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La pasión por la ciencia empieza en el instituto

Jóvenes europeos se inician en grandes desafíos de investigación con recursos escolares

Adrián Bas ya es un avezado investigador, pese a contar sólo 15 años y estudiar 4º de ESO. Junto con otros seis jóvenes compañeros de la Asociación Juvenil Doira de Vigo, ultima la construcción de un satélite del tamaño de una lata de refresco que volará unos minutos. Si todo va bien, lo lanzarán desde el desierto de Nevada (Estados Unidos) el próximo mes de septiembre, en el concurso anual de satélites educativos ARLISS al que han sido invitados, por vez primera para unos europeos, por la Universidad de Stanford. Bas y sus colegas presentan el picosatélite y un minicohete en la Expo Sciences Europe 2006 (ESE 06), una muestra europea de proyectos de investigación creados por chavales de 12 a 25 años que se está celebrando en Tarragona desde el lunes hasta el domingo.

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Muchos jóvenes europeos se rebelan. Nada de esperar a la universidad para demostrar su pasión por la ciencia y la investigación. Durante el curso académico preparan proyectos multidisciplinares, ayudados por tutores o por asociaciones de jóvenes investigadores como MAGMA, la organizadora del ESE 06, que se celebra por vez primera en España. Un total de 436 jóvenes promesas han presentado en Tarragona 162 trabajos, la cuarta parte españoles.

Este certamen está auspiciado por el Movimiento Internacional para el Placer Científico y Técnico (MILSET), fundado en 1987. Los trabajos, seleccionados localmente por los distintos países participantes, deben tener calidad científica, y "también ser originales e innovadores", afirma Martin Kustek, director de la delegación europea de MILSET. Iris Uribesalgo, coorganizadora del certamen desde la asociación MAGMA, considera que "es esencial educar estimulando el aprendizaje vía el propio descubrimiento".

Estos encuentros de chavales para presentar sus proyectos son un termómetro del afán investigador. "Ha aumentado la actividad científica de los jóvenes y aquí es interesante ver cómo cada país difunde la ciencia", añade Kustek. Estos certámenes, añade, "también son una oportunidad para que compartan su pasión por la investigación presentando lo que han hecho durante todo el año, están motivados para hacer nuevos proyectos científicos, conocer nuevas culturas y gente: los contactos son muy importantes para el desarrollo de la carrera científica".

En ESE no sólo participan países europeos, también han sido invitados chavales de países como México, Suráfrica o Taiwan. La calidad de los trabajos es variada, pero no siempre depende de la tradición científica del país. "Es cierto que en los países de Europa del Este hay talentos pero no tienen recursos para apoyarlos", afirma Kustek. Que se lo pregunten si no a Ekaterine Munina y su colega Martin Ventseslavov, dos búlgaros de 18 años que investigan un generador de oscilaciones de frecuencia de terahercios, ondas entre el infrarrojo y el microondas que pasan fácilmente a través de materiales sólidos y que pueden servir para detectar materiales peligrosos, escanear cánceres sin riesgo para la salud o aumentar la potencia de las comunicaciones. No han podido construirlo "porque en Bulgaria no tenemos los laboratorios adecuados", asegura Munina. Así que lo han probado teóricamente en el ordenador. Espera tener más suerte en su visita a la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, pero ansía el ingreso de su país en la Unión Europea, "para tener mayores oportunidades de investigación".

En Tarragona también se pueden ver sencillos simuladores de tornados y tsunamis, un experimento que intenta probar cómo los móviles afectan al crecimiento de las plantas, sistemas medioambientales, robots o estudios sociológicos. Natalie Brichard y Esther Chedor, dos francesas de 16 años, pertenecen al club Spationautes d'Alençon, formado por siete chavales; construyen cohetes con ayuda del Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia. Ahora preparan un globo estratosférico con experimentos, explica Brichard, que estudiará astrofísica.

A Renata Rabovic, una joven lituana de 18 años, le preocupaba que muchos de sus amigos "tuvieran problemas de tiroides". Investigó los motivos y descubrió la mala dieta que llevaba su comunidad. "Seré bioquímica o ayudaré a la gente creando nuevos fármacos", asegura. Cuatro danesas muestran cómo reducir la maduración de las frutas con el cloruro de paladio, que reacciona con el etileno (que las hace madurar). No altera las vitaminas ni los minerales, lástima que este químico sea caro e irrespirable.

Y ¿cómo impedir la germinación de las patatas durante su almacenamiento? La alemana Madeleine Imbeck, de 20 años, ha demostrado que esencias como el aceite de menta, usadas en la agricultura biológica y en países con restricciones a ciertos productos, son una buena alternativa. Pero su carrera científica ha sido muy breve: cuelga su bata blanca por la música clásica.

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