Felipe Calderón propone encabezar un Gobierno de unidad nacional en México

El vencedor de las elecciones más disputadas de la historia de México, Felipe Calderón, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), dice haber entendido el mensaje de las urnas y ha anunciado su disposición a encabezar un Gobierno de unidad nacional. "A los políticos del PAN, del PRI, del PRD, de otros partidos, los ciudadanos nos han dicho de manera contundente 'pónganse de acuerdo", enfatizó ayer Calderón en su primer mensaje a los mexicanos después de que la autoridad electoral confirmara la noche del jueves su triunfo en las presidenciales del pasado domingo.

Calderón tendrá que esperar, sin embargo, la decisión del Tribunal Federal Electoral sobre las impugnaciones que prepara el candidato opositor de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, aunque ayer recibió ya llamadas de felicitación, como las de George W. Bush y José Luis Rodríguez Zapatero.

Para los políticos mexicanos, debe resultar complicado gobernar en coalición, tras décadas de presidencialismo en un régimen de partido único. Pero el ajustado resultado de las elecciones del domingo abre un escenario inédito y obliga a los dirigentes del partido vencedor y a los perdedores a buscar acuerdos. Calderón se ha hecho eco de la profunda división en México al comprometerse a dejar a un lado la política de facción o de grupo, por el bien de México, tal y como demandan muchos mexicanos. "Eso haré", anunció.

Tal y como dijo la noche electoral, cuando no había terminado el recuento de votos, reiteró que quiere iniciar una "etapa de conciliación nacional", y convocó a sus adversarios, partidos políticos, fuerzas sociales, académicos, jóvenes, mujeres, y ciudadanos en general "a discutir un proyecto común para México". El objetivo es "la integración de un Gobierno de unidad nacional que me propongo encabezar". Calderón anunció que iniciará en breve "un posible diálogo con todas las fuerzas políticas, con el propósito de definir un programa de gobierno común, que responda al interés de la mayoría de los mexicanos".

Después de una campaña electoral en la que la descalificación del adversario fue la nota predominante, y en la que el partido de Calderón tuvo un papel destacado, el candidato más votado tuvo un gesto hacia sus contrincantes. Uno a uno, repasó las cualidades de los otros cuatro candidatos que competían por la Presidencia, -"reconozco en ellos una genuina preocupación por el país"-.

Al hablar del candidato del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), Andrés Manuel López Obrador, dijo compartir "su anhelo de justicia" y reiteró su compromiso expresado en la campaña electoral, "de trabajar sin descanso por lograr la igualdad de oportunidades que permita superar la pobreza en la que viven millones de mexicanos".

La primera declaración de intenciones del vencedor de las elecciones lima asperezas y enciende una luz de esperanza. Los hechos tendrán que confirmar voluntades. De momento, en las filas perredistas están más ocupados preparando las demandas judiciales contra presuntas irregularidades en los comicios, con el objetivo de impugnar el resultado.

Los mexicanos que no votaron por Calderón no han digerido su triunfo, por estrecho y pírrico. Según el resultado definitivo, el candidato del PAN obtuvo 15 millones de votos, el 35,89%, mientras que el candidato perredista logró 14,75 millones, el 35,31%.

La diferencia entre ambos, 243.934 votos, equivale a llenar dos veces el Estado Azteca de la Ciudad de México, escribía ayer el diario Reforma. El resultado de las elecciones ha puesto de nuevo sobre la mesa los puntos débiles del sistema político mexicano y las reformas pendientes. Si en lugar del presidencialismo funcionara un sistema parlamentario, donde los Gobiernos de coalición fueran moneda común, Calderón o López Obrador podrían ocupar, indistintamente, la Presidencia, según el pacto parlamentario que se lograra en el Congreso. Arturo Valenzuela, antiguo consejero para América Latina en la Administración de Bill Clinton, señalaba ayer que una eventual coalición PAN-PRI (Partido Revolucionario Institucional) daría la jefatura del Ejecutivo a Calderón, mientras que un acuerdo PRD-PRI convertiría a López Obrador en presidente.

Diferentes opiniones coinciden en que el próximo presidente no tendrá más remedio que formar un Gobierno de coalición para sentar las bases institucionales que abran la puerta a las reformas políticas pendientes.

"Extiendo la mano a mis adversarios y a todos los ciudadanos y hago mías las palabras de Manuel Gómez Morín, el histórico fundador del PAN: 'El deber mínimo es el de encontrar, por graves que sean las diferencias que nos separen, un campo común de acción y de pensamiento, y el de llegar a él con honestidad -que es siempre virtud esencial y ahora la más necesaria en México-. Y la recompensa menor que podemos esperar, será el hondo placer de darnos la mano sin reservas."