800 españoles quedan atrapados en Líbano
Beatriz Arribas se despertó ayer sobresaltada. Eran las seis de la mañana en Beirut cuando una fuerte explosión la sacó de su sueño. Poco después, se enteraba de que Israel había bombardeado el aeropuerto internacional de Líbano. Horas más tarde, decidía no ir a su trabajo en el Instituto Cervantes de Beirut, y abandonar el país junto a su marido, Nemer.
"Estamos asustados", declaró por teléfono desde Trípoli, en el norte de Líbano. "Nos ha costado mucho llegar desde Beirut, ha sido un caos, muchos querían irse del país y no había taxis. Hemos venido en autobús", explicó Beatriz. "Además, una vez aquí es casi imposible pasar a Siria. Los pocos coches que van nos piden el triple de lo normal [unos 20 euros] por persona", explica.
Amaya del Amo y Marta Arribas, estudiante de árabe y profesora de español, respectivamente, son dos de los 800 españoles que, según la Embajada, viven en Líbano. Ambas han decidido quedarse hasta saber qué va a pasar. "Nos quedamos, pero hemos empezado a hacer las maletas, y algunos amigos españoles más van a venir a casa para pasar la noche todos juntos", declaró por teléfono Marta desde Beirut.
Amaya vive en el barrio musulmán de la ciudad y ha preferido trasladarse a casa de Marta, en la zona cristiana, "mucho más tranquila". Tiene miedo, en su barrio apenas hay gente por la calle y muchas de las tiendas han cerrado.
Las dos se quejan de la falta de información de la Embajada española. A Marta le han enviado un "escueto e-mail" con un teléfono de emergencias y la recomendación de moverse poco y no ir al sur del país, la zona más caliente. A Amaya ni eso.
La Embajada, sin embargo, declara que se ha puesto en contacto con la comunidad española en Líbano. Les ha recomendado no abandonar el país, pero para los que quieran hacerlo, ha habilitado un autobús para llegar a Siria. Allí, algunos podrán coger un avión que Chipre ha fletado para sus ciudadanos y que ha ofrecido también a otros extranjeros.
Marta y Amaya no conocen la existencia del autobús. "Haremos acopio de comida y agua, como me decía mi abuela de la posguerra, y esperaremos... Pero me da miedo, esto puede ser el principio de una tercera guerra mundial", dice Marta.
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