por inversiones mil millonarias en cemento (la Supersur, la ampliación del Puerto de Bilbao, el Segundo Cinturón de Donostia, el soterramiento del ferrocarril en Vitoria, la Y vasca ferroviaria, etc.) y parece que les cuesta mucho más hacerlo por el conocimiento. Seguramente, estarán cargados de razones para ello, pero la mayoría de ellas se me escapan.

Otros, sin embargo, abogamos por el conocimiento como el motor esencial del progreso social y económico de este país y, como además vemos oportunidades muy claras en este momento (no dentro de quince años), nos atrevemos a apostar por soluciones valientes y radicales. Debemos ir mucho más allá de pequeñas mejoras y, además, debemos hacerlo de forma decidida para que tengamos resultados concretos en tres, cuatro o cinco años como mucho en términos de productos comercializables y empresas de base científico-tecnológica.

Pensamos que en Euskadi hay espacio para una o más nuevas universidades y que merecería la pena darle una pensada. El tren del conocimiento de alta velocidad también está deseando recalar en Euskadi y estamos en condiciones de acogerlo. Repito, es cuestión de prioridades políticas.

Carlos Cuerda es economista y socio de Naider.

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