_
_
_
_
Tribuna:La mayor tragedia de metro en España
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Responsabilidad y destino

Cuando se habla de opciones políticas la gente se sitúa frecuentemente en un marco ideológico más o menos conservador, en algunos casos con cierta ligazón con partidos políticos que pueden no coincidir con lo que se piensa en gran número de cuestiones. Es evidente que, en principio, ninguna opción política apostará abiertamente por el abaratamiento de los servicios públicos, por el desmantelamiento del estado de bienestar o por la perdida de derechos civiles. Sin embargo, el ejercicio del gobierno, sobre todo si dura más de cuatro años, es muy revelador sobre las prioridades políticas. Puede verse, por ejemplo, en las consecuencias de la falta de inversión en servicios públicos, que no requieren ser desmantelados; sencillamente, se invierte cada año menos presupuesto en los mismos; se recurre a la subcontratación de cualquier tarea de estos servicios; o se restringe el número de sus potenciales beneficiarios a través del incremento de los requisitos para acceder a los mismos. Todo ello conduce a una situación de desconfianza global hacia lo público que justifica precisamente los avances en la privatización.

Así, se van desmantelando las obligaciones propias del Estado, que de esta forma deja de prestar servicios, los cuales van siendo paulatinamente asumidos por la empresa privada. Ésta, curiosamente, cuando la Administración reniega de los servicios públicos, siempre encuentra en ellos un suculento negocio. ¿Qué puede ocurrir? Que de vez en cuando una desgracia sacuda todas las televisiones, prensa y radio, y que, naturalmente, la oposición exija explicaciones. ¿Cuál es la salida? Todo está previsto: se dirá una y otra vez desde el Gobierno que todo ha sido un fatal accidente, que, como sucede en la vida, hay hechos que son inevitables, que ocurren y hay que asumirlos, y que si alguien quiere sacar provecho político de la desgracia es un carroñero que no respeta a las víctimas.

El asunto es claro. Por una parte, la oposición de izquierdas llevamos años reivindicando inversiones en el transporte público, en servicios sociales, en educación, y en un largo etcétera. Mientras tanto, la actual Administración prefiere gastarse los dineros del contribuyente en cosas más (tele-)visibles, porque los sistemas de seguridad del metro no se ven y las inspecciones en las residencias de la tercera edad no son noticia vendible. Lo visible y tangible es lo que hace que muchos ciudadanos digan "qué bonita está Valencia", y que crean que somos muy relevantes porque se celebran en nuestra ciudad grandes acontecimientos, como una competición de vela que nadie antes conocía. (¿Quién recuerda donde se celebró la última vez la America's Cup? ) Dice la alcaldesa que traerá dinero, si bien por ahora sólo trae más costes, como lo prueba el que pidan más y más inversiones públicas para cubrir un evento privado. O se celebre un encuentro mundial de las familias, según el concepto restrictivo y excluyente de familia del Vaticano como la única posible y auténtica; y de este modo, a golpe de encíclica, se deja fuera a la mitad de los valencianos. Ciertamente, el País Valenciano imaginado y planeado por nuestros actuales gobernantes se parece cada vez más a los escenarios de cartón-piedra de Terra Mítica (que al final es más materia de tribunales que de aventuras y romanticismo con final feliz).

Como decía, se puede ser más o menos conservador en ideología o costumbres, y todas las opciones y actitudes son dignas y respetables siempre que no sean excluyentes y se respete a las otras, a lo diferente. Pero aún estando preocupado solamente por los propios intereses y por conservar las tradiciones, un mínimo de racionalidad en las decisiones y acciones aconseja reflexión y cautela a la hora de elegir a los representantes: pues ahí están y los sufrimos todos, quienes les han votado y quienes no. Así, detrás de la fachada y de las declaraciones sólo hay graves carencias y dejación de responsabilidades: al final, cuando la desgracia entra en nuestras casas, nos quieren convencer a todos que es cosa del destino, del fátum que, como en las tragedias griegas, escapa al control de los seres humanos. Resignación y plegarias para todos los males del País Valenciano. Amén.

Isaura Navarro es diputada de Esquerra Unida-Izquierda Unida en el Congreso de los Diputados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_