Carrera limpia de los toros de Dolores Aguirre
No existe lógica que subyazca en los encierros. La tradición secular pamplonesa se rige por impulsos de sentimentalismo, fortuna e infortunio que se reparten como las cartas de una baraja. Ayer, en el segundo encierro de las fiestas, los astados de Dolores Aguirre resultaron una bicoca, pese a que las calles del recorrido presentaban un aspecto repleto y estremecedor, ya que en varios puntos del trayecto apenas si existían huecos para el paso antes del lanzamiento del cohete.
Sin embargo, la carrera resultó absolutamente limpia, con sólo un corredor herido leve, Francisco Rodríguez Herrera, de 24 años y natural de Castellón, que cayó en el tramo de Telefónica y sufrió una contusión nasal. Ni un herido más en uno de los encierros más limpios de los que se recuerdan en Pamplona.
Mientras, el joven neoyorquino Duchrane Ray, de 31 años, continúa ingresado en estado muy grave con un cuadro de paraplejia severa tras ser golpeado por una vaquilla el pasado viernes, al igual que otros dos mozos que evolucionan favorablemente de las heridas recibidas durante el primer encierro.
Ayer no hubo lugar para las desgracias. Pese al increíble embotellamiento previo al encierro, los de Dolores Aguirre mostraron un comportamiento gregario y pacífico, sin hacer nunca por los corredores y siguiendo una perfecta línea recta en todo su recorrido.
En la cuesta de Santo Domingo, tramo habitualmente menos espectacular de la carrera, se vivieron las imágenes más bonitas. Los animales, encabezados por los cabestros, tardaron unos segundos en ubicarse y permanecieron en los corrales varios segundos tras su apertura. Sin embargo, una vez repuestos del desconcierto, salieron a pleno gas y manteniendo la manada. Uno de los burracos encabezaba a sus hermanos y permitía que los más avezados en esta primera parte del recorrido se luciesen con desenvoltura. La manada ejercía el denominado efecto Moisés, ya que donde unos segundos antes apenas había espacio para andar, ahora se encontraba un hueco notable donde manejarse.
La entrada a la plaza consistorial también resultó limpia, sin que la veloz carrera rompiese la unión de camada y bueyes. La llegada a Mercaderes, como es casi norma general, se convirtió en el momento clave de la carrera. La manada trazó un giro milimétrico, a excepción del toro Carafeo, entonces cabeza de manada, que topó violentamente contra las protecciones y cuyas patas traseras quedaron momentáneamente atrapadas bajo las vallas. Mientras el resto de animales enfilaba Estafeta con alegría y disciplina, este astado se debatía para levantarse. Cuando por fin lo consiguió, a punto estuvo de invertir el recorrido natural, pero otra vez los pastores consiguieron reconducirle.
Ritmo rápido
Contra todo pronóstico, el toro no sufrió el mal de los toros rezagados, que sin la manada como escudo se comportan distraída y agresivamente. Por el contrario, recuperó el rápido ritmo de carrera y permitió que, 30 segundos después del grupo inicial, los mozos más avezados tuviesen una segunda oportunidad de coger cuerno. Sólo en el tramo de Telefónica el animal rezagado intentó de nuevo volver sobre sus pasos, pero la profesionalidad de pastores y de los buenos corredores lo llevó con suavidad al albero, sin siquiera darle la oportunidad de generar peligro.
Mientras, sus hermanos ya habían completado el trayecto, sin causar incidentes y entrando en la plaza de una forma casi insólita, como un abanico de cinco toros y cinco cabestros que no dieron ni un derrote ni trataron de cobrar especial protagonismo. El cohete que señala el fin del encierro sonó tres minutos 22 segundos después de la apertura de los corrales.
Hoy son los temidos astados de Miura los que protagonizarán el encierro más masificado del año, ya que este hierro siempre es el elegido para esta fecha debido a su extrema condición de gregarios y a su nobleza y bravura en el coso taurino.
Babelia
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