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Tribuna:Escalada militar en Oriente Próximo
Tribuna
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El último polvorín

David Grossman

El inesperado y fuerte ataque de Hezbolá a zonas de Galilea, en el norte de Israel, demuestra -si es que alguien necesitaba una prueba- la situación tan sensible y explosiva que existe en toda la región y qué poco hace falta para estar al borde de una guerra.

Israel lanzó el miércoles por la noche un contraataque y estaba en todo su derecho. No se puede justificar un ataque tan violento y a tan gran escala como el que realizó el miércoles Hezbolá contra decenas de ciudades israelíes. Ningún país en el mundo puede quedarse sin hacer nada ante una situación así y dejar a los ciudadanos a su suerte cuando un país vecino ataca de esta forma y sin provocación alguna.

Hace seis años Israel se retiró de todos los territorios del sur de Líbano que había ocupado en 1982 y volvió a las fronteras internacionales. La ONU lo aplaudió y declaró que con ello se acababa con la ocupación israelí en Líbano y se zanjaba la cuestión de la frontera entre ambos países. Nada más retirarse Israel, Hezbolá empezó a incumplir lo estipulado por la ONU, estableciendo puestos de ataque a lo largo de la frontera y rearmándose con la ayuda de Siria e Irán.

El ataque de Hezbolá podría desestabilizar a Gobiernos moderados en Jordania y Egipto

Durante años el Gobierno de Líbano ha evitado enfrentarse con Hezbolá, que ha establecido en el sur del país una infraestructura de puestos de ataque a la vez que ha acumulado un tremendo arsenal militar, entre el que se encuentran misiles capaces de alcanzar el corazón de Israel. E Israel, que ha tratado de no entrar en conflicto en la frontera, ha evitado atacar posiciones de Hezbolá. Y de esta forma se ha llegado a una situación insostenible: en el territorio soberano de Líbano actúa con total impunidad una organización declarada terrorista por la ONU y que ataca a Israel una y otra vez.

El último polvorín creado en la zona sirve para resaltar la similar actitud problemática que adoptan hacia Israel el Gobierno de Líbano y el de la Autoridad Palestina. En ambos operan dos cabezas: una actúa de poder oficial, siguiendo cauces políticos moderados mientras la otra se declara libre de hacer lo que le venga en gana, cometiendo atentados terroristas contra civiles, y recurriendo a la retórica racista y llamando abiertamente al exterminio de Israel. Esta burlesca situación es una de las causas de la dificultad para alcanzar un acuerdo estable entre Israel y sus vecinos. Y también es uno de los motivos de que la gran parte de los israelíes -y entre ellos muchos pacifistas- hayan perdido durante los últimos años la confianza en las buenas intenciones de los sectores moderados en los países árabes.

Israel ataca Líbano porque Líbano es la casera oficial de Hezbolá y desde su casa se lanzan Katiuskas contra ciudades y pueblos de Israel. Los militantes de Hezbolá forman parte del Gobierno libanés. Lamentablemente, quienes se ven perjudicados en su día a día son los ciudadanos de Beirut, Tiro y Sidón, que están pagando el precio de los errores y negligencias de su Gobierno. Y por ello Israel debe hacer todo lo posible para no herir a ningún inocente. Pero ¿acaso hay un solo ciudadano libanés que no sepa que los hombres de Hezbolá, de la forma más cínica, han sido quienes han llevado a Israel a no poder hacer otra cosa que emplear la fuerza ante un ataque tan grave?

Las intenciones de Israel actualmente no son sólo reaccionar ante los ataques de Hezbolá sino también rediseñar la frontera con Líbano y alejar de allí a los miembros de Hezbolá, que no sólo ponen en peligro a los ciudadanos israelíes sino a los de toda la región. Este objetivo es lógico y justo, pero es muy difícil de alcanzar. En las últimas décadas, Israel se ha visto enredado una y otra vez en acciones militares en Líbano y nunca ha logrado cumplir sus objetivos allí. Como es sabido, también los anteriores intentos de Israel de "diseñar" la realidad árabe de acuerdo con sus intereses han fracasado (hoy en día el presidente Bush también puede dar fe de la dudosa eficacia de tales intentos). Pero a esto se le añade otra complicación: la situación creada ahora obliga a Israel a abrir un frente en el norte en paralelo con el duro y más problemático frente desde el punto de vista moral: el frente en la franja de Gaza.

El salvaje ataque de Hezbolá puede, por tanto, llevar a la región a una situación extrema, cuyas consecuencias podrían incluso desestabilizar gobiernos moderados y antifundamentalistas en Jordania, Egipto y Arabia Saudí, a los que les preocupa lo que está ocurriendo no menos que a Israel o a los sectores moderados del Líbano y la Autoridad Palestina. Este fuerte estallido de violencia tal vez le sirva a cada una de las partes para recordar el enorme potencial de destrucción que se esconde en este conflicto, la trampa en la que se hallan atrapados de forma recíproca y que ningún uso de la fuerza hará desaparecer. Quizás si comprenden esto, se verán finalmente obligados a sentarse a negociar para resolver los problemas.

Tanto en Israel como en la próspera Beirut, de carácter occidental, muchos han querido creer que ellos ya no pertenecían a este conflicto de Oriente Medio. Hartos de su carácter asesino, fundamentalista y desesperado, han vivido encerrados cómodamente en su propia burbuja. En Israel muchos consiguieron olvidarse incluso del actual conflicto con los palestinos en Gaza, de los cohetes Kassam que lanzan los palestinos hacia el sur de Israel y del sufrimiento de los palestinos a causa de la reacción israelí. Pero los últimos acontecimientos en la frontera norte han alterado a todos en Israel, ya que han traído el fuego a la puerta de casa, recordándoles que estos son los materiales con los que aquí se entreteje la vida.

David Grossman es escritor israelí. Traducción: Sonia de Pedro.

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