_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lugares comunes

Buenas noticias. Estamos en verano, y el verano, como diría un cronista deportivo de la televisión, puede ser maravilloso. "La vida puede ser maravillosa", asegura el cronista, y el verano también, qué duda cabe. Soles fuertes y lunas pegajosas. Tiempo lento. Hamacas, playas llenas, libros que no leemos, vacaciones. Ni siquiera ese pobre somormujo que ha estirado la pata en Salburua logrará desolar nuestra quimera y amargarnos la fiesta del verano. Todo está controlado. Nuestra salud no corre ningún riesgo y, en el peor de los casos, Euskadi cuenta desde enero con un plan médico de choque contra la gripe aviar. Coman pollos y huevos, beban toda la sangría que quieran y tuéstense en la playa. La playa puede ser maravillosa, lo mismo que el verano, lo mismo que la vida. Créanme. Y si, a pesar de todo, pertenecen a la estirpe ominosa de los pesimistas, consulten los resultados últimos del Euskobarómetro.

Una ola de optimismo se ha instalado en el país. Hay gruesos porcentajes que corroboran este nuevo clima, pero quizás lo más interesante es que sólo un miserable uno por ciento de la población de esta comunidad apoya sin reservas la violencia de ETA. Más del 60 % de la ciudadanía se muestra convencido de que esto acabará de la mejor manera, es decir, con el final definitivo de la banda que disparaba por la espalda. Todos son, por lo tanto, buenos augurios y mejores pálpitos. Somos más optimistas que en 1998 y también somos más nacionalistas, concretamente cinco puntos más, lo cual no debería extrañar a nadie teniendo en cuenta quiénes nos pastorean desde hace varias décadas. Aumentan quienes se definen como sólo vascos o más vascos que españoles y apuntan a la baja quienes se consideran españoles y vascos o vascos y españoles entreverados. Consecuentemente, el 63 % de los consultados está persuadido de que el actual Estatuto de Autonomía está agotado. Unos creen que habría que reformarlo con más autogobierno, otros que debería demolerse sin demora con una voladura controlada y, por último, un porcentaje mínimo cree que el actual marco político está bien como está. Ya lo ven. Este es, aproximadamente, el nuevo tiempo del que tanto se habla últimamente. Este es, por el momento, nuestro lugar común, nuestro resumen, nuestra fotografía al minuto o, si prefieren, nuestro retrato en el fotomatón de la estadística. Lo que sucede es que esta clase de fotografías no pueden aspirar a una resolución de alta calidad ni excesivos matices. Pero el perfil es bueno. Ha bastado con que la banda terrorista deje de asesinar y poner bombas (no digo extorsionar) para que la ciudadanía estalle de optimismo. La vida puede ser maravillosa (sobre todo sin ETA y sus campañas de verano, ¿recuerdan?). Estamos en verano y el terrorismo ya no nos asusta, puede inquietarnos más un somormujo muerto que la sombra de un feroz etarroide. Así es la vida, ese lugar común.

Después de dialogar con Patxi López, el gran Arnaldo Otegi, tras meditar unos segundos sobre el futuro de la patria, acabó definiendo la playa de la Concha como "un marco incomparable". Después de ETA, por tanto, los lugares comunes, los delitos comunes, los veranos comunes, las postales comunes. Es lo que nos espera. Es la fotografía veraniega: una postal redicha de la Concha que augura, felizmente, todo el aburrimiento de este mundo. Una fotografía tal vez deleznable desde un punto de vista básicamente estético, pero hasta cierto punto tranquilizadora. No esperen nada nuevo, sino más incursiones y excursiones y afincamientos en lugares comunes. Hojas de ruta y diálogos sin exclusiones y toda una ferretería de frases hechas para uso de políticos y analistas políticos expertos en metáforas pilladas por los pelos. Una fotografía cada vez más borrosa ("nebulosa", nos decía el domingo Ignacio Sotelo) de un proceso que promete ser "largo, duro y difícil" y que lo que será, ante todo, es aburrido y pardo. Imagino que tanto -tan tedioso, turbio y embarullado- como el proceso que llevó al nuevo Estatuto catalán, muñido entre partidos e ignorado por una buena parte de la sociedad (esa que nunca sale en las encuestas pero que, irremisiblemente, aparece con nombres y apellidos en el censo). ¿Qué podemos hacer los ciudadanos? No mucho. Disfrutar del verano y de todos sus lugares comunes. Verán como el otoño nos depara nuevas fotografías, postales nebulosas, marcos incomparables que habrá que comparar.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_