El taller del artesano
"En mis poemas, trato de liberar los objetos tangibles de toda ideología mediante un realismo exacerbado, de desmontarlos, recomponerlos y ponerlos en situaciones en las que cuesta trabajo salvar la cara, en las que lo solemne tiene que hacer reír, porque los que llevan el féretro a hombros ponen unas caras demasiado serias como para creer que están afectados". Esta poética, formulada en 1958, cuando todavía no era el novelista sino el escultor y poeta Grass, autor del librito surrealista Las ventajas de las gallinas de viento, caracteriza su práctica poética y sigue válida hasta hoy. Con cacerolas, peras y judías, una vieja bolsa o raspas de pescado, ha ido montando este vitalista inagotable, a lo largo de cincuenta años, sus poemas de ocasión, práctica que ha reivindicado fervientemente.
LÍRICO BOTÍN. POEMAS Y DIBUJOS DE CINCUENTA AÑOS
Günter Grass
Traducción de Miguel Sáenz en colaboración con
Grita Loebsack
Bartleby Editores
Madrid, 2006
336 páginas. 11,20 euros
Siguiendo un impulso seme
jante del que surgieron las miniaturas en prosa de Mi siglo, Grass hace ahora balance de su producción poética: ha seleccionado 140 poemas en los que se manifiesta el cocinero filosófico, el ciudadano crítico, el amante robusto, el aforista casero. Y, sobre todo, el artesano que muestra su taller de versificador, que habla en un distendido tono coloquial -estupendamente reproducido por Miguel Sáenz- de sus materiales y métodos de trabajo, para, sotto voce, remitir a sus novelas, esculturas y hojas gráficas al conjunto de su obra en el que su poesía adquiere empaque, sin cuyo respaldo, sin embargo, se difuminaría.
De Lírico botín se sostienen por su cuenta únicamente los poemarios de la época en la que Grass se entendía en primer lugar como poeta: Gallinas de viento, Triángulo de vías e Interrogado, traducidos ya anteriormente (Visor, 1995). En la presente antología personal, el autor ha añadido, por ese concepto holístico de la obra, las ilustraciones de su forja de ideas -en su mayoría de trazos gruesos y simplificados (lejos de sus mejores dibujos)-, como ya hizo en su primer poemario con los dibujos de gallinas y mujeres-ave, o, en El rodaballo y La ratesa, con los grabados de ratas y los poemas.
En la poesía, Grass revela más de su condición humana y se observa y analiza con rigor protestante. Le sirve de espejo en el que mirarse a sí mismo y a su tiempo con ojo crítico, y, ante todo, para elaborar un inventario barroco de su mundo. Al final quedan pocas cosas: "Todo lo que, aparte de las letras, / llama la atención por demente: / esos, como se llamen, / clavos torcidos o migajas, / que la goma de borrar deja". En Lírico botín se puede seguir la trayectoria de un creador prodigioso, que en sus inicios era algo más que un buen artesano, entregado, en los últimos años, a la "tarea de versificar", y cuyos Últimos bailes marcan el remate juguetón de una de las grandes obras del siglo XX.
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