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Reportaje:La mayor tragedia de metro en España

El funeral del pueblo

Unas 3.000 personas acuden en Torrent a la misa por los 19 vecinos del municipio fallecidos en el accidente ferroviario

Vestida de negro y tratando de quitarse el calor con un abanico, Francisca Sena, vecina de Torrent, esperaba ayer por la tarde sentada en la grada del estadio municipal Ciutat de l'Esport a que comenzara el funeral por los 19 fallecidos en el accidente de metro del pasado lunes que vivían en esta localidad. "Ayer seguí por la tele la misa de la catedral, y hoy me he venido aquí a escucharla", comentaba.

Como ella, unos 3.000 vecinos del municipio, donde residen 76.000 personas, asistieron al acto oficiado por el obispo auxiliar de Valencia, Salvador Jiménez, junto a 16 sacerdotes del pueblo.

- "¿Y digo yo, los del accidente dónde están?", le preguntaba otra vecina sentada al lado, Josefa Carratalá.

"Todos conocíamos a alguien. Cerca de mi casa vivía una chica que ha dejado dos niños"
"Pasarán muchos años hasta que el pueblo lo supere", comenta una vecina
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- "Los han enterrado ya, que con el calor que hace no aguantaban mucho", contestó Francisca.

El de ayer fue el funeral del pueblo. El de los vecinos de Torrent. Todo el día habían visto cruzarse los coches fúnebres por las calles de su localidad en dirección a las siete iglesias del pueblo, donde en una jornada se celebraron los entierros de 16 de los 19 residentes en el municipio fallecidos.

Por eso, los torrentinos decidieron no faltar a la cita de la tarde, menos solemne que la misa del día anterior en la catedral, pero también en apoyo a sus vecinos afectados. Los que fueron conocían a los fallecidos. Pero la gran mayoría no era familiar directo, pues los más allegados, tras dos días de duelo, prefirieron permanecer en casa.

Fueron sobre todo mujeres. Grupos de amigas y muchas madres con los cochecitos de sus hijos. También mucha gente de edad. Al llegar al polideportivo eran recibidos por cantos gregorianos y un calor asfixiante. Una mujer que caminaba con bastón cargaba en el otro brazo una silla de playa. Más allá, otra acercaba una de las 2.000 sillas de plástico habilitadas para el acto y sacaba de una bolsa una botella de Coca-cola.

El sol no daba tregua en la explanada de la zona norte de la pista de atletismo donde se colocó el altar para la misa. Por eso, muchos vecinos optaron por coger sitio en la grada, donde se reunieron unas 1.000 personas a la sombra. Concha, una señora de mediana edad, no sabía si quedarse o marcharse. Se le saltaban las lágrimas, y no estaba segura de poder aguantar toda la misa. "Aquí todos conocíamos a alguien. Cerca de mi casa vivía una chica, que ha dejado dos niños", explicaba.

"¿Sabéis quién ha faltado también? Una de las chicas de Rosa", decía una mujer de avanzada de edad a su amiga. "¿Ah sí? ¡Qué desgracia! ¡También un chico de 20 años, tú! ¡20 años! Que nunca cogía el metro y que fue a por las notas a la Politécnica y ya no volvió", comentó su amiga.

"La verdad es que pasarán muchos años hasta que el pueblo lo supere. Todo el día viendo coches fúnebres pasar", concluyó su compañera. "¡Mirad, está saliendo humo del tanatorio!", advirtió una tercera señalando hacia el cementerio, situado justo enfrente de la grada de la Ciutat de l'Esport.

Pasaban las siete y media, la hora oficial de comienzo del acto, y un batallón de hombres y mujeres caminó rápidamente hacia las primeras filas de sillas, mientras el sol caía a sus espaldas. Su elegante atuendo contrastaba con la vestimenta informal y de variedad cromática de los torrentinos. Eran los políticos. Iban encabezados por el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, que fue recibido por el alcalde, también socialista, Josep Bresó. El último en aparecer fue el vicepresidente de la Generalitat, Víctor Campos, del PP, que se unió a la nutrida comitiva, integrada también por consejeros, diputados y concejales valencianos y representantes de comunidades autónomas como Castilla-La Mancha o Andalucía. Tomaron posiciones a cada lado del altar. En medio, los familiares y allegados de los fallecidos y heridos. Poco después comenzó la misa.

"Vamos a cantar", arengó el obispo auxiliar y anunció la canción: Hacia ti, morada santa. Pero se quedó solo, pues los asistentes seguían con respeto los versos, pero no participaban de la música.

"Muchas familias no pueden estar más tiempo recibiendo el pésame", recordó el religioso, justificando la ausencia de la mayor parte de los allegados de las víctimas mortales. Apenas dos horas antes se había celebrado el décimo octavo entierro en el cementerio contiguo. El último será el de Fernando Amandi Rodríguez, de 39 años, cuyo cuerpo fue el último de las 41 fallecidos en ser identificado.

Como dijo el arcipreste de Torrent, Bernardo Barchín, han sido tres días muy largos e intensos y numerosos familiares optaron por ceremonias y duelos privados. Son muchas impresiones y entre ellas destaca el telegrama que despertó la indignación de la familia de Mari Carmen Cano, fallecida en el accidente. Lo envió el presidente de la Diputación de Valencia, Fernando Giner, con buena intención. Expresaba la solidaridad de la corporación con el duelo de la familia, sólo que el nombre de la fallecida no correspondía a Mari Carmen, sino a otra de las muertas, Julia Rodríguez Ortega.

A la hora de las peticiones, monseñor Salvador Jiménez oró por "los que sufren, familiares y amigos que viven el dolor de la muerte". Se acordó también de "los heridos y los que sufren las consecuencias del accidente". Y pidió por "los difuntos fallecidos" en él. Pero antes de todos ellos, antepuso una oración por el Papa Benedicto XVI y por la Iglesia. No quiso dar recetas para superar el dolor. Simplemente se preguntó: "¿Qué hacemos aquí? Solamente orar".

Funeral por las víctimas del accidente de metro, ayer en Torrent, Valencia.
Funeral por las víctimas del accidente de metro, ayer en Torrent, Valencia.SANTIAGO CARREGUÍ
Familiares de fallecidos, durante el oficio religioso.
Familiares de fallecidos, durante el oficio religioso.JOSÉ JORDÁN

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