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Tribuna:EL FUTURO DE IBEROAMÉRICA
Tribuna
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Unidos por las migraciones

De los Pirineos, cruzando el Atlántico hacia el Pacífico, del Río Grande a la Tierra de Fuego, los iberoamericanos compartimos, dentro de la diversidad, valores, identidad y cultura. Somos parte de un presente comprometido con la democracia, el desarrollo y la justicia social y con sólidas raíces en el pasado, que nos ha ido configurando como individuos y como pueblos. Somos también, en buena medida, fruto de una extensa historia de migraciones, amalgamadas en el gran mestizaje con nuestras culturas originarias.

Somos países que debemos a los migrantes de todas las épocas una parte fundamental de nuestra identidad. Por eso llevamos más de quinientos años gestionando migraciones de diverso origen e intención, y por eso sabemos que la migración, por dura que resulte, es y ha sido una esperanza de dignidad para millones de personas en todos los tiempos.

Ejemplo de ello fue la emigración europea a América Latina, donde los inmigrantes encontraron oportunidades entonces no disponibles en sus países de origen. Entre 1850 y 1950, unos 3,5 millones de españoles se afincaron en varios países de América Latina, aportando conocimientos y atributos culturales, y contribuyendo al desarrollo de estos países.

América Latina se ha convertido en una región de predominio de la migración tanto hacia dentro como hacia fuera. Ello ha coincidido con una nueva fase de la globalización, caracterizada por la fluidez de las corrientes financieras y comerciales, y por una restricción a la movilidad internacional de la mano de obra. Esta contradicción entre ambos fenómenos sirve de trasfondo a un conjunto de problemas e incertidumbres que afectan a la migración contemporánea, y que se refleja en formas de irregularidad, discriminación y vulnerabilidad de las personas migrantes.

A raíz de la reversión de las tendencias migratorias, durante los últimos años España ha llegado a constituirse en el segundo país de destino de la emigración originada en América Latina. Los nacidos en los países de esta región y censados en España se acercan ya a los dos millones de personas. Los inmigrantes latinoamericanos se han beneficiado, en mayor medida que los provenientes de otras regiones, de los programas de regularización que han pavimentado el camino para su efectiva integración en la sociedad receptora. Otros dos millones de migrantes están circulando en América Latina.

La comunidad internacional, consciente de la relevancia de la migración para el desarrollo y el cambio sociocultural, ha realizado un proceso de reflexión y diálogo sobre la materia. En un informe reciente, el secretario General de las Naciones Unidas destaca que la migración, apoyada por políticas apropiadas, puede ser altamente beneficiosa para el desarrollo, tanto de los países de procedencia como de los de destino. También subraya que estos beneficios están sujetos al respeto de los derechos humanos y a la cooperación internacional para impulsar el desarrollo mediante el esfuerzo compartido de las naciones. Asimismo, insta a la búsqueda de mecanismos de gobernabilidad de los flujos, condición necesaria para un pleno aprovechamiento de las potencialidades que ofrece al desarrollo.

El ámbito iberoamericano, uno de cuyos fundamentos históricos radica precisamente en la migración, ha tenido un papel activo en este proceso de reflexión y diálogo. Iberoamérica ha sido precursora del establecimiento de foros intergubernamentales de consulta: la Conferencia Regional sobre Migración o Proceso Puebla, que reúne a los países de América Central y del Norte, y la Conferencia Sudamericana sobre Migraciones. Ambos foros han acumulado un valioso acervo de buenas prácticas forjadas en un contexto de cooperación multilateral y activa participación de la sociedad civil.

En la misma dirección, los jefes de Estado y de Gobierno de los 22 países iberoamericanos, reunidos el pasado octubre, aprobaron la Declaración de Salamanca, que incluye su compromiso de coordinar políticas para el tratamiento ordenado de los flujos migratorios, asegurar el respeto a los derechos humanos de las personas migrantes y su integración en los países de destino, erradicar toda forma de discriminación, promover experiencias de codesarrollo, y propiciar políticas conjuntas entre países emisores, receptores y de tránsito. En seguimiento de su mandato, la Secretaría General Iberoamericana ha celebrado el Encuentro Iberoamericano sobre Migración y Desarrollo, que ayer concluyó en Madrid.

Sus conclusiones contribuirán a la participación de la comunidad iberoamericana en el Diálogo de Naciones Unidas sobre Migración y Desarrollo, y a la XVI Cumbre Iberoamericana del próximo noviembre en Uruguay, cuyo tema central será la migración y el desarrollo compartido. Se trata de una buena oportunidad para recordar de dónde venimos, y para abordar la migración, como bien común y requisito indispensable para el desarrollo y la cohesión social de Iberoamérica.

Hemos podido pensar en un codesarrollo con especificidad iberoamericana, que sea un ejemplo para un mundo que se debate entre incomprensiones e insolidaridades, para abordar uno de los grandes desafíos a la paz y a la prosperidad de este siglo.

Hemos sido conscientes de que la integración de los migrantes a las comunidades de recibo es un derecho, pero también una obligación de respetar y potenciar los valores y el progreso de las comunidades de acogida. Todos sabemos lo que no es legítimo: la explotación, el tráfico de personas o la falta de respeto a los derechos fundamentales de quienes se esfuerzan por conseguir una vida mejor.

Hemos constatado que las remesas son una oportunidad temporal que habrá de agotarse algún día, además de un dinero ganado con el esfuerzo de cada migrante. Deben ser instrumentos de un desarrollo económico dinámico y socialmente justo, como solución de largo plazo al que deben comprometerse las políticas públicas.

Hemos coincidido en la necesidad de renovar los instrumentos públicos de gestión de las migraciones, y en la utilidad y conveniencia de que sigamos trabajando la migración, como desafío y oportunidad, entre nosotros, los iberoamericanos. Debemos aprender de las lecciones del pasado para ayudar a nuestras comunidades a navegar mejor en la globalización. Sólo con políticas coordinadas y de largo plazo ganaremos el futuro.

Todos venimos de algún lugar concreto. Decía Uslar Pietri que la diversidad de los hombres viene de la cultura, no de la naturaleza, proclamando nuestra radical igualdad. Yo fui un niño asturiano que emigró de una España enfrentada y empobrecida y fui ciudadano gracias a la bienvenida y a las posibilidades que encontré en Uruguay; el barrio y la escuela me hicieron uruguayo. Habiendo transitado los caminos de Iberoamérica y trabajado en los desafíos de su futuro, creo que este Encuentro sobre Migración y Desarrollo, que ha querido abrir caminos y no elevar murallas, es una nueva puerta a la justicia, a la prosperidad y a la esperanza de nuestra gente.

Enrique V. Iglesias es secretario general Iberoamericano.

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